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domingo, 2 de agosto de 2009

Oesterheld se hace “Montonero”

“El Eternauta II” (1976)


Hace unos meses hablábamos aquí de la historieta “El Eternauta” y la definíamos como la vaca sagrada del comic argentino. No es exagerada esa calificación, pues los argentinos tenemos muchas historietas para mostrarle al mundo, pero “El Eternauta” tiene una fuerte carga simbólica y, con un poco de esfuerzo, se la puede utilizar para realizar lecturas ideológicas y adoctrinar así a las masas. Lo cual no quita que para muchos lectores de este país “El Eternauta” sea una buena historieta de aventuras y ciencia ficción y nada más. Ahí está la diferencia entre quien lee un comic intentando encontrar sentidos más profundos y quien lee solamente para pasar un buen rato y olvidarse de los problemas cotidianos.

"German, el guionista", frente a la casa de Juan Salvo

El padre de la criatura, Héctor German Oesterheld (HGO), captó esto y decidió que “El Eternauta” debía servir para que el lector encontrara un sentido profundo. Decidió dar un mensaje concreto en pos de una ideología política, y así fue como su criatura predilecta se transformó en instrumento de propaganda, despojado de toda inocencia o ambigüedad original. Esto sucedió en el año 1976, el año en que se publicó “El Eternauta II”.

La familia Salvo: Elena, Juan y Martita.

Para entender cómo la historia de Juan Salvo venía a dar un giro tan dramático con esta segunda parte hay que recapitular un poco. Recordemos que Salvo era un hombre de clase media de Buenos Aires (Arg) que una noche de 1957 veía abatirse una invasión extraterrestre. Enrolado en las milicias de defensa junto con sus amigos sobrevivientes, lucha bravamente contra las distintas razas que componen las fuerzas invasoras, solo para descubrir que todas ellas en realidad son simples peones de algo o alguien: “Ellos”, a quienes no se presenta nunca y que son los verdaderos jefes de la invasión. Salvo termina cayendo en otra dimensión espaciotemporal, y se convierte así en un viajero de la Eternidad (el “Eternauta”), un pobre hombre que viaja por el espacio y el tiempo buscando a su esposa Elena y su hija Martita. Toda esta historia Salvo se la narra a un guionista de historietas, alter ego de Oesterheld, una noche de 1959. Hasta aquí “El Eternauta” original.

El éxito comercial de este comic llevó a Oesterheld a fundar su propia editorial, la cual quebró cuando concluyeron las aventuras ilustradas de Salvo. Pese a eso, HGO Siguió explotando a su criatura, primero con una versión novelada y luego con una remake de la historieta original, esta vez ilustrada por Alberto Breccia. Ambos proyectos no lograron la aceptación del original. Paralelamente, la agitación política argentina de esos años movió a HGO a adherir a los movimientos armados que se inspiraban (entre otros) en el Che Guevara y que proponían la guerra de guerrillas como método válido de acceder al poder. Ya hemos hablado de la película “Che” en este blog, y podemos también recomendar “No habrá más penas ni olvido” (también comentada en este blog) para acercarnos al contexto de aquellos “años locos”.

El caso es que, durante la década del sesenta y del setenta diversos grupos armados llevaron a cabo atentados y acciones guerrilleras contra objetivos del gobierno argentino y de la sociedad civil: ataques a cuarteles militares y estaciones de policía, secuestro y asesinato de empresarios, sindicalistas y políticos acusados de “vendepatrias”, etc, etc. El gobierno respondió incrementando las acciones represivas legales y también las ilegales: en este contexto grupos parapoliciales y luego de las fuerzas del orden llevaron a cabo secuestros, detenciones ilegales, torturas y asesinatos, a los que camuflaban de “enfrentamientos”. Convencidos que el gobierno democrático no podía manejar la situación, los militares argentinos tomaron el poder en marzo de 1976, incrementando la represión contra la guerrilla hasta la derrota total de esta. Y en el proceso se dispararon las violaciones a los derechos humanos.

