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lunes, 24 de febrero de 2025

Blade Runner (1982)

"Ciencia ficción" según Ridley Scott

Hoy vamos (después de una larga ausencia) a degustar ciencia ficción. Las películas de este género son tan antiguas como el cine mismo, y si no, ahí tenemos "Le Voyage dans la Lune" (Viaje a la Luna) del año 1902. Habían pasado sólo siete años desde que los hermanos Lumiere dieran nacimiento al cine con su breve película "Salida de los obreros de la fábrica".

La ciencia ficción es de por sí apasionante, con una abundante literatura y verdaderos maestros. El cine que bebe de esas fuentes amplifica su impacto porque (reconozcámoslo) la imagen en pantalla ha llegado a un público mucho más amplio que el texto escrito, aunque este último sea magistral.

Pero vayamos al grano. Blade Runner es una película estrenada en el año 1982 y basada en en un libro titulado "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", publicado en 1968. El autor de este libro es Philip K. Dick, un estadounidense conocido por los amantes del género. Dick era un escritor apasionado por la ciencia ficción y llevaba publicando novelas y cuentos desde que era un veinteañero, allá en la década de 1950; sin embargo, a nadie le había interesado adaptar sus obras a la pantalla grande, hasta que se filmó "Blade Runner". Parece que recién entonces los cineastas descubrieron su magnífica obra y comenzaron a recuperar el tiempo perdido, adaptando varios de sus libros. Dick se mostró muy entusiasmado con "Blade Runner" (quizá porque veía concretado el sueño de contemplar sus palabras plasmadas en imágenes) pero, tristemente, murió pocos meses antes de que esta película se estrenara. Con justicia, en los créditos al final de la película se menciona su nombre y el título de la novela escrita por él.

Portada del libro, edición de 1968

La "ciencia ficción" que vemos en esta película no es estimulante visualmente ni sirve como marco de referencia para aventuras espaciales o enfrentamientos entre fuerzas militares galácticas. El hecho de que el protagonista sea Harrison Ford, conocidísimo por su papel en las películas de la saga Star Wars, quizá haya confundido a algunos espectadores y los haya empujado a la sala de cine, esperando ver a un nuevo Han Solo disfrutando de sus andanzas por la galaxia. Me hubiera gustado ver las caras de esos espectadores a la salida de la función.

Harrison Ford es el "blade runner" al que alude el título de la película.

¿Por qué digo que no es "estimulante visualmente" la ciencia ficción que vemos en "Blade Runner"? Porque esta película nos muestra una sociedad tecnológicamente avanzada, pero con los mismos problemas que tenía la sociedad de 1982 y quizá la sociedad de hoy. La lluvia y la oscuridad son casi permanentes y transmiten una sensación de desaliento, hartazgo y resignación. No hay casi colores plateados luminosos que nos hagan pensar en tecnología futurista brillante, eficiente y sofisticada, sino edificios y calles entre grises y oscuros, atestados de gente que vive ahí, que va y viene. Las personas parecen cucarachas recorriendo tranquilamente sus malolientes escondrijos.

La ciudad de "Blade Runner" luce mal iluminada, sucia, deprimente

En este entorno se mueve Deckard (Harrison Ford, 40 años al momento de estrenarse la película), que es un blade runner, es decir, un agente que se dedica a cazar "replicantes". ¿Y qué son los "replicantes"? Son androides fabricados por el ser humano para que hagan determinadas tareas, y que a partir de la serie Nexus-6 exteriormente son imposibles de distinguir de un ser humano verdadero. Bueno, sucede que a veces los "replicantes" toman conciencia de sí mismos y se rebelan, y para darles caza están los blade runners. En este caso un grupo de "replicantes" de la serie Nexus-6 se ha rebelado, protagonizando un motín con víctimas fatales, ha robado una nave y se ha infiltrado en el planeta Tierra, lluvioso y deprimente, como dijimos. Estos replicantes estaban en una de las colonias creadas por la Humanidad en el espacio, y eran usados como mano de obra barata.

Que la Tierra sea un lugar deprimente explica el hecho de que los seres humanos hayan preferido mudarse al espacio exterior y crear colonias; en la Tierra han quedado los que no pueden irse, o no quieren hacerlo. Los "replicantes" fugitivos tratan, pues, de pasar desapercibidos mezclándose con la muchedumbre apática, hundiéndose en el fango urbano. Pero no cuentan con la tenacidad de Deckard, un blade runner que de mala gana acepta hacer "un último trabajo" antes de retirarse.

El elenco es para alquilar balcones. Los replicantes amotinados están encarnados por Rutger Hauer, Daryl Hannah, Joanna Cassidy y Brion James. Hauer, nacido en los Países Bajos y estéticamente rubio de ojos azules (38 años al momento del estreno de la película), transmite una fuerza y voluntad que habría hecho las delicias de los dictadores racistas de la Europa del siglo XX. Nadie mejor que él para ponerse en la piel del replicante Roy Batty, quien a su vez sólo quiere ponerse en la piel de un humano común y corriente. Y no lo digo yo solamente, lo dijo el propio Philip K. Dick, quien alcanzó a ver algunos minutos de la película que se estaba filmando y describió al actor neerlandés como "perfecto" para el papel. Hauer venía de protagonizar varias películas en su país natal hasta que cruzó el océano y llego a los Estados Unidos. Allí interpretó al terrorista europeo Wulfgar, el villano que hizo temblar a Sylvester Stallone en la atrapante "Nighthawk" ("Halcones de la Noche", 1981). También interpretó a Albert Speer, el arquitecto de Hitler, en una de esas tantas interesantes películas europeas tan difíciles (o imposibles) de conseguir en la América Hispana ("Inside the Third Reich", 1982). Aunque siguió filmando en los Países Bajos, después de Blader Runner le llegaron jugosos contratos de Hollywood que él no desaprovechó.


Rutger Hauer ("Roy Batty") y Daryl Hannah ("Pris")

Daryl Hannah tenía 21-22 años cuando interpretó a la replicante Pris. La suya es una filmografía para ver sin juzgar, pues hay de todo. Yo sugiero verla interpretando a una sirena enamorada en "Splash" (1984) junto a ese todoterreno llamado Tom Hanks, y en "Kill Bill" 1 y 2 (2003-2004), en el papel de la asesina Elle Driver (tuerta pero fatal). Sigue en la lista Joanna Cassidy, actriz que apareció en papeles menores en series de TV como "Dallas" (1980), "Los Ángeles de Charlie" (1981) y "The Love Boat” (conocido como “Vacaciones en el mar” en España y “El crucero del amor” en Hispanoamérica, 1979) entre otros. Después de Blade Runner siguió filmando y se puede encontrar su nombre en muchísimas películas y series. El siguiente en la lista es Brion James, a quien conocí en esta película. Según lo que pude ver, ha sido un actor de reparto que ha trabajado en muchas series y películas, como "Little House in the Prairie" ("La Familia Ingalls"), "Chips", "Dinastía", "A-Team" ("Brigada A"), "Matlock" o "Miami Vice".

Párrafo aparte para la bella Sean Young (22-23 años durante la filmación de Blade Runner): no voy a decir nada más sobre su personaje. Aunque filmó muchas películas ahora elijo solamente mencionar "Fire birds" ("Águilas de fuego" o "Pájaros de fuego"), una película bélica-romántica al estilo Top-gun, estrenada en 1990 y que provocó debate en Argentina (mi país) porque estaba ambientada en el "desierto de Catamarca" gobernado por el "cartel de los Saadi". La polémica vino porque en Argentina hay una provincia llamada Catamarca, gobernada entonces por un clan de apellido Saadi. Y al final menciono a Edward James Olmos, famoso por interpretar a un apasionado profesor de matemáticas en "Stand & deliver" (traducido como "Lecciones inolvidables" en España y "Con ganas de triunfar" en Hispanoamérica, 1988). Pero para mí Edward James Olmos vivirá siempre en el papel del comandante Adama, en la muy recomendable "Battlestar Galáctica" (2003), nueva versión de un clásico de los años 1970. Ya que hablamos de ciencia ficción, hay que ver "Battlestar Galáctica" (2003) antes de morir, o todo habrá sido en vano. Bueno, quizás exagero, pero no mucho.

Volvamos a "Blade Runner" y hablemos del director: se trata de Ridley Scott, un inglés que por aquellos años (34 de edad) ya tenía a sus espaldas un éxito tremendo como "Alien" (1979). Sin embargo, tuvo muchos problemas al filmar Blade Runner, pues se enfrentó con prácticamente todo el personal involucrado en la filmación; al fin y al cabo, era un inglés dirigiendo a estadounidenses, con una forma de pensar y trabaja distinta a la suya. Hubo mucha tensión desde el primer día del rodaje, y había tanta ira flotando en el ambiente, que Harrison Fod, harto, estaba dispuesto a hacer hablar a sus puños apenas viera a Scott. Sea como fuere, Blade Runner fue un éxito y fue una importante razón para que Ridley Scott siguiera dirigiendo películas en Estados Unidos.

No puedo olvidarme de la banda sonora de esta película. Lo que quiero destacar es la pieza del final, correctamente titulada "End Titles" y compuesta por Vangelis, famoso compositor griego presente en muchas grandes producciones fílmicas del siglo XX. Como curiosidad debo decir que ese tema fue muy popular en Argentina, ya que un programa deportivo de la televisión estatal ("Futbol de Primera") lo usó como cortina a partir de 1988. Quizás esté proyectando, pero me parece que algo que no alcanzamos a apreciar en su justa medida en las películas es su banda sonora. Ustedes me dirán si es así o no.

Para concluir sólo quiero volver a referirme a esa sociedad reflejada en Blade Runner, pues al fin y al cabo la ciencia ficción no se trata de tecnología futurista sino de cómo las sociedades del futuro utilizan la tecnología a su alcance: la ciencia ficción gira siempre en torno a la Humanidad. Bueno, como sea, más allá de mostrarnos como Deckard intenta encontrar a los replicantes, esta película nos invita a mirarnos a nosotros mismos en esos transeúntes alienados, en esos ricachones en el fondo infelices, en esos replicantes a la búsqueda de sí mismos o de una solución que les permita escapar a sí mismos. Desde el año 1982 esta película, con su ciencia ficción penetrante, nos interroga.

