lunes, 29 de diciembre de 2008

Realmente el amor nos rodea

“Love Actually” (2003)

Esta es una película ideal para el período navideño. Tendría que haber publicado esta nota antes, pero bueno, se hace lo que se puede. De todos modos, aunque Navidad ya pasó todavía estamos en clima de fiestas, así que podemos aprovechar.

Se trata de una película que reúne como pocas a grandes figuras de la pantalla grande nacidas en el centenario suelo británico, y también yankis y otros. Para hacer un conteo rápido tenemos a: Colin Firth (el “Mark Darcy” de Bridget Jones), Hugh Grant (también presente en “Bridget Jones”), Keira Knigthley (“Piratas del Caribe”), Liam Neeson (el fugaz Qui-Gon Jinn de Star Wars episodio 1), Alan Rickman (recordado por su fantástico jefe de villanos en “Duro de Matar” 1) ¡hasta Mister Bean tiene unos minutos de película para él solo! Entre quienes componen personajes secundarios tenemos a Claudia Schiffer (modelo y fatal rubia ícono de la década pasada), Shannon Elizabeth (Nadia, la estudiante de intercambio que pone caliente al protagonista de “American Pie”) y Laura Linney (la rubia de la película “Congo” de 1995).

Se trata de una película sobre el amor en general: amor de pareja principalmente, pero también amor de padres a hijos y amistad. En la época navideña suelen acentuarse las muestras de afecto, y este filme aprovecha eso al máximo. Comienza con una escena que muestra distintos encuentros entre seres queridos en el aeropuerto de Londres, para ambientar a manera de presentación. Luego se van presentado las distintas historias que se tejen en un período que comienza 5 semanas antes de Navidad, y que tendrán su clímax en ese día en que el Niño Dios nace para salvar a la humanidad (me pareció necesario recordar esto último, pues a veces se olvida).

Todos los personajes son queribles y creíbles: hay un escritor frustrado que descubre que su ingrata mujer lo engaña ni más ni menos que con su hermano (todo queda en familia): papel reservado a Colin Firth. Por otro lado Hugh Grant interpreta a un recién electo primer ministro de Inglaterra, el cual es soltero (toda una novedad) y debe lidiar con eso además de su inexperiencia en el cargo, por no mencionar la espina que representa para su país la alianza con EEUU (recordemos que la peli es de fines de 2003, el año fatal en que norteamericanos e ingleses se lanzaron a invadir Irak). También hay dos amigos muy unidos excepto porque uno de ellos se casa con Juliet (la bella aunque en exceso delgada Keyra Knigthley) y el otro respeta la decisión pero se mantiene distante de la novia.

La galería de personajes es variada: un inglés que se siente frustrado con las mujeres inglesas y decide irse a EEUU, convencido de que allí se convertirá en un seductor imparable; un padrastro viudo (Liam Neeson) que debe conocer y hacerse amigo del hijo de su difunta pareja; un matrimonio que aparece estancado en la rutina, cosa que se ve agravada porque el marido sufre la tentación que le propone una empleada; una mujer que ama en secreto a su compañero de trabajo desde hace años; una chico y una chica muy tímidos que sin embargo hacen una película porno y se conocen cada vez más haciendo las escenas íntimas; un rockero viejo que busca volver al ruedo con una canción navideña… A lo largo de la película vemos que los personajes se entrecruzan, pues hay relaciones de parentesco o amistad entre ellos, aunque las historias transcurren separadamente, pero muy bien intercaladas.


Es una película simpática, que proyecta un final feliz, pero no un final rosado como las películas norteamericanas donde todos obtienen lo que quieren. Las distintas historias se resuelven en Navidad, pero algunas de ellas tienen un final agridulce, de resignación, que no son un final ideal pero tal vez el único posible. En todo caso, es el amor el que impulsa aceptar que las cosas sean como son. Distintas clases de amor.