Esta tragedia entre argentinos golpeó a la familia Oesterheld. Las hijas de HGO, enroladas en los grupos armados extremistas, fueron secuestradas y “desaparecidas”, y el propio Oesterheld pasó a la clandestinidad. En esa condición escribió el guión de “El Eternauta II”, al cual Solano López le puso dibujos. El tinte ideológico que HGO le daba a la historieta lo alejaba radicalmente de la concepción original, y Solano López sospechó que fuera otro y no HGO quien hacía los guiones desde la clandestinidad.

En “El Eternauta” el tiempo es una variable que se modifica de golpe: en la Primera Parte Juan Salvo se aparece a “el guionista” en 1957… y al final del comic ya están en 1959 a pesar de que sólo ha pasado un día y una noche. Cuando comienza la Segunda Parte el tiempo salta de nuevo a 1976, y de ahí saltará de nuevo a otro tiempo sin fecha, y así sucesivamente. Si las películas yankis de la saga “Volver al Futuro” a veces retorcían el concepto de “tiempo”, en los guiones de HGO se lo retuerce mucho más.

"German", atrapado en los enriedos temporales de su propia historia.

En la Parte Uno Salvo relataba sus aventuras a “el guionista”, quien no tenía nombre pero que todos identificamos con HGO. En esta Parte Dos “el guionista” ya asume plenamente la identidad de HGO y se presenta como “Germán”. En un fragmento delicioso, Gérman teme quedar preso de la locura que supone el enriedo con el tiempo, ya que Salvo no recuerda nada de lo que ha vivido; entonces German cuenta que publicó las aventuras de Salvo en forma de historieta y que las llamó “El Eternauta”. Es un juego muy inteligente donde se confunden las ficciones y las realidades, porque German siente que está frente a un personaje de comic hecho carne y hueso.

El argumento parte de ahí, de ese enriedo de no saber exactamente quién, qué ni cuándo. De pronto Juan Salvo, su familia y German aparecen en otra línea temporal, donde Buenos Aires ha sido destruida y donde muchos sobrevivientes viven en cuevas, apenas cubiertos con taparrabos y utilizando lanzas como armas. Estos sobrevivientes, pomposamente bautizados como “El Pueblo de las Cuevas” (poca imaginación ahí) son extorsionados por los “Manos” para que los ayuden a construir una nave espacial que les permita abandonar el planeta. Aunque hay extorsión, el pacto no deja de tener sus beneficios, ya que el Pueblo de las Cuevas quedará libre, pero entonces Salvo se opone y propone comenzar la lucha armada contra los invasores que en realidad quieren irse. Los “Ellos”, sus lugartenientes los “Manos” y sus primitivas tropas se guarecen en un Fuerte que Salvo planea conquistar, y así se lleva a cabo la lucha del Pueblo de las Cuevas, liderado por Salvo, contra los invasores parapetados en el Fuerte. Este es el argumento con el que simbólicamente HGO quiso ensalzar la lucha de los guerrilleros de la facción “Montoneros” contra el gobierno argentino. He ahí, sencillamente, la propaganda ideológica hecha comic.

"El Pueblo de las Cuevas" al ataque: así también se aproximaban a su objetivo los guerrilleros "Montoneros" en quienes se inspiró Oesterheld.

Quienes han leído “El Eternauta” original no podrán dejar de percibir los cambios que HGO hizo para adecuar a su criatura dentro de los moldes requeridos por la propaganda. Si en la Parte Uno Juan Salvo era un hombre de clase media preocupado antes que nada por su esposa y su hija, ahora su obsesión es tomar el Fuerte; si antes Salvo se preocupaba por los milicianos que luchaban a su lado contra los invasores, ahora no vacila en sacrificar vidas en pos de sus planes; si antes había un “héroe grupal”, como dijimos al comentar la Parte Uno, ahora eso desaparece de un plumazo, pues Salvo se transforma en un ser raro, con poderes paranormales que le hacen ver y saber cosas que nadie más comprende. Este quizás sea el golpe más duro que Oesterheld le encaja su propia criatura. Del “héroe colectivo” pasa al verticalismo mas duro sin un pestañeo.