Sean Young y Harrison Ford


jueves, 27 de agosto de 2009

Una adolescente embarazada

“Juno” (2007)


Esta es una película reciente que toca un tema espinoso: el embarazo de las adolescentes y las opciones que se les presentan. Dicho de otra manera: “¿qué hacer con el bebé que crece en mi panza?”

El guión pertenece a Diablo Cody; ustedes pensarán tal vez que es un nombre exótico, pero en realidad se llama Brook Busey, y es una mujer que ha producido y actuado. No hay mucho más para decir de ella, salvo que ganó un premio Oscar por el guión de esta película.

La historia se centra en Juno, una chica de 16 años que descubre con frustración que ha quedado embarazada. Ese es el resultado de un encuentro sexual con su amigo Paulie Bleeker, a quien ella frecuenta. A partir de allí se abre el momento de las decisiones, y la gran pregunta que figura en el primer párrafo de este post. Se trata de una situación inesperada y no precisamente pasajera, que puede cambiar su vida para siempre.

En varias ocasiones Juno aparece "fumando" una pipa vacía.

En el rol de Juno está Ellen Page, que tenía 20 años al momento de estrenarse la película. Es una de esas actrices que aparentan mucho menos edad, y se la ve perfecta en su papel de adolescente. Ha participado en muchos filmes desde que tenía 10 años, y no se ha limitado a un solo género; de hecho tal vez su participación más popular y reconocible por el público sea el personaje “Kitty Pride” que interpretó en “X-Men 3”, estrenada un año antes que “Juno”.

Ellen Page interpreta a una adolescente despreocupada y sin complejos, que parece tomarse la vida en forma muy relajada y con mucho humor. Tiene sus intereses y aficiones, que iremos descubriendo a lo largo del filme, pero la línea general que marca su conducta es el desenfado. Una situación de embarazo como la que a ella le toca vivir daría pie a un dramatismo muy intenso, con lágrimas y alocuciones llenas de histrionismo. Pero Juno lo toma como viene y en ningún momento se queda parada esperando que del cielo (o del infierno) venga la solución.

La primera acción es consultarlo con “el padre”, Paulie Bleeker, interpretado por Michael Cera. Cuando vemos a Bleeker en pantalla podemos llegar a sentir lástima por Juno, ya que el muchacho no tiene precisamente el aspecto del chico decidido y valiente que se hará cargo de la situación, protegiendo a su compañera en el trance. Bleeker es flaquito, con cara de vacilación, le gusta correr y tiene como vicio comer Tic Tacs: es un adolescente que vive su edad y no se le puede pedir que asuma el peso de la carga que lleva Juno y de la que ambos son responsables. De hecho, otros personajes se asombran de que él haya sido capaz de embarazar a una chica. Juno queda sola y decide no involucrar a Paulie en el asunto, pero no lo culpa.

Juno y su amigo Paulie Bleeker: ¿el amor es más fuerte?

La siguiente opción es el aborto. Busca en los clasificados y encuentra lugares donde hacérselo. En EEUU (no en todos lados) el aborto está legalizado y es como ir a sacarse un lunar; una solución simple para quienes entienden que el embarazo es un problema y que se puede matar a un bebé inocente, haciéndolo responsable de errores ajenos. Juno acude a un centro de abortos legales pero descubre, por motivos no tan altruistas como los que podría parecer, que finalmente quiere tener al bebé. Entonces aparece la opción de darlo en adopción, y este es el tema central de la película, porque aquí Juno conoce a la pareja que adoptará el niño por nacer.

Aunque el filme se centra en Juno y su embarazado, también dan vueltas otros temas, como su relación con Paulie Bleeker, con su padre (el de ella), y con los futuros padres adoptivos, Vanessa (Jennifer Garner) y Mark (Jason Bateman). Sobre estos últimos personajes diremos que son una pareja bien posicionada, joven y sin problemas económicos, pero que no han podido tener un hijo. Colocan un aviso en los clasificados, ofreciéndose para adoptar, y Juno los elige. Vanessa es obsesivamente prolija y atenta, mientras que Mark es más relajado e informal, y por estas razones Juno entabla un vínculo afectivo con él. La joven y exitosa pareja espera ansiosa un bebé, pero mientras crece la panza de Juno aparecerán otros desafíos para superar.

Vanessa y Mark deben lidiar con Juno y su embarazo, pero también con otros dilemas.

El filme me gustó por su desenfado, principalmente encarnado por Juno. Pero Bleeker no se queda atrás y también hay buenos roles secundarios, como Leah (Olivia Thirlby) la mejor amiga de Juno; también es convincente J.K. Simmons en el papel del padre de Juno. Cabe acotar que Simmons ha actuado en muchas películas y series, entre ellas podemos nombrar “ER”, “Nip/tuck”, “Law & Order” y todas las de Spider-Man, donde interpretó al irascible J. Jonah Jameson. Y como Brenda, su segunda esposa en “Juno” tenemos a Allison Janney, también cumpliendo muy bien su rol.

Quiero dedicar un párrafo para hablar del título de la peli, que es simplemente “Juno”. Pero al menos aquí en Argentina la han distribuido también como “La joven vida de Juno”. Pero hay ejemplos peores: en Perú la llamaron “Embarazada por accidente” y en México se pasaron, bautizándola “Juno: crecer, correr y tropezar” (¡¡¡!!!). Horribles nombres alternativos, todos ellos. Me pregunto quiénes y por qué sienten la necesidad de no respetar el título original de tantas películas. Me vienen a la memoria ahora varios ejemplos: ya que hablamos de embarazos no deseados, hay una comedia titulada “Knocked Up” (algo así como “Que golpe” o algo por el estilo) y que rebautizaron “Ligeramente embarazada”. O recordemos esa buena comedia con Tom Hanks y Meg Ryan, que titularon “Sinfonía de amor” cuando en realidad se llamaba “Sleepless in Seattle” (el insomne en Seattle); o el drama bélico “Flags of our Fathers” (las banderas de nuestros padres) al que renombraron “La conquista del honor”. Es decir, nada que ver. A “Million Dollar Baby” la titularon también “Golpes del destino”, pero al final el título original se impuso, por suerte. Es ridículo cambiar el nombre original de un filme, ya que los realizadores de este lo han nombrado así por algo. El nombre es parte importante del filme, y debería hacerse una traducción literal toda vez que sea posible. Por suerte “Hulk” y “300” se salvaron del re-bautizo: podrían haberlos llamado “Furia color verde” y “Morir por Esparta”, o alguna pavada por el estilo.

Bueno, ya hice catarsis. Recomiendo a vosotros la película “Juno” por su original planteo de un tema que ciertamente no es fácil. Buenas actuaciones, bastante humor cínico, una cuota de dramatismo y algunos momentos en que se toman decisiones personales importantes. Es un combo para aprovechar.

martes, 7 de julio de 2009

Las naciones sean unidas

“Mi mejor enemigo” (2005)


Ese año fue difícil, en mi barrio había desconfianza, temor, hubo amigos que dejaron de hablarse, otros fueron detenidos y no los vimos mas. Exilio, la palabra comenzó a rodar, en medio de todo eso estaba yo, un pelado conscripto.”

Así comienza, con un relato en off, la película “Mi mejor enemigo”, un filme interesante por animarse a plantear un tema que (por lo que sé) no había sido abordado por el cine de los países involucrados: me refiero al conflicto limítrofe de 1978 que casi llevó a Argentina y Chile a la guerra. En efecto, el tema figura de pasada en los textos educativos y es poco lo que hay en materia audiovisual, aunque recientemente en Argentina se lanzó a la venta la “Trilogía de la Memoria”. Se trata de una serie de documentales que aborda el período 1973-1983, centrándose en el gobierno de la última dictadura de Argentina; la segunda entrega se titula “Operativo Soberanía” y trata el tema del conflicto de 1978. Es el material más completo que existe en Argentina sobre el tema, aunque debo advertir que muchas imágenes son “impostoras”: por ejemplo, cuando hablan de la flota argentina que navega hacia el Estrecho de Magallanes muestran ¡imágenes de la flota británica en operaciones durante la guerra de Malvinas en 1982! Lo mismo podemos decir de la mayoría de las imágenes que muestran soldados y armamento: no son imágenes originales de la época.

A pesar de este yerro (comprensible, por otra parte, pues quizás no tuvieron acceso al material original) es un documental recomendable. Completan la trilogía el volumen 1 (“El golpe”) y el volumen 3 (“Malvinas: la retirada”). En Argentina se consiguen todavía en kioskos de diarios y revistas, a $24,90 cada uno, y los he visto en los locales Musimundo a $60 el pack completo. Estos documentales están presentados/narrados por Gastón Pauls y fueron emitidos en el canal History Channel hace unos años.


Pero volvamos a “Mi mejor enemigo”. La historia de la realización de esta película comienza en el año 2000, cuando el chileno Alex Bowen elaboró el guión y lo tituló en un principio “hombres de diciembre”. La productora de Bowen (Alce Producciones) se alió con su homóloga argentina Matanza Cine, y entre ambas consiguieron sumar a la española Wanda, para distribuir la película en Europa. La propuesta de Bowen logró financimiento del gobierno Chileno a través del Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura

Bowen conversó con “veteranos” chilenos de la casi-guerra de 1978 y pudo recrear más fielmente las condiciones en que estuvieron los soldados movilizados en aquella oportunidad. Y aunque su idea era contar una historia más intimista, sin grandes masas de soldados en pantalla, necesitaba apoyo castrense para su proyecto. Con paciencia logró que el Ejército de Chile y las otras fuerzas armadas se involucraran, lo que significó el aporte de extras, equipamiento, uniformes y armas. Además, el ejército instruyó a los actores para que actuaran como verdaderos soldados.