El filme fue escrito y dirigido por Richard Curtis, un neocelandés que tiene en su haber varias obras pero que debutó como director en esta oportunidad: escribió “4 bodas y un funeral” y “Notting Hill”. Además trabajó en las dos películas de “Bridget Jones” y en las peliculas de Mister Bean. Por lo tanto, trabajó con varios de los principales actores de la película, lo cual seguramente facilitó su trabajo. Además, es un tipo que sabe hacer comedias, como lo demuestra su curriculum.

Recomiendo esta película por su clima navideño típicamente anglosajón: se ve nieve la mayoría de las veces, y también gente haciendo sus compras, cosa que la gente se larga a hacer con desenfreno para la Navidad. Pero más allá de esto, que es lo visible, flota en el aire la sensación de que es una película sobre un período que tiene algo de mágico, por lo que provoca en la gente y sus sentimientos. Se toman decisiones, se afrontan riesgos, se cruzan distancias físicas y espirituales.

De todas las historias entrelazadas que hay no sabría decir cuál es la principal, y no tengo una favorita. Me llamó la atención el personaje de Hugh Grant, por la forma en que el Primer Ministro de Inglaterra debe enfrentar la presión de lidiar con el presidente de EEUU que lo trata como un aliado menor. Hay aquí una furiosa y sorda protesta contra el gobierno inglés, que en ese tiempo se dejaba relegar a un plano subordinado, al tiempo que Bush prácticamente disponía de los recursos ingleses como quería, enredando a los británicos en el feo asunto de Irak. Precisamente Grant pretende cambiar esa subordinación pero no se anima, hasta que por asuntos amorosos deba dar vuelta sus cartas.

Por otro lado, la historia de Jamie (Colin Firth), el escritor engañado que se va a Francia a escribir y olvidarse de su novia, también me gusta. Se instala en una pintoresca casita de campo y tiene una bella mucama portuguesa con la cual se entiende a las señas por las dificultades del idioma. Obviamente, surgirá el amor, eso no es sorpresa: la sorpresa está en el cómo. Y la historia de Peter y Mark, los dos amigos entre los cuales se interpone Juliet (Keyra K.) también está buena: hace pensar en lo difícil de esas relaciones en que aparece una chica y se pone entre vos (tú) y tu amigo, aunque no sea su intención. La historia también parece obvia, pero hay más: vean la película.

Linda película para ver con la persona que amas, o con amigos para pasar el rato. Aconsejo no verla en familia si hay niños, por algunas frases de doble sentido pero más que nada por las escenas donde John/Jack y Judy ruedan las escenas de la película erótica. No es que se vean desnudos y penetraciones, nada de eso, pero se me ocurre que sería incomodo que los niños empezaran a preguntar “¿qué está haciendo? ¿por qué hace eso?”. Aunque los niños de hoy están muy al tanto de estos temas, los padres todavía tratan de no exponerse a dar explicaciones. Igualmente sería embarazoso ver la película con alguien de mentalidad conservadora, por estas escenas; pero si en su familia son todos unos liberados progresistas, adelante con la proyección familiar.

Fue la película más alquilada en Inglaterra en 2004, todo un furor, y aunque pasaron los años siempre se puede aprovechar. En especial en estas Fiestas. Felicidades para ustedes y que en 2009 el amor nos rodee, como canta uno de los protagonistas al principio del filme.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Nuestra primera presidenta

“Isabel Perón” (2003)



Encontré este libro en un local de usados, a precio módico. Aparentemente no tuvo buena venta y de ahí que un gran lote haya ido a parar a las mesas de saldos; ¿o hay alguna mano negra que saquea los depósitos de las editoriales y revende libros al circuito de los usados? Hace dos día recién descubrí que mi libro tenía, bajo la solapa, una especie de chip; lo descubrí de la manera más desagradable, cuando traspuse un detector en una tienda y sonó la alarma, ante lo cual el guardia me pidió revisar el bolso y descubrió el libro. Entonces comprobamos que era eso lo que hacía sonar la alarma.