No hay mucho más para decir sobre el tema. No contaremos el final del comic, pero tiene algo de acartonado que lo acerca, paradójicamente, a las narraciones de acción típicas de Hollywood, en las que cuando todo parece perdido aparece la caballería y da vuelta la situación. Los sueños que HGO pone en boca del Pueblo de las Cuevas también son cursis, como decir “vamos a vivir en una casa, como la que vi en un libro”, o “la primera casa que hagamos será la escuela, lo suficientemente grande para que sea también colegio y universidad”. Son reflejos de ese discurso plagado de lugares comunes que proponen siempre las ideologías demagógicas y que ahora han cobrado vigencia nuevamente en Argentina. Creo que en esta Parte Dos, pese a todo el dramatismo que se despliega, falta la madurez que se veía en la Parte Uno. Pero comprometerse con ciertas ideologías acarrea eso: perder de vista los detalles y adoptar los trazos gruesos, que simplifican el retrato.

En el relato hay una transformación del personaje German, que quizás quiera reflejar la trasformación ideológica de Oesterheld. Si en la Parte Uno era Salvo en primera persona quien nos narraba todo, aquí es German quien lo hace. Se pinta a sí mismo como un ser solitario, nostálgico, y se toma el pelo. German está muy interesado en la opinión que de él pueda tener María, una adolescente del Pueblo de las Cuevas; no parece que sea un interés de hombre a mujer sino de padre a hija, y aquí recordamos que las hijas de HGO sufrieron en carne propia la violencia política de ese tiempo. En 1977 Oesterheld seguiría el mismo trágico destino, al ser secuestrado y “desaparecido”.

"German", alter ego de HGO, al comienzo y al final de esta segunda parte.

Este es “El Eternauta II, 1976”, que yo leí en una edición de 2007 (la primera, según dice) impresa por Doedyeditores, los mismos que publicaron el Eternauta original. Ellos se preocupan mucho de aclarar que es la “única edición legal autorizada por los autores”, así que vamos a anotar eso también. Solano Lopez vive aún, y los familiares deudos de HGO (su viuda) completan el colectivo que tiene los derechos de “El Eternauta”.

Interesante historieta para leer como parte de la saga de “El Eternauta” y para analizar en busca de huellas que den cuenta de la ideología del autor y su interpretación de la lucha armada de aquellos años. Los fanáticos del concepto de “héroe colectivo”, abstenerse.

viernes, 22 de mayo de 2009

La vaca sagrada del comic argentino

“El Eternauta” (1957)


Dicen que la historieta (comic, tebeo, quadrinho, como gusten llamarlo) es el noveno arte. Es tal la variedad de mensajes que puede transmitirse a través de este medio, que no vacilo en colocarlo en los primeros lugares en cuanto a llegada a las masas. Desde las historietas simples que alegran las páginas de los diarios, hasta los elaboradísimos comics estadounidenses, pasando por los “fanzines” hechos por aficionados, hay públicos para todo.

En la República Argentina parece existir un consenso en cuanto a que el referente máximo de la historieta es “El Eternauta”. Así parece ser por la convocatoria que tuvo cuando se publicó y por los rastros imborrables que ha dejado en el imaginario cultural colectivo. Pero pienso que tampoco debe descartarse el peso que tiene el autor de la obra y su trágica suerte. En efecto, Héctor German Oesterheld, el guionista y co-creador de “El Eternauta”, se adhirió a la lucha ideológica de los años 70 y fue secuestrado, permaneciendo hasta el día de hoy como “desaparecido”. Los destinos trágicos o muertes violentas ejercen atracción sobre muchos públicos: sea James Dean, Carlos Gardel, el Che Guevara o Lady Di, una muerte prematura aporta un plus al carisma que esa persona ejerció en vida. Tal vez eso pase con Oesterheld y su obra.