Hablemos ahora de la trama del filme. En diciembre de 1978 la guerra está a las puertas y el soldado conscripto Rojas (Nicolás Saavedra) es enviado a Punta Arenas, donde se concentran efectivos militares chilenos a la espera de una ofensiva argentina sobre el Estrecho de Magallanes y el Canal de Beagle. Desde allí es enviado en una patrulla hacia la borrosa frontera para realizar un reconocimiento y regresar “sin novedad” a su base. Dicha patrulla está mandada por el sargento Ferrer (Erto Pantoja) y la integran, además de Rojas, los reclutas Salazar (Pablo Valledor), Almonacid (Andrés Olea Rebolledo), Mancilla (Juan Pablo Miranda) y el soldado, aparentemente voluntario, Orozco (Víctor Montero). Tras acampar en una desolada estancia y encontrar allí una perra abandonada, la patrulla se extravía en medio de la pampa; con su brújula rota y el riesgo de dar vueltas sin encontrar rumbo, Ferrer y sus hombres reciben la orden de establecer una posición y esperar a que los rescaten.


Cuando están allí descubren que una patrulla argentina también ha establecido una posición a pocos metros. La alarma y tensión que ocasiona este descubrimiento dejan poco a poco paso a otras sensaciones. Los hombres de Ferrer no están seguros de dónde se encuentran, si en territorio de Chile o de Argentina, y en tiempos como los que se viven, un pequeñísimo incidente puede precipitar la guerra. Pero junto a estos cálculos militares, los chilenos descubren que los de la patrulla argentina atrincherada frente a ellos son los únicos seres humanos en decenas de kilómetros a la redonda: son los únicos vecinos que tienen. Allí comienza el intercambio de productos típicos de la vida del soldado: sal, cigarrillos, un póster de una mujer desnuda, penicilina para un herido chileno que se ha accidentado torpemente. Al principio el contacto se establece a través de la perra que acompaña a los chilenos, pero cuando esta se empaca en una de sus misiones de correo de trinchera a trinchera, Rojas se anima a ir hacia los argentinos. Eso da el puntapié para que los hombres se mezclen a pesar de sus uniformes.

La película es contada siempre desde la perspectiva del soldado recluta Rojas, así que la mirada que se hace es desde el punto de vista chileno; pero esto no significa que el filme caiga en el chauvinismo nacionalista ni que pretenda justificar la postura chilena en el conflicto. Por el contrario, se hacen varias referencias a la inutilidad de la disputa por la soberanía en el Beagle y se marca que los soldados enviados al frente son en su mayoría de las regiones centro y norte de Chile, que nada saben del territorio que se está disputando. Asimismo, las anécdotas sobre el país enemigo (Argentina) demuestran a los chilenos que tienen pocas razones para ir a la guerra contra gente con la que comparten el trabajo, el clima y las costumbres.



Por el lado de los argentinos, la patrulla está dirigida por el sargento primero Enrique Ocampo, encarnado por Miguel Dedovich, un actor argentino de larga trayectoria: solo citaremos su exquisita interpretación del francés devenido en rey de la Araucania y la Patagonia, Antoine de Tounens en “La película del Rey” (1986). Secundándolo al mando de la patrulla está el cabo Alberti, interpretado por Jorge Román, a quien vimos en la pantalla grande interpretando a un policía en “El bonaerense” (año 2000). En general, los argentinos aparecen como fanfarrones, y predomina en ellos la tonada porteña (de la ciudad de Buenos Aires). Lamentándolo mucho, los argentinos tenemos fama de arrogantes, así que no podemos quejarnos del retrato que nos hacen en esta película. Y debo decir que lo que se ve en la pantalla se parece bastante a la realidad, en mi opinión.

La película transcurre entre esas dos trincheras perdidas en medio de la pampa; el espectador nunca puede saber de qué lado de la frontera están ambas patrullas: los protagonistas chilenos no lo saben, y no se dice si los soldados argentinos lo saben. En ese espacio abierto y vacío se van sucediendo episodios de color: el intercambio de productos, el humor, el fútbol, un asado, las canciones. En ambos bandos hay soldados que se niegan al encuentro: entre los chilenos es Orozco, y entre los argentinos es el cabo Alberti; pero de a poco la guerra posible se hace lejana para esos hombres. No obstante, hay comunicaciones por radio y parece que finalmente las fuerzas armadas de Argentina van a atacar para conquistar la soberanía que las negociaciones le han negado.

La película tiene un ritmo lento y dos cosas crecen juntas en la trama narrativa: la amistad entre las patrullas extraviadas, y la sensación latente de una guerra que se aproxima. El contrapunto entre ambas funciona bien, aunque los espectadores de Chile y Argentina ya sabemos que no hubo guerra. El final del conflicto entre las naciones lo conocemos, pero lo que sucedió con esos soldados enemigos que se hicieron amigos solo podremos saberlo viendo la película. En ese sentido fue un acierto contar la historia de soldados anónimos: se asegura la novedad en la trama de los hechos.



Al final se escucha una canción muy conocida en Argentina y difundida también en Aérica Latina: “Solo le pido a Dios”, de Leon Gieco, aunque en esta ocasión la interpreta un grupo pop chileno, “Javiera Parra y Los Imposibles”. No entiendo de música, así que no voy a opinar.

Solo me resta decir que la peli se filmó en Punta Arenas (hay escenas) y parece que el Ejército de Chile prestó unos campos para muchas escenas. Aunque la mayor parte de la película muestra el particular “frente de trincheras” donde conviven ambas patrullas, otras escenas nos llevan a la retaguardia chilena, donde se hacen preparativos para resistir el ataque argentino. Hay blindados M113, un tanque M-60, y cazas A-37 rodando en la pista, y los soldados chilenos rezan y se encomiendan a la Virgen del Carmen ante la inminencia de una ofensiva militar de su enemigo. En esta retaguardia hay un personaje más, no menos importante: el teniente Riquelme, interpretado por Felipe Braun, un actor de fama en Chile. Y un párrafo le dedicamos a la bella Fernanda Urrejola, la chica de barrio de la que el soldado Rojas está enamorado y a la cual recuerda todos los días.


Mi mejor enemigo” es una película de reconciliación entre dos pueblos que han tenido momentos de extrema tensión en su historia a raíz de problemas limítrofes. El filme hace honor a la realidad cuando muestra que argentinos y chilenos tenemos muchas cosas en común, y que no vale la pena sacrificar eso en una guerra, si se puede solucionar dialogando.

jueves, 14 de mayo de 2009

El dolor, la verdad y la reconciliación

“In my country” (2004)


Esta es una película muy recomendable para todos quienes se interesan en esto que se conoce como “guerra sucia”; lamentablemente hay muchísimos casos para estudiar, y mi argentino país no escapa a las generales del caso. De hecho, la peli me interesó por los paralelos que podía trazar entre lo que contaba la ficción y lo que pasó en este hermoso y ensangrentado país del Cono Sur.

Aunque también se la titula “Country of My Skull” (literalmente “país de mi cráneo”), su título alternativo es “In my country” (literalmente, “En mi país”). Está basada en un libro escrito por la poetisa y periodista sudafricana Antjie Krog.

La película está ambientada en Sudáfrica, a los pocos años de que se aboliera allí el nefasto apartheid, implantado medio siglo antes por los blancos “boers” (descendientes de los colonos holandeses). Recordemos que este término designaba al sistema por el cual la minoría blanca de Sudáfrica tenía el monopolio de todos los resortes de la política, el gobierno y la sociedad en su conjunto. La población negra estaba confinada a tareas marginales, solo se le permitía una educación muy básica que le resultaba insuficiente para aspirar a empleos o puestos calificados. Como resultado, los espacios de poder le estaban negados, por lo cual no tenía manera de cambiar legalmente el sistema para obtener justicia. Sin educación y sin oportunidades, los negros (o “gente de color” como eufemísticamente dicen ahora) estaban dominados. Este sistema incluía detalles como la segregación cotidiana: un negro no podía compartir ciertos espacios públicos (como el transporte urbano o un banco en una plaza) con un blanco. Esto era el Apartheid, siglo XX después de Cristo. Quien quiera saber más, vea la Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Apartheid

El caso es que este sistema llegó a su fin a mediados de la década del 90: el presidente blanco Frederik de Klerk asumió que había que dar vuelta la hoja e inició un proceso de reformas políticas que llevó a que en 1994 accediera a la presidencia el líder negro Nelson Mandela (premio Nobel de la Paz por su resistencia no violenta contra el Apartheid). En ese mismo año Mandela creó la llamada “Comisión para la Reconciliación y la Verdad”, y allí es donde comienza el filme.


Gran parte del filme transcurre durante las sesiones de la Comisión para la Reconciliación y la verdad"

Anna Malan es una periodista blanca, “boer”, obviamente, pero comprometida con el cambio que vive Sudáfrica. Su familia no está muy contenta con el fin del apartheid, porque opinan que los negros no están capacitados para conducir el país. Ana piensa distinto y se va a cubrir las sesiones de la Comisión para la Reconciliación y la Verdad. Esta Comisión tiene como objetivo esclarecer los casos de violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el Apartheid, principalmente sobre torturas y asesinatos sufridos por la población negra. Pero también hay victimas blancas, pues para luchar contra los boers se infiltraban guerrillas negras desde los países limítrofes, que también cometieron abusos. Como se ve, el tema es espinoso y aquí es donde yo empiezo a establecer paralelos con lo que vivimos en Argentina y el resto de América del Sur durante largas décadas.

Anna (encarnada por la exquisita Juliette Binoche) viaja por todos los pueblos donde la Comisión va recibiendo denuncias y escuchando testimonios de atrocidades. En ese periplo Ana se encuentra con Langston Whitfield (Samuel L. Jackson), un periodista estadounidense que ha viajado para cubrir la labor de la Comisión. Al principio chocan, ya que Whitfield, por ser negro, siente que todos los blancos acusados de crímenes deberían ser castigados con la máxima, y mientras más, mejor. Ana, aunque defiende la idea de una Sudáfrica con igualdad de oportunidades para todos, opina que el camino está en la reconciliación, no en el castigo a mansalva: para eso hace falta perdonar, aunque duela. Anna se lo dice sin rodeos a Whitfield cuando se conocen: “no podemos saltar a un avión e irnos: debemos aprender a vivir juntos”.