Pero vamos al libro en cuestión. Editado por Planeta en 2003, es un interesante texto que se centra en la figura de María Estela Martínez (“Isabelita”), esposa y luego viuda del carismático general Juan Domingo Perón, fundador del “peronist party”, como dicen los yankis. La autora es María Sáenz Quesada, una historiadora de ley, de esas que no improvisan discursos con 2 ideas encontradas en Internet, como hacen algunos pseudo historiadores actuales (al menos aquí en Argentina). Quesada ha integrado la publicación “Todo es Historia” y por su vocación y conocimiento ha dado clases en la Universidad de Belgrano. También ha escrito otros libros, varios de ellos centrados en torno a figuras femeninas de nuestro pasado nacional, como Mariquita Sánchez o las mujeres del entorno de Juan Manuel de Rosas. De modo que estamos ante una persona que se toma en serio su trabajo.

Para aquellos que leen el blog y no conocen quién es Isabel Perón (al fin y al cabo, no todos sabemos de todo), va una reseña: su figura está asociada invariablemente a Perón, a quien conoció cuando este jefe estaba exiliado en Panamá, después de haber sido derrocado en 1955. Se hizo íntima del entorno de Perón y viajó con él a España, donde ambos se casaron. Perón nunca se resignó a su suerte de exiliado y amparado en la lealtad casi unánime de toda la clase obrera argentina, dirigió la “resistencia peronista” contra todos los gobiernos (civiles y militares) que se sucedieron a partir de 1955. Finalmente, después de varias movidas en el tablero de ajedrez político, Perón volvió a Argentina y fue electo presidente: la primera sorpresa fue que nombró a Isabel como vicepresidente; la segunda sorpresa fue que Perón se murió a los nueves meses de mandato, dejando a su viuda como presidente de los argentinos; la tercera sorpresa es la menos sorpresiva de todas: Isabel no estaba preparada para el puesto y la situación del país llevó a que el 24 de marzo de 1976 los militares la derrocaran.

Para mí fue novedad encontrar un libro que hablara de Isabel Perón, ya que es un personaje de un pasado ya bastante lejano. Además su figura resulta opacada por la de aquellos que la destronaron y que iniciaron una dictadura militar nefasta, recordada por los excesos en la represión de la subversión y por las violaciones a los derechos humanos. Cuando en Argentina se habla de esa época, generalmente se empieza por el 24 de marzo de 1976, dedicando como mucho un párrafo al gobierno de Isabel, como para ambientar la cosa. Y nada más.

Quesada toma como eje la vida de Isabel, pero desde ahí va desgranando la historia política de Argentina a lo largo de casi tres décadas. Y está siempre presente el “otro eje”: Perón. Es él quien condiciona la trayectoria de Isabel y de Argentina toda. Será por eso que la autora arranca el libro con el capítulo 1 detallando la muerte de Perón; ese es el momento decisivo, el antes y el después.

A continuación, Quesada retrocede y en los capítulos 2 al 6 nos cuenta los primeros años de María Estela Martínez Cartas (tal el verdadero nombre de Isabel), avanzando en el tiempo. La vemos encontrarse con Perón y ligarse a él durante el exilio del caudillo; la vemos en sus limitaciones al ingresar en la política de mano de su flamante marido, hasta la muerte de este, ya relatada en el capítulo 1. A esas alturas, la violencia estaba marcando muy fuerte a la política argentina, y ni siquiera Perón podía controlarla. Le dejaba de herencia a Isabel un país fracturado y desangrandose; demasiado para una mujer que no tenía formación política previa y que su único mérito para ocupar tan alto cargo era ser “la señora de Perón”.

El capítulo 7 nos introduce en ese período tumultuoso de los veintiún meses de presidencia de Isabel, que desembocan en el golpe militar. Confieso que el libro hasta esta parte me había tenido medio insatisfecho, pero desde el capitulo 7 comencé a leerlo con voracidad, atrapado por el ritmo de los acontecimientos que narraba la autora. Veía cerrarse el cerco sobre el futuro de la Argentina de aquellos años, condicionada por los extremistas de uno y otro bando, que pretendían imponer por las armas su visión de la realidad. Veía también la miopía de tantos sectores que no supieron defender a la República y que luego (hasta el día de hoy), cuando vieron las consecuencias del putsch del 76, se anotaron en el listado de las victimas y sacaron título de enjuiciadores de los demás. No faltaron políticos y militares que buscaron hasta el final una salida al atolladero, incluso en la víspera del golpe, cuando se reunieron dirigentes partidarios y sindicalistas.