Héctor German Oesterheld (en adelante, HGO, como también se le conoce) había comenzado su trabajo como guionista en la década de 1950, y sus trabajos le permitieron fundar su propia empresa: Editorial Frontera, la cual lanzaba a la venta revistas de historietas como “Hora Cero” y “Frontera”. Allí HGO llevó el peso principal en cuanto a los guiones, y dio vida (en compañía de muy buenos dibujantes) a personajes luego célebres en el mundo de la historieta. Y en 1957, con dibujos del paraguayo Francisco Solano López, creó a su personaje más renombrado: “El Eternauta”.


Frente a frente, "el guionista" (izquierda) y Juan Salvo, "el Eternauta" (derecha).

Yo leí la edición “2007, 50 años”, publicada por Doedytores en formato 26x20 y de excelente calidad, con 352 páginas que recopilan todos los capítulos publicados en “Hora Cero”. La tapa aclara “Única edición legal autorizada por los autores”, ya que Solano Lopez aún vive, y los familiares de HGO también tienen parte en las ganancias de la franquicia. Hubo algunos líos legales, con ediciones apócrifas de “El Eternauta”, que quisieron ganar dinero aprovechando la popularidad siempre vigente del personaje, razón que ha llevado a la aclaración que les digo que figura en tapa.

Serializada en las páginas de la revista “Hora Cero”, la historia de “El Eternauta” fue muy bien recibida por el público gracias a lo novedoso de la trama, a la calidad del relato y los dibujos y también gracias a que abundaban referencias geográficas sobre lugares de la ciudad de Buenos Aires, donde sucedía la acción. Las entregas periódicas de “Hora Cero” se vendían como Pan Caliente gracias a “El Eternauta”, y cuando en 1959 HGO concluyó las aventuras del mítico personaje, las ventas cayeron a tal punto que dos años después Editorial Frontera quebró.

La historia de “El Eternauta” comienza cuando en 1957 (el año en que se publica la historieta) un viajero del tiempo se materializa frente a un guionista de historietas: exacto, se trata de HGO, aunque nunca se lo nombra como tal. El viajero del tiempo dice llamarse Juan Salvo pero también revela que se lo conoce como “El Eternauta”, es decir, “viajero de la eternidad”. Ese particular apodo se debe a que viaja de universo en universo a través del tiempo, envuelto en una búsqueda agonizante que le desgarra el alma: busca a su esposa Elena y a su hija Martita. ¿Cómo es que ha llegado a esa triste situación? Entonces Juan Salvo comienza su relato y a través de un “flashback” asistimos al inicio de su historia. Aquí viene lo que al público le resultó novedoso y excitante: una nevada mortal caía sobre la ciudad de Buenos Aires, y al parecer sobre otras partes del planeta, matando con el simple contacto. Juan Salvo, su familia y sus amigos, que se encuentran jugando al “truco” (el juego de naipes argentino por excelencia) van de a poco descubriendo lo que pasa: se trata del primer paso de una invasión extraterrestre. Luego aparecen los militares, quienes organizan a los sobrevivientes y tratan de llegar al centro de la ciudad, enfrentándose en rudas batallas con enemigos impensados: gigantescos insectoides (los “cascarudos”), humanos convertidos en zombies (los “hombres-robot”), majestuosos humanoides con infinidad de dedos (los “manos”), temibles bestias de gran tamaño (los “gurbos”), y todavía otros enemigos, los más temibles.