Samuel L. Jackson y Juliette Binoche interpretan a dos periodistas: un norteamericano negro y una sudafricana blanca.

¿Es posible perdonar, cuando cada atrocidad que se expone a la Comisión supera a la anterior? ¿Quedar sin castigo los crímenes es justo? ¿Castigar no aviva rencores? Son preguntas que el espectador puede hacerse mientras corre el filme. La Comisión va de pueblo en pueblo, se instala en escuelas o salones comunitarios y allí escucha a quienes tengan acusaciones para hacer, y escucha también los alegatos de los acusados, que solicitan amnistía a cambio de admitir sus crímenes. Hay represores cínicos y hay otros que afirman estar arrepentidos, pero lo impactante es la actitud de las victimas. Yo me quedé con la sensación de que, en todo su dolor y su justa necesidad de justicia (valga la redundancia), las victimas no caían en el facilismo, sino que mantenían una dignidad intachable.

El represor De Jager representa el rostro más cruel del Apartheid.

La película sigue la labor de la Comisión, pero también las emociones de Anna y Whitfield, en lo tocante a la revelación de tantas verdades atroces como también a lo que sucede entre ellos. Anna está casada con un boer que es buena gente, y que la espera en casa mientras ella viaja; mientras que Whitfield tiene una familia en EEUU. Pero son un hombre y una mujer, ante todo. Junto a ellos viaja un simpático chofer negro, Dumi, que oficia de nexo entre las realidades de ambos personajes.

La intención del director John Boorman (inglés) es retratar la búsqueda de la verdad que hacen los sudafricanos, aunque en esa búsqueda deban mirar al horror a la cara. Es lo que hace Whitfield al entrevistar al siniestro represor De Jager (Brendan Gleeson), quien relata detalladamente sus acciones durante el apartheid. Sobre esa búsqueda se insinúa la necesidad de perdonar y de hecho es lo que se propone la Comisión para la Reconciliación y la Verdad: todo represor o criminal que confiese sus crímenes y se declare arrepentido puede solicitar la amnistía gubernamental, aunque es tarea de a Comisión establecer si esta amnistía se otorga o no. Difícil tarea, y en principio uno puede pensar “nada de amnistía: juicio y castigo, ni olvido ni perdón”. Pero no es tan fácil, porque victimas y victimarios están entremezclados, y hacia el final de la película se van cayendo algunas máscaras. Finalmente Anna hace la confesión: “yo sabía cosas, todos sabíamos cosas… pero no los detalles

Juliette Binoche está esplendida con sus cuarenta años: ¡que mujer bella! Hay una escena de baile que su personaje tiene con Dumi que nos permite apreciarla en toda su belleza. Samuel L. Jackson está bien en su rol del inconforme y rencoroso Whitfield, y Brendan Gleeson también cumple, dando vida al represor De Jager, que también solicita la amnistía, pues confiesa sus crímenes y se ampara en la “obediencia debida”.

Esta película me gustó principalmente por el retrato que hace de algo tan delicado como es la búsqueda de la verdad. Cuando esa verdad sale a la luz en toda su horrorosa dimensión ¿qué se hace? Me impresionó el concepto de “perdón”, que nace del concepto humanista africano ubuntu: el perdón no es olvido, sino reparación para restablecer una unidad rota por una mala acción. Es muy distinto de nuestro concepto occidental de crimen=castigo.

Decía que me interesaba establecer el paralelo entre lo que dice la película y lo que sucedió en Argentina. Aquí también hubo violaciones a los derechos humanos durante la década de 1970 y parte de los 80. En 1983 el flamante gobierno democrático instauró una comisión para esclarecer esos abusos, y el resultado fue el informe “Nunca más” y el juicio a las Juntas Militares. Muchos dicen que fue insuficiente, y que se absolvió a muchos militares subalternos que se ampararon en el concepto de “obediencia debida” (ellos solo "ejecutaron ordenes"). Dicen que se debería haber hecho un castigo más amplio y severo, y se niegan al olvido. “Hay que tener memoria”, dicen. En este punto me parece importante reflexionar sobre la utilidad de mantener latentes tantos odios y rencores; porque con esos condimentos la justicia ya no es justicia, es venganza. Y la venganza, como el odio, no resuelve el problema.

viernes, 27 de febrero de 2009

Elogio del mejor amigo

“Marley and Me” (2008)



Originalmente había pensado comentar otra película en esta ocasión, pero sucede que fui al cine y quedé muy satisfecho con este filme que ahora nos ocupa.

Se trata de una historia sobre el perro y el ser humano. Normalmente no veo películas que tengan como protagonistas a animales, pues suele suceder que se orientan a comedias muy disparatadas (como perros que juegan al futbol, basquet, voley, etc) o historias lacrimógenas, y no me gusta que me hagan llorar. Con “Marley and Me” hice una excepción porque ese día quería ir al cine y ya no me coincidían los horarios para ver otra cosa.

Se trata de una historia verdadera o “basada en una historia real”, la de un columnista de un importante diario norteamericano, papel interpretado por Owen Wilson. Este sujeto (John Grogan) se casa con Jenny (Jennifer Aniston), que también es periodista. A partir de aquí la película nos irá mostrando las dos facetas a que deberá atender, como cualquier mortal, Gohn Grogan: familia y trabajo. Aunque en la vida real ya son maduritos (Wilson tiene 40 y Aniston 39), los protagonistas recién casados deciden dejar los hijos para más adelante, cuando logren estabilizar su nuevo hogar. Aquí es donde Grogan tiene la idea de comprar un cachorro a su esposa, para suplir la ausencia de niños en la casa. Y “Marley” entra en escena.


Sucede que este perro es hiperactivo. Ya desde cachorro se destaca y pone a prueba a sus dueños: incluso la vendedora lo deja en rebaja con tal de sacárselo de encima. De aquí en adelante veremos a “Marley” crecer en tamaño pero nunca en seriedad; crea problemas a cada paso, mordiendo, rompiendo cosas, jalando de la soga, atropellando a la gente. Grogan y su esposa, lejos de hacer como hacen muchos desalmados que abandonan animales en la autopista, hacen de tripas corazón y se arman de paciencia. “Marley” se integra así en la familia, y aunque nunca dejará de dar problemas, es un miembro más. Los amantes de las mascotas podrán entender cómo es que Grogan y Jenny incluyen a “Marley” de tal forma en sus vidas; es que para los “mascoteros” la compañía de un animal a veces es muy valiosa, y la mirada expresiva de este no necesita palabras para decir más.
Con el tiempo la familia se va a ir ampliando, con la llegada de los postergados hijos, pero “Marley” no pierde espacio sino todo lo contrario. La película es un ejemplo de cómo un animal puede llegar a ser miembro pleno de una familia, y aunque la película no abandona el tono de comedia, hacia el final será la emoción la gran protagonista.

Wilson y Aniston componen personajes creíbles. Él es ideal para la comedia y las situaciones disparatadas, mientras que ella, aunque también es comediante de calidad, en este caso pone en escena un personaje más centrado y calmo, incluso con dramatismo; y no es para menos, porque con la llegada de los hijos las cosas se complican y ella debe optar por su trabajo (al cual ama) o su hogar, lo que supone todo un sacrificio. Aniston no pierde esa belleza que nos viene ofreciendo desde “Friends” y que la llevó a ganarse el mote de “la novia de América”. De hecho, fue la segunda gran razón por la cual decidí ver esta película. Confieso que la inmortal “Rachel Green” de “Friends” me tiene cautivado.


La adopto, la llevo, le doy casa y comida, la saco a pasear, la malcrio, me gasto el sueldo, todo.

El resto del elenco cumple: los hijos de la pareja están bien, hay algunos vecinos que aparecen por ahí. No hay mucho por destacar, porque el perro, Wilson y Aniston son los grandes protagonistas. Eric Dane interpreta a Sebastian, amigo y compañero de trabajo de Grogan; de hecho, Grogan anhela ser reportero como Sebastian y no columnista, de modo que una sana envidia lo ataca cuando Sebastian cuenta los reportajes en que se embarca. El actor Eric Dane ha trabajado en varias películas, pero no recuerdo haberlo visto antes. Interpretando a Arnie Klein, el jefe y también confesor y amigo de Grogan, está Alan Arkin, un buen actor de reparto. Yo lo recuerdo en “Rendition” (2007) y en “Little Miss Sunshine” (2006) aunque tiene un montón de películas en su haber.

Quiero dedicar un párrafo a Kathleen Turner, quien supo encarnar personajes que desbordaban sensualidad y atracción, como en “Cuerpos Ardientes” (Body Heat, 1981) o “Dos bribones tras la esmeralda perdida” (Romancing the Stone, 1984, con Michael Douglas). En esa época estaba entrando a los treinta y su físico constituía un plus en la pantalla; pero una década después, en “Friends” encarnó a ¡un travesti moreno! que era el papa de Chandler. Y en esta película la Turner, con 55 años encima, hace el papel de una vieja decadente que entrena perros: como dice el tango “doy vuelta la cara y me pongo a llorar”.