El capítulo 17 narra las últimas dos semanas antes del golpe militar, cuando ya todos sabían que vendría y la mayoría lo deseaba. La figura de Ricardo Balbín se agiganta cuando, ante la inminencia del alzamiento militar, anuncia por radio y TV “todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte…desearía que los argentinos no empezáramos a contar ahora los cinco minutos”. Con lujo de detalles y abundante transcripción de diálogos, Quesada reconstruye esos últimos días de la República. Es de sumo interés el testimonio de los que participaron en el putsch, para saber qué pensaban, cuáles eran sus planes y sus intenciones. El capítulo finaliza con la detención de Isabel, primer paso del asalto de los militares el poder, y una reflexión ¿por qué Isabel se aferró a la presidencia, cuando muchos le pedían la renuncia para salvar a la República? La incapacidad de Isabel para manejar una situación que ni Perón pudo dominar hizo pensar a muchos que la única manera era convocar nuevas elecciones; pero cuando se fijó fecha para octubre de 1976 ya era tarde: los militares se preparaban para intervenir.

El capítulo 18 nos cuenta qué fue de Isabel desde el 24 de marzo de 1976, inicio de un cautiverio de cinco años, el más largo que haya enfrentado un presidente argentino, como lo dice la autora. Nos cuenta aquí los lugares donde estuvo detenida y las causas judiciales que se le iniciaron, hasta que fue liberada en 1981. Isabel pasó a España a vivir en el exilio, aunque mantuvo contactos con políticos en Argentina, especialmente desde el regreso de la democracia en 1983. Termina con cierta reparación histórica que se le hizo, incluyendo compensaciones económicas por ser una detenida por razones políticas.

Quesada cierra el libro con un capítulo extra: ¿Inocentes o culpables? No aplica estas opciones solamente a la presidente, sino a todos los dirigentes y también a las bases. Porque lo que sucedió en este país durante la década de 1970 es bastante más complejo de los razonamientos simplistas que se han impuesto en los últimos años. La República estaba atacada por la guerrilla extremista, tironeada por las corporaciones sindicales y empresarias, jaqueada por los militares, abandonada por amplios sectores de la población, que veían cada vez con mejores ojos la necesidad de una “mano fuerte” que tomara el timón. Isabel no era esa mano fuerte, es cierto, pero quienes tomaron el timón después se excedieron con la fuerza; Quesada no deja de decirlo, pero acota que a eso se llegó merced a un proceso histórico-político del que no solo los militares fueron responsables.

En definitiva, un buen libro, con abundantes notas al pie para consultar bibliografía. Se nota la intención clara de respaldar cada página con fuentes, algo que (insisto) no es virtud constante en los “nuevos historiadores que cuentan la historia que no nos contaron”. En cada capítulo hay una foto o collage de fotos, donde por lógica vemos a Isabel. Eso ayuda a ponerle rostro a esta historia que a los argentinos nos cuesta todavía asumir, y es ni más ni menos que la historia de nuestra primera presidente.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Otra del Che Guevara

“Che, Part 1” (2008)