Paso a paso y sin apresurar el relato, se van narrando los combates que tienen lugar entre esos sobrevivientes y los invasores que he mencionado. Abundan las referencias a lugares de Buenos Aires, lo que sin duda contribuía a atrapar al lector, ayudándole a situar la acción en los mismos espacios físicos en que este se movía. Así como los estadounidenses sitúan siempre a sus ciudades como escenario de hipotéticas catástrofes, así HGO convirtió a Buenos Aires en campo de batalla donde se decidía el destino de la humanidad (así, con ese tono grandilocuente, lo explica “Favalli”, uno de los personajes). Esta referencia a lugares creo que tenía ese objetivo, brindar proximidad al lector y ayudarlo a construir la fantasía. Pero sucede que muchos estudiosos, lectores de la obra, han tomado por otro lado: para ellos HGO colocó esas referencias por alguna razón, y la historia no es sino la representación simbólica de la realidad argentina. Si los militares en “El Eternauta” fallan en expulsar a los invasores, es porque en la vida real han fallado en gobernar el país; si son incapaces de coordinar la tarea de los sobrevivientes, es un preanuncio de la derrota en la Guerra de las Malvinas, 30 años después; si aparece un protagonista que es obrero, es porque la clase trabajadora tomaba protagonismo en la política; si los invasores montan su base en la Plaza de los Dos Congresos, es porque el gobierno argentino es visto como opresor, y así sucesivamente, estos estudiosos van haciendo interpretaciones simbólicas. Uno de los editores del libro que leí, comenta la viñeta en que el ejército de sobrevivientes pasa frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, lugar donde en los años 70 se llevarían a cabo las detenciones y torturas de los opositores al gobierno militar. En 1957 HGO no podía imaginar lo que iba a pasar allí, ni tampoco que él mismo iba a ser un “desaparecido”. Pero para este editor que les comento, el hecho de que HGO mencionara la ESMA encierra una “recodificación”: “¿puede seguir leyéndosela de la misma manera, conociendo los hechos que acaecieron después, tanto a la Argentina como a Oesterheld?”. Creo que aquí está el mayor problema de “El Eternauta”: que muchos quieren (como a la Biblia) hacerle decir lo que a ellos les parece. Entonces se han esforzado en entronizar a Juan Salvo como el símbolo de la resistencia. Porque siempre estamos resistiendo contra algo, aquí en el Cono Sur, incluso contra nosotros mismos.

El ejército de sobrevivientes a punto de atacar el estadio de River Plate.

Creo que “El Eternauta” es una publicación muy buena que explotó temas en boga en la década del 50: el miedo a los ataques nucleares; el misterio que generaba el universo en torno a nuestro planeta (todavía los terrícolas no habían llegado siquiera a la Luna); el respeto por los rápidos avances de la ciencia; la excitación de una posible invasión alienígena. En este comic se combinaron todos esos elementos, logrando enganchar al lector, y hay que reconocer el acierto de los autores en emplear este coctel. Pero debemos reflexionar acerca de la novedad de la idea de una invasión alienígena sobre nuestros propios hogares: medio siglo antes el inglés Herbert George Wells había publicado “La Guerra de los Mundos” (ambientada en su propia patria, evidentemente), y a partir de ahí, conciente o inconcientemente, muchos abrevaron de esa fuente. No podemos descartar a “El Eternauta” de esta relación. De todos modos, según cuenta Solano López en el prólogo a una secuela titulada “El Eternauta, Odio Cósmico”, la idea original de él y HGO era contar la invasión a la Tierra, que finalizaba cuando Juan Salvo saltaba a otra dimensión espacio-temporal; y debía venir una segunda parte donde se narraba la búsqueda de Salvo en pos de su hija y su esposa, a través de diversos mundos. De hecho, cuando Salvo se materializa frente a “el guionista”, le cuenta de su incesante búsqueda; pero esa segunda parte nunca se realizó tal cual fue pensada.

Lo lindo de “El Eternauta” es que estaba ambientada en la Argentina (mejor dicho, en la ciudad de Buenos Aires), siendo este tal vez su mayor atractivo. La primera batalla contra los invasores se lleva a cabo en la Avenida 9 de Julio, luego se lucha encarnizadamente por el control del estadio de futbol de River Plate, en Plaza Italia y la Plaza de los Dos Congresos, como dijimos. Todo esto es narrado en primera persona por Juan Salvo, quien le cuenta la historia al “guionista”. Como era común en las historietas argentinas de la época, los globos de texto ocupaban casi la mitad de la viñeta, y había “cartuchos” o recuadros de texto intercalados con los dibujos. Confieso que a veces se me hacía pesado, pues había mucho texto, siendo los dibujos meros complementos en muchas ocasiones. Pero no es un error de los autores, ese era el estilo.