Marley and Me” es una buena película para pasar el rato y para aprender que se puede convivir con una mascota problemática. Al mismo tiempo se pueden contemplar las dificultades propias de un hogar donde el tiempo, el trabajo y los niños (amén del perro) requieren paciencia y sacrificios; la pareja de John y Jenny es una pareja ideal, se aman, se apoyan, y edifican un hogar sobre sólidos pilares. Parece demasiado bueno para ser verdad, pero hay parejas así.

sábado, 31 de enero de 2009

En memoria de dos enamorados

“Camila” (1984)

Esta es una película argentina que surgió en la época posterior al retorno de la democracia en Argentina. En esa época llegaron a la pantalla grande varios tipos de película: había películas del “destape”, que solo se entienden si se tiene en cuenta la censura que ejerció el gobierno militar para proteger, decía, la moral y las buenas costumbres; entonces, con la democracia se hicieron las películas del destape, donde lo más importante es que hubiera malas palabras, groserías, referencias al sexo y unos cuantos desnudos. Otros filmes tenían la pretensión de mirar el país, su pasado y su presente, su esencia; en esa veta está el cine simbolista, pesado y aburrido por momentos. Luego había títulos que pintaban a la sociedad argentina del pasado reciente, como “No habrá más penas ni olvido”, “Los chicos de la guerra” o “La Historia Oficial”; y también películas que trataban temas lejanos en el tiempo, como “La Rosales”, “Asesinato en el Senado de la Nación” o “El general y la fiebre”. Y aquí incluyo a “Camila”.

Estrenada en 1984 de la mano de la directora María Luisa Bemberg, una de las glorias del cine argentino, este filme contaba en versión libre una historia real sucedida en Buenos Aires durante el segundo largo gobierno de Juan Manuel de Rosas: un sacerdote y una joven de buena familia de la sociedad porteña se enamoran y huyen para vivir ese amor prohibido. Como es posible que lectores de otros países (y seguramente también muchos de Argentina) no conozcan la historia y quieran ver el filme, no voy a contar el final. Pero el guión se atiene a los sucesos históricos.

La dirección, como ya dije, estuvo a cargo de María Luisa Bemberg, quien falleció en 1995. Esta mujer filmó películas de época, un género no muy frecuentado en Argentina, y menos que fueran protagonizadas por mujeres. Bemberg tiene una trilogía interesante que arranca con “Camila”, continúa con “Miss Mary” y concluye con “Yo, la peor de todas”. “Miss Mary” trata acerca de una institutriz inglesa y su relación con una acomodada familia argentina. Fue protagonizada por Julie Christie, una inglesa de verdad que también estuvo en películas de Hollywood, como “Troya” (Thetis, la mamá de Aquiles) o “Harry Potter y el Prisionero de Azkaban” (Madame Rosmerta). En cuanto a “Yo, la peor de todas”, cuenta la vida de la monja Sor Juana Inés de la Cruz, quien vivió en Nueva España (México actual) en el siglo XVII. Este papel estuvo interpretado por la española Assumpta Serna. Es importante decir que Maria Luisa Bemberg, además de dirigir esta trilogía, escribió el guión de cada filme; por lo tanto lo que sale en pantalla es producto de todo el trabajo y la pasión de esta espléndida mujer.

Decía que las películas de época no son muy abundantes en la filmografía argentina, y menos las épicas; después de “Camila” y las películas de su generación no hubo más películas de época, salvo un corto estrenado en 2008 que cuenta “El combate de San Lorenzo”. Una lástima, porque hay historias muy interesantes para contar, como esta. En “Camila” la escenografía está muy bien cuidada, así como los ropajes y la representación de las costumbres. Así y todo no hay espectacularidad en los escenarios; olvidémonos de cámaras aéreas que nos den un enfoque cenital, o panorámicas que abarquen el horizonte, o cámaras que sigan a los protagonistas puerta a puerta o escalón a escalón. Eso está bien y es lindo, pero no es imprescindible. La Bemberg demuestra que cuando la historia está bien contada, los trucos visuales no son necesarios.

Esta película es una coproducción entre Argentina y España. Me llamó la atención, pues generalmente cuando los europeos financian películas argentinas es para que se cuenten historias de pobreza, miseria, tristeza y cosas así que confirmen la idea de que efectivamente nosotros estamos en el Tercer Mundo. En este caso las firmas que aparecen asociadas son GEA de Argentina e Impala de Madrid; y la coproducción alcanza para colocar a Imanol Arias en un rol protagónico que sin duda beneficia a la película.

Arias interpreta al sacerdote Ladislao Gutiérrez, el cual en 1847 llega a Buenos Aires y como era costumbre es presentado a lo mejor de la alta sociedad; allí conoce a la familia de Adolfo O’Gorman y a la hija de este, Camila O’Gorman, a cual es una romántica empedernida, sobre todo gracias al contacto con su abuela, a la cual apodan “La Perichona”. Resulta que esta abuelita está, por decirlo así, en “arresto domiciliario”, recluida en la estancia de los O’Gorman; allí vive año tras año recordando al trágico amor de su juventud: el virrey Santiago de Liniers, ya fallecido. Pero Liniers no murió por amor, fue fusilado 37 años atrás por defender la causa española en las provincias del Río de la Plata, de las cuales había sido virrey y a las cuales había defendido contra las intentonas británicas. En este punto, alrededor de La Perichona, es donde Bemberg se toma licencias en el guión, pues las fuentes que consulté no mencionan que estuviera recluida, sino que vivió en su propia casa quinta y no en la de su hijo Adolfo. Como sea, Liniers y La Perichona se amaron apasionadamente, y la muerte de él la dejó a ella sola con el recuerdo de ese amor, recuerdos que se convirtieron en locura con la reclusión; pero en Camila encontró una confidente y una discípula a la cual enseñó que el amor puro es lo más importante de esta vida.

De hecho, Camila tiene pretendiente (“el mejor partido de todo Buenos Aires”, como le dice una de sus hermanas) y se llama Ignacio, pero ella no quiere el mejor candidato, sino el amor. Eso no encaja en el ambiente patriarcal que reina en la familia y en el país; en efecto, don Adolfo O’Gorman (magistralmente interpretado por Héctor Alterio) manda con mano de hierro y ya bastante sufre con la historia pasada de su madre la Perichona. Y en el país manda don Juan Manuel de Rosas, que conduce con mano de hierro los destinos de las provincias argentinas a pesar de que es solamente gobernador de una de ellas (Buenos Aires). Rosas ha sido ungido como “restaurador de las leyes” y para él la tradición y las costumbres autóctonas son lo único válido; todas las ideas de afuera tienen un tufillo raro.

Y precisamente de afuera se van colando entre esas ideas nuevas, el Romanticismo, que pregona la búsqueda del amor y desdeña otros valores. En un pasaje de la película, Camila lee un libro de Echeverria conseguido clandestinamente, ante la mirada aburrida de su pretendiente Ignacio. Bemberg elije ese ángulo para contar la historia, la del amor romántico entre dos seres que son perseguidos por la tragedia que significa no poder vivir su amor. Eso era el romanticismo original: amor y tragedia.


Rosas mantiene el orden con métodos, digamos, “poco ortodoxos”: de noche se escuchan gritos en las calles y a través de las ventanas pueden entreverse en las calles patrullas de milicianos que gritan “¡Viva la Santa Federación!” y desaparecen. Son los “agentes del orden”, cuya presencia nocturna es seguida al amanecer por la aparición de cuerpos sin vida. Aquí el filme traza un paralelo con la represión ilegal ocurrida durante la dictadura de 1976-1983, cuando “grupos de tareas” secuestraban sospechosos que se perdían para siempre o aparecían muertos por ahí sin explicación. En ambos casos el miedo se asomaba a través de las ventanas, sin atreverse del todo a ver qué pasaba en las calles.

Camila es interpretada por Susu Pecoraro, tal vez en la mejor interpretación de su carrera. Gracias a ella vemos a una Camila comprometida con el amor, buscándolo mientras reparte ternura a su alrededor, y la vemos enamorarse con el alma entera. Ella no duda un instante cuando encuentra el amor, y su convicción es tal que enfrenta todos los obstáculos, incluyendo la resistencia de Ladislao. Susu e Imanol Arias forman una pareja que se complementa a la perfección, y junto con Héctor Alterio sostienen la película entera.

Completan el repertorio: Carlos Gallardou, interpretando a Eduardo O’Gorman, el sacerdote hermano de Camila; Boris Rubaja en el papel de Ignacio, el pretendiente de Camila; y Juan Leyrado como José María, miembro de la rosista Sociedad Restauradora y pretendiente de otra de las niñas de la familia O’Gorman. Todas las actuaciones son sólidas y crean un buen cuadro de la época, ayudados por la recreación histórica. La sociedad de ese entonces, con su apego a las normas estrictas y a la importancia de mantener las apariencias, no tenía espacio para los jóvenes enamorados. Camila solo quería amar sin dañar a nadie, quería estar con Ladislao; pero todos se cebaron en ella y en castigar el amor.

Una historia real que podría haber sido una historia de tantas, pero que el destino tocó de una manera especial, a tal punto que vive hoy en la memoria. Quien vea la película entenderá por qué.

miércoles, 14 de enero de 2009

Despertar adolescente en el franquismo

“El año de las luces” (1986)


Esta es una de esas películas españolas que llegaron a Argentina en mi niñez tardía y preadolescencia. La vi por televisión y vagamente recordaba algunas escenas, mezcladas con otras de filmes diferentes. Ahora que Internet se multiplica, inundando cada vez más regiones del globo, incluyendo el muy nuestro Tercer Mundo, uno puede bucear en pos de sus recuerdos y traerlos de nuevo ante los ojos. En este caso ansiaba ver esta película con mirada de adulto para poder captar simbolismos e información que por la que edad que tenía en aquel entonces se me escaparon. Y entonces, he aquí “El año de las luces”.

En este filme se combinan grandes temas del cine español: el erotismo, la Guerra Civil y la infaltable galería de personajes típicos. El responsable de esta mezcla es Fernando Trueba, un director que tiene en su haber algunos de los más resonantes títulos del cine español. En esta ocasión decidió poner su talento en la mesa para filmar la historia de…su suegro. Pero vamos por partes. Trueba, siendo joven, había conocido a un “tío” (como dicen en la Península) ya entrado en años, un tal Manolo; este Manolo le contó historias de su juventud y Trueba quedó prendado del relato. Años después Trueba hizo carrera en el cine y consiguió arrancarle a Don Manolo una hija en casamiento, pasando a ser de la familia; y llegó la oportunidad de contar la historia en forma de película. Y para rubricar toda este génesis, la película inicia con una sencilla dedicatoria: “A Manolo”.