Hombre controvertido, polémico, amado, detestado, recordado, nombrado y mostrado। Ernesto “Che” Guevara suma todos estos adjetivos y más, demostrando una vigencia que muy pocos alcanzan. Ni siquiera nuestros grandes próceres continentales, como San Martín o Bolívar se mantienen al día en la opinión pública como el Che. Si exceptuamos al Loco Chávez, que lo menciona a Bolívar hasta en la sopa, pobre don Simón.
En este contexto, sale una nueva película sobre Guevara, una más. Y lo novedoso es que se trata de una mini saga de dos filmes, así que estamos en presencia solo del primero de ellos. De ahí su título original de “Che, part one”, subnombrada “the argentine”.
Esta película cuenta la acción del Che en Cuba desde su llegada hasta la famosa batalla en Santa Clara, con el episodio del tren blindado incluido। La “part 2” lleva el subtítulo de “Guerrilla” y nos contará el resto de la odisea del Che, hasta su muerte en Bolivia, supongo।
Esta peli se acaba de estrenar en Argentina y se me ocurrió verla esta semana, porque hacía tiempo que no sentaba en el cine। Entre las opciones, “Che” era la más pasable, porque confieso que no me gusta el endiosamiento que hay acerca de la figura del médico-guerrillero. Y entré pensando que vería algo nuevo o distinto acerca de su figura: me equivoqué.
La película es una coproducción hispanonorteamericana dirigida por el yanki Steven Soderbergh, director de la recordada “Sexo, mentiras y video” y más recientemente de “Traffic”। Este director incorpora interesantes recursos visuales para contar una historia que ya han contado muchos. De este modo, mientras vemos al Che en la selva cubana, se intercalan imágenes en blanco y negro con movimientos de cámara y ángulos visuales muy novedosos, que nos hacen dar un salto en el tiempo para mostrarnos el viaje del guerrillero (ya como integrante del gobierno revolucionario cubano) a EEUU para hablar ante las Naciones Unidas. Estas son a mi juicio las mejores partes de la película, y en un primer momento llegué a creer que se trataba de material de archivo, tal es la apariencia de veracidad que transmiten esas imágenes. En estas secuencias es donde el portorriqueño Benicio del Toro consigue su mejor interpretación del Che, y podeis verlo en las fotos que acompañan este post: su apariencia, sus movimientos y su tono de voz son lo más cercano al Che verdadero.


Distinto es el caso del Che en la selva, donde Benicio luce un poquito panzón para ser alguien que vive y lucha a la intemperie, pasando privaciones y sufrimientos। Aquí su tono de voz se hace “castellano neutro” y no convence, pero zafa। En lo que sí falla Benicio es cuando usa el término “che”. Precisamente a Guevara sus compañeros comenzaron a llamarlo así porque él utilizaba a cada rato la muletilla “che”, básica en la oralidad argentina. Nosotros usamos “che” cotidianamente, de una forma natural, y esa naturalidad es la que le falta a Del Toro cuando dice “¡che!”, con fuerza, al punto que se parece al personaje de José “Pepitito” Marrone, que decía “¡ché!”. Tal vez Benicio debería haber estudiado un poco más a este vocablo en acción.
Debido a la coproducción de EEUU con España, podemos ver en el elenco a varios españoles y a otros latinoamericanos. El mexicano Demián Bichir interpreta a Fidel Castro, logrando captar sus gestos y su presencia pero no así su acento al hablar. La colombiana Catalina Sandino Moreno interpreta a Aleida March, la joven militante que se siente cautivada por el guerrillero y que después… no adelantemos, tal vez eso lo cuenten en la “part two”. Esta chica aporta su belleza para componer un personaje femenino que le pone hermosura a la guerra (en la foto la vemos junto al Che en pleno combate).
Por lo demás, y exceptuando esas escenas en blanco y negro que mencionamos, la película no tiene nada de novedoso। El filme parece destinado a realzar al Che como mito, ya que está idealizado: todas sus acciones y sus palabras expresan a cada rato su convicción revolucionaria y antiimperialista, no piensa en otra cosa. Argentina, su lugar de nacimiento, no aparece ni una sola vez en toda la película (yo esperaba que en las escenas de la ONU podría ser, pero nada): de modo que el subtítulo “the argentine” no tiene sentido. Pero no hay problema, porque no se ve a Guevara extrañando a su país natal o su familia o amigos. Una sola vez se lo ve tomando mate. No habla con nadie de temas de medicina, o de su familia. Una sola vez menciona a su esposa e hija que están en México. En definitiva se lo ve como una persona que “lucha sin descanso” no en sentido metafórico, sino literal. La película, entonces, falla en mostrarnos al ser humano, algo que aquí en Argentina los críticos revisionistas le critican a la historiografía oficial.
Creo que más valor tiene que los norteamericanos, cuyo gobierno ha sido ácidamente criticado por Guevara, sean los hacedores de este filme। Eso demuestra que, a pesar de toda la munición que les podamos tirar, los yankis son capaces de hacer películas donde ponen a sus enemigos ideológicos como héroes, y eso no es un mérito menor.
Me olvidaba: las escenas de combate están bien logradas, gracias a este estilo de “realismo bélico cinematográfico” que impuso la cinta “Rescatando al soldado Ryan”. Ángulos de cámara muy jugados, escenas rapidísimas, con cierto toque a tragicomedia. Rescato eso del filme, además de las escenas en Mueva York por el viaje a la ONU (allí se ve a furiosos ciudadanos gringos protestando contra el Che y su comunismo). Imperdible la parte en que Guevara se encuentra con McCarthy en Nueva York.
Para fanáticos del Che, de todo tipo। Los que conocen su historia encontrarán en esta película agua fresca para nutrir sus convicciones. Los que no conocen al Che pero igual lo admiran (que son la mayoría, a mi juicio), podrán en este film descubrir mucho del pensamiento de Guevara, pensamiento que él puso en práctica y gracias a lo cual ha ganado su lugar en la moderna mitología.
El Che es un luchador, un idealista (a esto apunta el filme) y por tanto una persona contradictoria: como cuando proclama que la primera cualidad del guerrillero debe ser “amar”, y después pregona “hemos fusilado, y seguiremos fusilando”. Razones para amarlo, temerlo o cuestionarlo, pero nunca pasar de lado ante su figura.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Judíos como ratones