De izquierda a derecha, vestidos de civil: Favalli, Pablo, Mosca y Franco.

Junto a Salvo estaban otros protagonistas: Elena y Martita, como dijimos, pero también Pablo (el chico que encuentran en la ferretería), Franco (el obrero), Mosca (el miliciano dedicado a historiador) y Favalli. Este último es profesor de física y amigo de Salvo, y es quien representa a “la ciencia”. Salvo tiene un respeto casi enfermizo por sus opiniones, y HGO pone en boca de Favalli largos discursos acerca de los invasores, sus motivaciones, la inutilidad de enfrentarlos (porque Favalli es un escéptico, aunque lucha hasta el final), etcétera. Entre todos forman “el héroe colectivo”, es decir, que luchan juntos. Aunque Salvo es “El Eternauta” y por lo tanto protagonista central, no es un superhéroe al estilo norteamericano, y su protagonismo no excluye a los demás. Franco es igual de valiente, Favalli es más inteligente, y Pablo es también temerario: son un grupo de sobrevivientes que luchan unidos, para salvarse o morir juntos. Ese es también un gran aporte de “El Eternauta”, y muchos fanáticos de esta historieta hacen hincapié en eso.

Este es “El Eternauta”, la vaca sagrada del comic argentino. Su vigencia ha llevado a que muchos idolatren al personaje, al autor y a su obra. Aunque no comparto esto, pienso que se trata de una historieta muy buena, hecha al mejor estilo que se podía pedir en la época, y con una mística que sobrevivió al paso de décadas enteras. En Buenos Aires, el campo de batalla imaginario, hay murales y pintadas de “El Eternauta” en varios lugares. También se han publicado secuelas, legales e ilegales, de la obra; e incluso HGO guionó una segunda parte en 1976, antes de ser detenido por las fuerzas represoras del gobierno, y es de esa segunda parte que nos vamos a ocupar más adelante, si Dios quiere.

viernes, 24 de octubre de 2008

Lo mejor de la épica fantástica

“La Saga de los Confines”