En la pantalla, Manolo (encarnado por Jorge Sanz) es hijo de un soldado caído en combate durante la Guerra Civil; entonces un tío, enrolado en las triunfantes tropas del bando Nacional, lo envía a él y su hermanito Jesús a un internado en el campo, en la frontera con Portugal. Aunque se trata de un hogar para niños, y Manolo tiene 16, no hay otra cosa. Allí van desfilando los personajes: la encargada del hogar, un férrea y sensual mujer que incluso ha combatido en las filas de los Nacionales; la clásica maestra avejentada y tradicionalista; el cura bonachón y de pocas luces; el viejito adorable que se vuelve “maestro de la vida” del joven Manolo; las cimbreantes empleadas del hogar, entre las cuales no falta una que sea picarona y de corto ingenio . Como es previsible, Manolo ira descubriendo a estos personajes a través de su rebeldía juvenil: con doña Tránsito (la maestra tradicionalista) va a chocar; Don Emilio será su escape al mundo de la fantasía, porque el viejito le habla de su caudillo Durruti (¿el Che Guevara de los progres españoles?) y le presta libros; con las empleadas se entabla la comunicación erotizada, a medida que Manolo va dando rienda suelta a sus ganas de probar la carne femenina. Finalmente, aparece la chica de la historia (Maribel Verdú), de la cual Manolo se enamora.

Me parecieron personajes muy típicos y que se vieron o verían en otros filmes: Manolo Alexandre, que compone a Don Emilio, casi repite su papel en otra película que se llamó “Así en el cielo como en la tierra”. En este filme también estuvo presente Chus Lampreave, la “Doña Tránsito” de “El Año de las Luces”, y también hay gran similitud entre los personajes de ambas películas. Jorge Sanz, el actor que interpreta a Manolo, no logra hacer un papel diferente en “Belle Epoque”. La sensación que me quedó es que Trueba no quiso contar una historia diferente u original sino una historia con los lugares comunes del cine y la cultura española.

Lo que se destaca es la grandiosidad de los escenarios naturales en que fue filmada, puro campo. Eso es bueno cuando uno ya está harto de ver películas urbanas como las que hacen mis compatriotas de Buenos Aires, donde toda la acción eternamente transcurre en esa amada y detestada ciudad argentina. Los escenarios naturales ayudan a sentir un viaje hacia lo profundo de España, no solo en la geografía sino en lo simbólico. Trueba define a la atmosfera como asfixiante “que pesa como una loza”; es lógico que piense así ya que él no comulga con el franquismo que triunfó en la Guerra Civil. Pero a mi no me transmitió esa imagen, no vi lo asfixiante por ningún lado: la historia del amor frustrado por los agentes externos es universal. Y si pretendía que la gente sintiera asfixia, le faltaron pinceladas, porque el filme es hasta pintoresco.
El año de las luces es 1940. La Guerra Civil que asoló España se extendió desde 1936 a 1939, de modo que 1940 es el año de la posguerra. Trueba se empeña en condenar a esa época, tildándola de oscura. Pero es “el año de las luces” porque el protagonista comienza a descubrir muchas cosas. Hay mucho discurso ideológico y me hace pensar, porque la mayoría de las películas españolas que he visto que tratan el tema de la Guerra Civil lo hacen desde la óptica de los vencidos, el bando Republicano. ¿No queda nadie que cuente la guerra desde el punto de vista de los Nacionales? Más allá de que uno comulgue o no con ciertas ideologías, creo que todas deben tener su oportunidad de difundirse. Luego uno elige esta o aquella.

Da gusto verla a Maribel Verdú tan jovencita (tenía 15 años cuando se rodó la película). A partir de aquí se abrió camino en el mundo cinematográfico, conjugando su talento con su belleza, porque es sabido que en muchísimas películas de la Madre Patria las actrices tienen que ponerse en cueros: conocemos el cuerpo desnudo de Maribel, de Penélope Cruz, de Victoria Abril, de Paz Vega, etcétera, etcétera. Por suerte no he visto ninguna película con desnudo de Carmen Maura ¡Qué horror!

El año de las luces”, una linda pintura de época, con lindos paisajes y una historia querible. Hay escenas cachondas, como la del colectivo al inicio, hay picardías, y también amor puro. Personajes típicos españoles y mucho humor. Un provechoso encuentro con el cine de la Madre Patria España.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Realmente el amor nos rodea

“Love Actually” (2003)

Esta es una película ideal para el período navideño. Tendría que haber publicado esta nota antes, pero bueno, se hace lo que se puede. De todos modos, aunque Navidad ya pasó todavía estamos en clima de fiestas, así que podemos aprovechar.

Se trata de una película que reúne como pocas a grandes figuras de la pantalla grande nacidas en el centenario suelo británico, y también yankis y otros. Para hacer un conteo rápido tenemos a: Colin Firth (el “Mark Darcy” de Bridget Jones), Hugh Grant (también presente en “Bridget Jones”), Keira Knigthley (“Piratas del Caribe”), Liam Neeson (el fugaz Qui-Gon Jinn de Star Wars episodio 1), Alan Rickman (recordado por su fantástico jefe de villanos en “Duro de Matar” 1) ¡hasta Mister Bean tiene unos minutos de película para él solo! Entre quienes componen personajes secundarios tenemos a Claudia Schiffer (modelo y fatal rubia ícono de la década pasada), Shannon Elizabeth (Nadia, la estudiante de intercambio que pone caliente al protagonista de “American Pie”) y Laura Linney (la rubia de la película “Congo” de 1995).

Se trata de una película sobre el amor en general: amor de pareja principalmente, pero también amor de padres a hijos y amistad. En la época navideña suelen acentuarse las muestras de afecto, y este filme aprovecha eso al máximo. Comienza con una escena que muestra distintos encuentros entre seres queridos en el aeropuerto de Londres, para ambientar a manera de presentación. Luego se van presentado las distintas historias que se tejen en un período que comienza 5 semanas antes de Navidad, y que tendrán su clímax en ese día en que el Niño Dios nace para salvar a la humanidad (me pareció necesario recordar esto último, pues a veces se olvida).

Todos los personajes son queribles y creíbles: hay un escritor frustrado que descubre que su ingrata mujer lo engaña ni más ni menos que con su hermano (todo queda en familia): papel reservado a Colin Firth. Por otro lado Hugh Grant interpreta a un recién electo primer ministro de Inglaterra, el cual es soltero (toda una novedad) y debe lidiar con eso además de su inexperiencia en el cargo, por no mencionar la espina que representa para su país la alianza con EEUU (recordemos que la peli es de fines de 2003, el año fatal en que norteamericanos e ingleses se lanzaron a invadir Irak). También hay dos amigos muy unidos excepto porque uno de ellos se casa con Juliet (la bella aunque en exceso delgada Keyra Knigthley) y el otro respeta la decisión pero se mantiene distante de la novia.

La galería de personajes es variada: un inglés que se siente frustrado con las mujeres inglesas y decide irse a EEUU, convencido de que allí se convertirá en un seductor imparable; un padrastro viudo (Liam Neeson) que debe conocer y hacerse amigo del hijo de su difunta pareja; un matrimonio que aparece estancado en la rutina, cosa que se ve agravada porque el marido sufre la tentación que le propone una empleada; una mujer que ama en secreto a su compañero de trabajo desde hace años; una chico y una chica muy tímidos que sin embargo hacen una película porno y se conocen cada vez más haciendo las escenas íntimas; un rockero viejo que busca volver al ruedo con una canción navideña… A lo largo de la película vemos que los personajes se entrecruzan, pues hay relaciones de parentesco o amistad entre ellos, aunque las historias transcurren separadamente, pero muy bien intercaladas.


Es una película simpática, que proyecta un final feliz, pero no un final rosado como las películas norteamericanas donde todos obtienen lo que quieren. Las distintas historias se resuelven en Navidad, pero algunas de ellas tienen un final agridulce, de resignación, que no son un final ideal pero tal vez el único posible. En todo caso, es el amor el que impulsa aceptar que las cosas sean como son. Distintas clases de amor.

El filme fue escrito y dirigido por Richard Curtis, un neocelandés que tiene en su haber varias obras pero que debutó como director en esta oportunidad: escribió “4 bodas y un funeral” y “Notting Hill”. Además trabajó en las dos películas de “Bridget Jones” y en las peliculas de Mister Bean. Por lo tanto, trabajó con varios de los principales actores de la película, lo cual seguramente facilitó su trabajo. Además, es un tipo que sabe hacer comedias, como lo demuestra su curriculum.

Recomiendo esta película por su clima navideño típicamente anglosajón: se ve nieve la mayoría de las veces, y también gente haciendo sus compras, cosa que la gente se larga a hacer con desenfreno para la Navidad. Pero más allá de esto, que es lo visible, flota en el aire la sensación de que es una película sobre un período que tiene algo de mágico, por lo que provoca en la gente y sus sentimientos. Se toman decisiones, se afrontan riesgos, se cruzan distancias físicas y espirituales.

De todas las historias entrelazadas que hay no sabría decir cuál es la principal, y no tengo una favorita. Me llamó la atención el personaje de Hugh Grant, por la forma en que el Primer Ministro de Inglaterra debe enfrentar la presión de lidiar con el presidente de EEUU que lo trata como un aliado menor. Hay aquí una furiosa y sorda protesta contra el gobierno inglés, que en ese tiempo se dejaba relegar a un plano subordinado, al tiempo que Bush prácticamente disponía de los recursos ingleses como quería, enredando a los británicos en el feo asunto de Irak. Precisamente Grant pretende cambiar esa subordinación pero no se anima, hasta que por asuntos amorosos deba dar vuelta sus cartas.