"Maus" (2006)


Este es un libro muy particular: se trata de una novela gráfica, contada en formato de historieta (o “comic”, “tebeo”, etc)। Aunque ahora las editoriales largan más historietas recopiladas que antes (ni hablar del fenómeno “manga”), siguen siendo escogidas las obras historietadas que llegan a merecer convertirse en libro। Aquí en Argentina el ejemplo clásico es el “Eternauta” de Héctor Oesterheld y Francisco Solano Lopez, que fue publicada semanalmente en la década de 1950 y luego recopilada; sigue siendo la vaca sagrada de la historieta argentina.

“Maus” siguió un itinerario parecido. Su autor, Art Spiegelman, publicó en la revista “Raw” de su propiedad los capítulos de “Maus” a lo largo de 11 años (1980-1991). En 1986 recopiló la primera parte de su producción en un volumen subtitulado “Mi padre sangra historia”; siguió publicando los restantes capítulos y a estos los reunió en un segundo volumen: “Y aquí comenzaron mis problemas”. Con posterioridad se ha editado toda la obra en un sola entrega. Yo poseo la obra en dos tomos, publicada por Emecé Editores en 2006 con traducción de César Aira. Es una edición exclusiva para el mercado hispanohablante entero, excepto España.

¿De qué va (como dicen los españoles) esta obra? Se trata de un relato crudo acerca del genocidio hitleriano contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial। Hay muchos relatos acerca de este hecho histórico, algunos más luminosos que otros, y no son pocos los relatos lastimeros que solo pueden ser consumidos por un público ávido de golpes bajos y lágrimas fáciles.


No es fácil escribir (o dibujar) sobre esto, porque se puede caer en los lugares comunes, en la sensiblería, en la demonización lisa y llana, o en la negación total. Spiegelman enfrenta ese desafío provisto de un recurso de que no todos disponen: él cuenta la historia de su padre, por lo cual el título completo de la obra es “Maus, historia de un sobreviviente”. Esto lo libera de grandes problemas a la hora de plantear el guión con el cual abordar el Holocausto. Si yo tuviera que hacer una historieta sobre ese tema, no sabría por dónde empezar ni cómo seguir: es que se trata de un tema tan complejo, que no resulta fácil.

El enfoque, entonces, es el de Vladek Spiegelman, padre del autor. Se trata de una novela testimonial.