Esta colección de tres títulos llamada “La Saga de los Confines” es, a mi humilde entender, de lo mejor que se ha escrito sobre épica fantástica y no solo en castellano. Durante tres meses, a razón de un volumen por mes, compré y leí la Saga entera, y estaba apasionado: me leía cada libro en tiempo record, máximo seis días, tal era la forma en que me atrapó. Ahí fue cuando hice el solemne juramento de recomendarlo con alma y vida a todo el que se me cruzara por el camino.
Esta Saga es obra de una mujer, Liliana Bodoc (ver foto debajo), nacida en Santa Fe y radicada en Mendoza. En el año 2000, con los originales bajo el brazo, se presentó a un editor y este quedó muy convencido: así fue que Editorial Norma publicó “Los días del Venado” en la colección “Otros mundos”. De inmediato el público se enganchó y quedó abierto el camino para publicar el resto de la Saga. Yo me encontré con este material a través de un sitio de Internet llamado Imaginaria (http://www.imaginaria.com.ar/) y con lo poco que leí ahí quise leer todo. Así fue que en enero de 2006 me traje a casa “Los días del Venado”, con el consecuente atrapamiento que ya he relatado.
El género épico cuenta historias de héroes que afrontan peligros, luchan batallas y defienden el bien (es decir, la causa en la que creen); este género es amplio y podemos ubicar aquí desde la Ilíada de Homero a La Guerra Gaucha de Leopoldo Lugones, por decir algo. En su variante fantástica la acción tiene lugar en mundos imaginarios, donde se mezclan seres reales con otros fabulosos, y donde la magia y lo sobrenatural tiene gran peso. Al hablar de este subgénero hay que remitirse obligadamente a la obra de JRR Tolkien, creador de todo un universo fantástico donde hay batallas, héroes y malvados por doquier. Ahí está “El Señor de los Anillos” para muestra.
Pero la obra de Bodoc no es copia de nada, ya que se inspira en un tema que los autores del género (mayoritariamente anglosajones) no frecuentan: la conquista de América precolombina. Agazapado en la saga de Bodoc se encuentra un imaginario que remite a ese proceso histórico, y pueden encontrarse huellas diversas, que ya veremos.
La acción transcurre en un continente llamado “Las Tierras Fértiles”, cuyo extremo sur se llama “Los Confines” y está habitado, entre otros, por la tribu de los husihuilkes. Precisamente uno de los jefes husihuilkes, llamado Dulkancellin, es llamado a un consejo de todos los pueblos de las Tierras Fértiles, en la lejana ciudad de Beleram. ¿Qué motiva esa asamblea continental? Pues nada menos que los signos de la magia y el cielo, los cuales hablan de la inminente llegada del mal a estas tierras. Entonces Dulkancellin deberá sumarse a quienes planean cómo enfrentar ese destino que se les viene encima; empresa que asumirá junto a sus hijos.
Posiblemente vosotros ya hayáis captado el guiño, y recreado en vuestras mentes el año 1492. De todos modos, como dije antes, la obra es de épica fantástica, y aunque necesariamente tiene anclajes en la realidad y la historia, no pretende relatar un hecho histórico. Ya sabemos que los pueblos precolombinos nunca fueron un todo que se enfrentó unido a los españoles. De todos modos, la forma del continente recuerda difusamente al contorno de América (ver el dibujo que se incluye en el libro):
Como sea, así comienza la Saga, que nos va llevando a través de las Tierras Fértiles con una prosa ágil, llena de poesía (valga la paradoja) y emoción. El corazón se encoge cuando la trama queda arrinconada en las batallas, única posibilidad de esos pueblos de resistir al Mal. El final de “Los días del Venado” es capaz de llevarlo a uno al borde de las lágrimas, y da un pase perfecto para empezar con “Los días de la Sombra”, el segundo título de la Saga. La historia se hilvana sin ningún problema de continuidad, con los mismos personajes en general, aunque de a ratos surgen situaciones nuevas que explican la historia desde otro costado. La lucha de los pueblos de las Tierras Fértiles (el “venado” del primer título) adquiere muchos aspectos, y va desde lo estrictamente guerrero hasta lo íntimo del corazón de las personas; desde la magia hasta el odio; desde los Confines hasta las Tierras Antiguas (el suelo desde donde parten los invasores, que son llamados “sideresios”).
Bodoc logra combinar en perfecta armonía todos estos elementos para contar una historia de grandezas y humillaciones, de heroísmos y traiciones, de canciones y de batallas, de imperios y de amores. Las páginas finales de cada libro son leídas con un nudo en la garganta y la impotencia de ser solo un lector que no puede cambiar el destino de esos seres que uno empieza a querer desde el principio.
La Saga finaliza con “Los días del Fuego”, y de a poco se van resolviendo las tramas que corren paralelas. La sensación que a uno le queda es que se acaba un mundo que debería ser para siempre, y en medio del fuego de las luchas se asiste a uno de los finales más épicos que han contado los bardos de todas las épocas.
Creo que el entusiasmo me ha tomado prisionero, por lo cual pido disculpas a ustedes. Pero me atrevo una vez más a recomendar esta Saga: cómprenla, búsquenla en alguna biblioteca, pídanla prestada; me atrevo a asegurar que les gustará tanto como a mí.

El jamón del sanguche

 Memorias de una adolescente Querido Diario: Mañana cumplo 15 años y ya recibí este diario. Empecé como ocho diarios íntimos en mi vida; a t...