Por otro lado, la historia de Jamie (Colin Firth), el escritor engañado que se va a Francia a escribir y olvidarse de su novia, también me gusta. Se instala en una pintoresca casita de campo y tiene una bella mucama portuguesa con la cual se entiende a las señas por las dificultades del idioma. Obviamente, surgirá el amor, eso no es sorpresa: la sorpresa está en el cómo. Y la historia de Peter y Mark, los dos amigos entre los cuales se interpone Juliet (Keyra K.) también está buena: hace pensar en lo difícil de esas relaciones en que aparece una chica y se pone entre vos (tú) y tu amigo, aunque no sea su intención. La historia también parece obvia, pero hay más: vean la película.

Linda película para ver con la persona que amas, o con amigos para pasar el rato. Aconsejo no verla en familia si hay niños, por algunas frases de doble sentido pero más que nada por las escenas donde John/Jack y Judy ruedan las escenas de la película erótica. No es que se vean desnudos y penetraciones, nada de eso, pero se me ocurre que sería incomodo que los niños empezaran a preguntar “¿qué está haciendo? ¿por qué hace eso?”. Aunque los niños de hoy están muy al tanto de estos temas, los padres todavía tratan de no exponerse a dar explicaciones. Igualmente sería embarazoso ver la película con alguien de mentalidad conservadora, por estas escenas; pero si en su familia son todos unos liberados progresistas, adelante con la proyección familiar.

Fue la película más alquilada en Inglaterra en 2004, todo un furor, y aunque pasaron los años siempre se puede aprovechar. En especial en estas Fiestas. Felicidades para ustedes y que en 2009 el amor nos rodee, como canta uno de los protagonistas al principio del filme.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Otra del Che Guevara

“Che, Part 1” (2008)



Hombre controvertido, polémico, amado, detestado, recordado, nombrado y mostrado। Ernesto “Che” Guevara suma todos estos adjetivos y más, demostrando una vigencia que muy pocos alcanzan. Ni siquiera nuestros grandes próceres continentales, como San Martín o Bolívar se mantienen al día en la opinión pública como el Che. Si exceptuamos al Loco Chávez, que lo menciona a Bolívar hasta en la sopa, pobre don Simón.
En este contexto, sale una nueva película sobre Guevara, una más. Y lo novedoso es que se trata de una mini saga de dos filmes, así que estamos en presencia solo del primero de ellos. De ahí su título original de “Che, part one”, subnombrada “the argentine”.
Esta película cuenta la acción del Che en Cuba desde su llegada hasta la famosa batalla en Santa Clara, con el episodio del tren blindado incluido। La “part 2” lleva el subtítulo de “Guerrilla” y nos contará el resto de la odisea del Che, hasta su muerte en Bolivia, supongo।
Esta peli se acaba de estrenar en Argentina y se me ocurrió verla esta semana, porque hacía tiempo que no sentaba en el cine। Entre las opciones, “Che” era la más pasable, porque confieso que no me gusta el endiosamiento que hay acerca de la figura del médico-guerrillero. Y entré pensando que vería algo nuevo o distinto acerca de su figura: me equivoqué.
La película es una coproducción hispanonorteamericana dirigida por el yanki Steven Soderbergh, director de la recordada “Sexo, mentiras y video” y más recientemente de “Traffic”। Este director incorpora interesantes recursos visuales para contar una historia que ya han contado muchos. De este modo, mientras vemos al Che en la selva cubana, se intercalan imágenes en blanco y negro con movimientos de cámara y ángulos visuales muy novedosos, que nos hacen dar un salto en el tiempo para mostrarnos el viaje del guerrillero (ya como integrante del gobierno revolucionario cubano) a EEUU para hablar ante las Naciones Unidas. Estas son a mi juicio las mejores partes de la película, y en un primer momento llegué a creer que se trataba de material de archivo, tal es la apariencia de veracidad que transmiten esas imágenes. En estas secuencias es donde el portorriqueño Benicio del Toro consigue su mejor interpretación del Che, y podeis verlo en las fotos que acompañan este post: su apariencia, sus movimientos y su tono de voz son lo más cercano al Che verdadero.


Distinto es el caso del Che en la selva, donde Benicio luce un poquito panzón para ser alguien que vive y lucha a la intemperie, pasando privaciones y sufrimientos। Aquí su tono de voz se hace “castellano neutro” y no convence, pero zafa। En lo que sí falla Benicio es cuando usa el término “che”. Precisamente a Guevara sus compañeros comenzaron a llamarlo así porque él utilizaba a cada rato la muletilla “che”, básica en la oralidad argentina. Nosotros usamos “che” cotidianamente, de una forma natural, y esa naturalidad es la que le falta a Del Toro cuando dice “¡che!”, con fuerza, al punto que se parece al personaje de José “Pepitito” Marrone, que decía “¡ché!”. Tal vez Benicio debería haber estudiado un poco más a este vocablo en acción.
Debido a la coproducción de EEUU con España, podemos ver en el elenco a varios españoles y a otros latinoamericanos. El mexicano Demián Bichir interpreta a Fidel Castro, logrando captar sus gestos y su presencia pero no así su acento al hablar. La colombiana Catalina Sandino Moreno interpreta a Aleida March, la joven militante que se siente cautivada por el guerrillero y que después… no adelantemos, tal vez eso lo cuenten en la “part two”. Esta chica aporta su belleza para componer un personaje femenino que le pone hermosura a la guerra (en la foto la vemos junto al Che en pleno combate).
Por lo demás, y exceptuando esas escenas en blanco y negro que mencionamos, la película no tiene nada de novedoso। El filme parece destinado a realzar al Che como mito, ya que está idealizado: todas sus acciones y sus palabras expresan a cada rato su convicción revolucionaria y antiimperialista, no piensa en otra cosa. Argentina, su lugar de nacimiento, no aparece ni una sola vez en toda la película (yo esperaba que en las escenas de la ONU podría ser, pero nada): de modo que el subtítulo “the argentine” no tiene sentido. Pero no hay problema, porque no se ve a Guevara extrañando a su país natal o su familia o amigos. Una sola vez se lo ve tomando mate. No habla con nadie de temas de medicina, o de su familia. Una sola vez menciona a su esposa e hija que están en México. En definitiva se lo ve como una persona que “lucha sin descanso” no en sentido metafórico, sino literal. La película, entonces, falla en mostrarnos al ser humano, algo que aquí en Argentina los críticos revisionistas le critican a la historiografía oficial.
Creo que más valor tiene que los norteamericanos, cuyo gobierno ha sido ácidamente criticado por Guevara, sean los hacedores de este filme। Eso demuestra que, a pesar de toda la munición que les podamos tirar, los yankis son capaces de hacer películas donde ponen a sus enemigos ideológicos como héroes, y eso no es un mérito menor.
Me olvidaba: las escenas de combate están bien logradas, gracias a este estilo de “realismo bélico cinematográfico” que impuso la cinta “Rescatando al soldado Ryan”. Ángulos de cámara muy jugados, escenas rapidísimas, con cierto toque a tragicomedia. Rescato eso del filme, además de las escenas en Mueva York por el viaje a la ONU (allí se ve a furiosos ciudadanos gringos protestando contra el Che y su comunismo). Imperdible la parte en que Guevara se encuentra con McCarthy en Nueva York.
Para fanáticos del Che, de todo tipo। Los que conocen su historia encontrarán en esta película agua fresca para nutrir sus convicciones. Los que no conocen al Che pero igual lo admiran (que son la mayoría, a mi juicio), podrán en este film descubrir mucho del pensamiento de Guevara, pensamiento que él puso en práctica y gracias a lo cual ha ganado su lugar en la moderna mitología.
El Che es un luchador, un idealista (a esto apunta el filme) y por tanto una persona contradictoria: como cuando proclama que la primera cualidad del guerrillero debe ser “amar”, y después pregona “hemos fusilado, y seguiremos fusilando”. Razones para amarlo, temerlo o cuestionarlo, pero nunca pasar de lado ante su figura.

viernes, 7 de noviembre de 2008

La vida y la muerte por Perón

“No habrá más penas ni olvido” (1983)




Yo diría que esta película es como un manual: sirve para entender una época de nuestra historia nacional, más concretamente el período anterior al golpe de estado de 1976 en Argentina. Eran los años en que la lucha armada no estaba mal vista, porque se la tomaba como una prolongación de la acción política. Y así nos fue.
En 1983 el director Héctor Olivera filmó está película, que está basada en la novela homónima de Osvaldo Soriano. La película se estrenó el 22 de septiembre de 1983, pocas semanas antes de las primeras elecciones con que Argentina retornaba a la democracia después de 7 años de dictadura militar.
Apenas comienza el filme, las clásicas letritas impresas en pantalla nos dicen que “la acción transcurre en una indeterminada provincia argentina”; y da la fecha: otoño de 1974. Anotemos ese dato.
Vemos un pueblito, tan pequeño que no hay intendente (o alcalde, como se dice en otros lugares del mundo): apenas hay un delegado municipal, Fuentes (Federico Luppi). Él es peronista, como casi todos los personajes: es una película sobre peronistas. Pero a don Fuentes lo quieren remover, acusándolo de “comunista”. Van desfilando los personajes típicos de ese pueblo que es arquetipo de muchos pueblos: Rodolfo Ranni es el regordete comisario Llanos, Miguel Ángel Solá es Juan, el preso de la carcel del pueblo, que entra y sale de la celda para hacer los mandados, Julio de Grazia y Patricio Contreras son los agentes García y Comini, etcétera. Imperdible el personaje de Ulises Dumont, Cerviño, el piloto que fumiga los campos con su avioneta bautizada “Torito”.
La movida contra Fuentes viene desde la cúpula del partido (peronista) y los encargados de hacerla cumplir son los “operadores” Reinaldo (Victor Laplace) y Suprino (Héctor Bidonde). Se prevé que Fuentes va a dejar el cargo sin chistar, pero no es así, de manera que las cosas se complican y de a poco la locura se apodera de todos. Entonces aparecen las armas, de un lado y del otro.
Casi toda la película se dedica a mostrar como la encarnizada resistencia de Fuentes, atrincherado con algunos leales en el edificio de gobierno municipal, dispara las reacciones de todos los elementos políticos que hay en el pueblo o que llegan desde afuera del mismo. Aparecen los elementos de la extrema derecha y de la extrema izquierda, y a ninguno se le caen las armas de la mano. Personajes que se conocían de toda la vida se lanzan al ataque mutuo, destrozándose. El final de esta verdadera batalla es a la vez inesperado y obvio. Así como lo digo.
También es un final estrictamente histórico, porque la tragedia que se desata en ese pueblo es una copia en miniatura de la tragedia que vivió mi país, lanzándose munición cada vez más grande hasta llegar al hondo encono y la atroz conclusión de que nos matamos de a miles entre nosotros, y con tanta saña como no cabe en la imaginación.