Pero hay un recurso novedoso: todos los personajes tienen cuerpo humano y cabeza de animal. No vemos rostros humanos, lo cual nos permite concentrarnos en los hechos sin ser atrapados por los gestos faciales de los protagonistas. Es que en el rostro los dibujantes solemos (perdón, “suelen”) volcar mucha subjetividad para tratar de influir en la simpatía del lector, recurso que en casos como este no sería lo mejor. ¿Qué rostros y expresiones deberían tener los personajes que atraviesan por tantas situaciones angustiantes?

Los judíos son ratones (“Maus” en alemán es “ratón”); los alemanes son gatos, y ya vemos el simbolismo con que Spiegelman dibuja la historia. Pero la fauna se completa con los polacos, retratados con cara de cerdo; los yankis con cara de perro; los ingleses como peces; y los franceses como ranas.

Resulta un poco difícil distinguir entre los personajes, pues las caras de ratón son muy similares, lo mismo que los otros animales. Spiegelman trata de ayudarnos diferenciando a los personajes a través de la ropa.

Sin embargo, y volviendo al tema de la ausencia de rostros, sería un error creer que los personajes, por ser ratones, no expresan emociones ni tienen identidad. ¡Vaya que la tienen! Y son muy emotivos; pero lo son en cuanto viven hechos que provocan las emociones.

La historia son dos historias. Se nos cuenta como Art va a visitar a su padre Vladek para grabar sus recuerdos y utilizar estos como fuente para el libro. Y entremezclado vemos los recuerdos de Vladek tal como sucedieron.

Es decir, por una parte asistimos en “Maus” al proceso por el cual Art fue creando “Maus”: vemos el proceso de creación por dentro. Eso es fascinante. Art entrevista a su padre Vladek para ir bocetando la historieta, y mientras tanto, vemos qué es de la vida de Vladek en ese momento, siendo ya un sobreviviente (esto ocurre en la década de 1970). La relación entre padre e hijo tiene sus altibajos, y a Art le cuesta aceptar muchas cosas de su padre, y fantasmas de su familia: Vladek y su esposa Anja (la mamá de Art) perdieron un hijo en el Holocausto, y después de la guerra, siendo Art un muchacho, ella se suicidó. Vladek ha sobrevivido a todo eso y en cierta manera Art trata de “sobrevivir” a su padre, que tiene ya las manías de la edad.

Cada capítulo generalmente sigue la misma estructura: Art va a visitar a su padre, y este comienza a recordar. Entonces vemos la historia de Vladek desde que conoce a Anja, en Polonia, y se casan. De a poco los “gatos” van ganando espacio y entonces los “ratones” judíos comienzan a verlo todo negro. Se suceden la invasión alemana a Polonia, las primeras restricciones, luego los guettos, las deportaciones a los campos de concentración y finalmente el horror de Auschwitz. Anja y Vladek pasan juntos por todas estas etapas, pues la historia es contada por Vladek, y para él es imposible soslayar a Anja. Aunque no se trata de una novelesca historia de amor, uno se queda pensando en ese sentimiento tan fuerte que hay entre Anja y Vladek, porque cuando todo se derrumba, sólo se tienen el uno al otro. Hay un momento culminante en el capítulo cinco (“Ratoneras”): “… hasta el último minuto debemos luchar juntos. Te necesito... ya verás que juntos sobreviviremos…siempre le decía eso”, recuerda Vladek.
Desfilan las miserias cotidianas de seres humanos lanzados unos contra otros: los gatos cazan ratones; los ratones se traicionan unos a otros; los “cerdos” (los polacos) se mueven entre la piedad por los ratones y el temor a los gatos. Hay cerdos que ayudan a los ratones, y hay otros que los denuncian ante los gatos, denunciando incluso a los cerdos que protegen ratones. Una verdadera maraña, prueba de todos los matices que puede alcanzar el espíritu humano en situaciones difíciles.

El relato es muy completo, pues Vladek ha visto y vivido muchas cosas. Como dije antes, lejos de los sentimentalismos baratos, Spiegelman nos pone frente a frente con el Holocausto y deja que lo miremos a los ojos, sin intermediarios. El efecto es contundente.