Y en medio de todo eso, por todas partes, Perón. Su nombre es la bandera que ondea en las trincheras de todos los bandos: todos dicen luchar por él. Esto también responde a la realidad, cuando los peronistas de izquierda, de centro y de derecha creían ser los “auténticos peronistas”, mientras calificaban a los otros como “falsos peronistas”. Perón está ahí, en el aire de la película, como lo estuvo mientras vivió en su agonizante tercer mandato presidencial, sin entender y sin poder controlar a todos los que apretaban el gatillo “defendiéndolo”.
Y Perón murió el 1º de julio de 1974, apenas comenzado el invierno. Por eso se me antoja que la ubicación temporal dada al inicio (“otoño de 1974”, es decir, de marzo a junio) pretende dar el mensaje de que tanta locura no era necesaria y que además no solucionaba nada, porque el ícono, el motivo de la lucha, estaba viviendo sus últimos días. Pero las fuerzas desatadas mientras él vivió siguieron azotando al país e hicieron de antesala para el período más negro: la dictadura militar de 1976.
Como dije al principio, con esta película se puede entender un período histórico. O mejor dicho, no sé si “entender”: ¿cómo entender que la víctima y el verdugo gritan “¡Viva Perón!” al mismo tiempo? Por algo en inglés el título de la película es “Funny Dirty Little War”, algo así como “Divertida y sucia guerrita”: un acierto la titulación.
A mi mismo me cuesta entender esos fanatismos, pero lo cierto es que así fue en la historia real. En todo caso, más que ayudar a entender, la película puede ayudar dando una pintura sobre el escenario, los personajes y los porqués de esa etapa. Pero habrá que seguir leyendo y reflexionando para entender.
Habrá que ponerse a reflexionar, digo, y es lo que “ellos” deberían haber hecho antes de empuñar las armas y empujar al país hacia la oscuridad.

viernes, 10 de octubre de 2008

La mujer y su satélite

“Un novio para mi mujer” (2008)



Esta es una película todavía en cartel al momento de escribir estas líneas, a diferencia de las que hemos comentado aquí hasta ahora.
Esta comedia romántica tiene muchos elementos a favor, aunque varios críticos de cine más expertos que yo le han señalado errores gruesos. De todos modos, creo que cumple con la función de entretener y contar una historia sin abusar de los clichés. Si usted busca ese cine argentino plagado de simbolismos y mensajes sociales ocultos en la trama (se me vienen a la memoria varios títulos de los 80, apenas recuperada la democracia), este no es el filme donde va a encontrarlo. Aquí estamos en presencia de una película con una narración simple, apuntada a un público amplio, y después de todo ¿por qué no? Si todo fuera cine simbólico esto sería muy aburrido: caviar todos los días cansa, y el gusto está en la variedad.

Adrian Suar es un hombre que ha recorrido un largo camino desde que interpretó a ese personaje querible (“Adrián”, justamente) en “La banda del Golden Rocket”. Metido en los negocios, convertido en empresario, cada tanto se da un tiempito para hacer de actor en alguna película. Aquí encarna a “El Tenso”, un tipo de barrio, que tiene un negocio (creo que una ferretería) y amigos cuarentones como él con los que se junta a jugar al futbol 5. Es un tipo apocado, y aquí viene el problema, cuando conocemos a su mujer: “La Tana”.

Resulta que “El Tenso” y “La Tana” se están por divorciar, y con ese cuadro arranca la película, que va intercalando escenas de la vida conyugal de ambos, con los momentos pasados en la terapia de pareja, cuando ya todo se lo ha llevado el diablo. En esos saltos se nos revela la trama que llevó a ambos a esa situación. Es que “La Tana” es una mujer insoportable: critica todo, está de constante malhumor, y obliga a su marido a oír todo el tiempo las razones por las cuales ella detesta al mundo y a la vida. Pero si “El Tenso” debe sufrirla, la platea goza con la catarata de blasfemias de esta mujer. Atrapada en una abulia constante, “La Tana” escapa de la depresión a través del mal humor, y Valeria Bertuccelli, la actriz que le da vida, consigue un personaje creíble y desbordante que atrapa al público. Creo que es ella la verdadera estrella del filme, haciendo que Suar sea un satélite que gira a su alrededor, lo mismo que la película entera.



El caso es que “El Tenso”, por su apocamiento, no consigue el valor para plantarse ante su esposa y pedirle el divorcio, de manera que concibe una idea singular: hacer que ella de ese paso. Con ese fin contrata a un misterioso personaje que debe enamorarla y llevarla a la infidelidad, hasta el punto de que ella desee abandonar a su marido. Ese personaje lo interpreta “el Puma” Gabriel Goity, en una interpretación tal vez muy breve para su estatura actoral.

La película resultará agradable para muchos de ustedes, por la simpleza de los personajes (inclusive las actuaciones secundarias) y por lugares o escenarios cotidianos con los cuales uno puede identificarse. El personaje de Bertuccelli se roba el filme, en lo agrio de su carácter y en los momentos de dulzura que el personaje inspira.

Para pasar un buen rato, y tal vez hacer un combo de películas de Suar, con este título y “Apariencias” (junto a Andrea del Boca).

jueves, 25 de septiembre de 2008

Las rubias tontas también tienen corazón

“Legalmente rubia” (2001)


No sé cómo será en otros países, pero aquí en Argentina solemos definir a las modelos como “huecas”, es decir, sin mucha materia gris. Y eso se hace extensivo a las “conchetas”, a las pibas superficiales que se preocupan mucho de la apariencia, de verse bien. Y mientras más bonitas se vean, más pensamos que son huecas, primera impresión que solemos mantener a pesar que evidencias posteriores contradigan esa afirmación inicial. Entre todas ellas las rubias son íconos: “rubia tarada”, cantaba Luca Prodan en Sumo, décadas atrás. La canción reprochaba no sólo que fuera “tarada”, sino que además de eso, fuera “rubia”. Doble falta.
Por eso cuando vi esta película, pensé en la rubia tarada de Luca Prodan. La chica de apellido difícil (Reese Witherspoon) pone el cuerpo al personaje de Elle Woods, una típica rubia de preparatoria preocupada por todo lo que signifique las apariencias. Ella decide inscribirse en Harvard para así recuperar a su novio que estudia allí, el cual la ha dejado porque no está a su altura (él es de una aristocrática familia dedicada a las leyes).
Elle logra ser admitida gracias a un video en traje de baño que dejó muy impresionados a los ancianos dirigentes de Harvard. A partir de allí, Elle lucha en un ambiente que la considera una “rubia tarada”, incapaz de usar su sesera en algo productivo.
La película cuenta las desventuras de Elle en tono de comedia, confrontando a los espectadores con las actitudes “huecas” de la heroína; en más de una situación el público puede sentir la tentación de murmurar “que rubia tan tonta”, y en cierto modo a veces parece que no queda remedio.
Pero Elle tiene buen corazón. Hace todo eso por amor, y generalmente se resiste a devolver mal con mal. Es rubia y es tonta, pero no es mala. A su manera es una buena persona de buenas intenciones, y eso es lo que rescato como mensaje de la película.
Acompañan a la rubia tonta, Luke Wilson, que interpreta a Emmet, un potencial nuevo candidato para Elle. El sujeto es ideal para este tipo de papeles, por la cara que tiene; y si no, comparemos sus papeles en “Home Fries” (“Todo queda en casa”, 1998) “Los Ángeles de Charly” “Mi súper ex novia” (2006); moviéndose entre el protagonismo y el segundo plano, generalmente supeditado a un personaje femenino central.
También está Selma Blair, en el rol de Vivian, la nueva novia del ex novio de Elle, y por tanto, la anti-heroína; pero en la vida real es muy amiga de Witherspoon. Blair se lució después de esta película en otros títulos como “La cosa más dulce” (The Sweetest Thing, 2002) y “Cosa de hombres” (en España “Cosa de tíos”) (A Guy Thing, 2003), en papeles de frigidez que ella sabe explotar muy bien. Hasta participó en “Friends”, donde encaraba a Chandler en Tulsa, durante la Navidad.
También destaca Jennifer Coolidge en el rol de Paulette, una cuarentona venida a menos y enamorada platónicamente del cartero. Seguramente muchos la recordarán por su ya legendario papel de “Stifler's Mom” en “Américan Pie” (1999). Bueno, Paulette es todo lo contrario de “Stifler's Mom”.
Completan el reparto, Matthew Davis como Warner (el novio que Elle quiere reconquistar); Victor Garber como el Profesor Callahan (abogado que también da clases y para el cual Elle trabaja); Ali Larter como Brooke Taylor Windham (una rubia bomba acusada de asesinato que Elle deberá defender); y Jessica Cauffiel y Alanna Ubach, en los roles de Margot y Serena, las amigas de Elle y de igual tontudez que ella.
Para divertirse un rato, pues se trata de una película pochoclera. A no perderse la escena de Reese en bikini porque es breve, pero seguro la disfrutareis tanto como los directivos de Harvard, que así permitieron que Elle entrara en sus vidas. El final es el que puede esperarse en este tipo de películas y en el cine norteamericano en general, pero ojo que mientras tanto, el mensaje subliminal está corriendo: “las rubias tontas también tienen corazón".

El jamón del sanguche

 Memorias de una adolescente Querido Diario: Mañana cumplo 15 años y ya recibí este diario. Empecé como ocho diarios íntimos en mi vida; a t...