La historia de Vladek durante el Holocausto se complementa con la historia de lo que sucede entre él y su hijo Art, el cual parece no comprenderlo e incluso no soportarlo. Vladek ya es viejo y tiene mañas, mientras que Art quiere mantenerse independiente de sus problemas (los de Vladek). A veces parece que Art tiene problemas con su identidad: cuando habla con su padre, tiene cara de ratón; pero otras veces tiene cabeza humana y máscara de ratón, como si quisiera aparentar algo que en el fondo no es. Se dibuja a sí mismo yendo al psicólogo a hablar de estos problemas; se dibuja a sí mismo ante el tablero de dibujo bocetando “Maus” o decidiendo con qué animal identificar a tal país. Mientras tanto, Vladek rezonga con su nueva esposa (“Mala”) y la compara con la difunta Anja, mientras despotrica que a Mala solo le interesa el dinero. Vladek sigue sobreviviendo.

En resumen, un libro fascinante por lo novedoso y por el ángulo con que enfoca el genocidio cometido por los nazis. Pero también atrapa por la historia de ese ratón-judío que sobrevive treinta años después, entre su hijo prescindente, su segunda esposa, su el recuerdo de hijo muerto en los campos y el recuerdo también de su amada esposa con la cual afrontó los peores espantos.

El impacto de la obra llevó a que “Maus” ganara el Pulitzer, un prestigioso premio reservado para obras publicadas en EEUU. Después de “Maus” Art Spiegelman no ha producido otra obra de renombre, y en cierta manera, quedó atada a ella; su nombre se asocia a “Maus” a tal punto que en un episodio de Los Simpson aparece Spiegelman usando una careta de ratón. Curioso epílogo para tremenda “historia de un sobreviviente”.

Anexo: para saber un poco más
http://www.tebeosfera.com/documentos/documentos/maus:_la_historia_de_un_sobreviviente.html

viernes, 7 de noviembre de 2008

La vida y la muerte por Perón

“No habrá más penas ni olvido” (1983)




Yo diría que esta película es como un manual: sirve para entender una época de nuestra historia nacional, más concretamente el período anterior al golpe de estado de 1976 en Argentina. Eran los años en que la lucha armada no estaba mal vista, porque se la tomaba como una prolongación de la acción política. Y así nos fue.
En 1983 el director Héctor Olivera filmó está película, que está basada en la novela homónima de Osvaldo Soriano. La película se estrenó el 22 de septiembre de 1983, pocas semanas antes de las primeras elecciones con que Argentina retornaba a la democracia después de 7 años de dictadura militar.
Apenas comienza el filme, las clásicas letritas impresas en pantalla nos dicen que “la acción transcurre en una indeterminada provincia argentina”; y da la fecha: otoño de 1974. Anotemos ese dato.
Vemos un pueblito, tan pequeño que no hay intendente (o alcalde, como se dice en otros lugares del mundo): apenas hay un delegado municipal, Fuentes (Federico Luppi). Él es peronista, como casi todos los personajes: es una película sobre peronistas. Pero a don Fuentes lo quieren remover, acusándolo de “comunista”. Van desfilando los personajes típicos de ese pueblo que es arquetipo de muchos pueblos: Rodolfo Ranni es el regordete comisario Llanos, Miguel Ángel Solá es Juan, el preso de la carcel del pueblo, que entra y sale de la celda para hacer los mandados, Julio de Grazia y Patricio Contreras son los agentes García y Comini, etcétera. Imperdible el personaje de Ulises Dumont, Cerviño, el piloto que fumiga los campos con su avioneta bautizada “Torito”.
La movida contra Fuentes viene desde la cúpula del partido (peronista) y los encargados de hacerla cumplir son los “operadores” Reinaldo (Victor Laplace) y Suprino (Héctor Bidonde). Se prevé que Fuentes va a dejar el cargo sin chistar, pero no es así, de manera que las cosas se complican y de a poco la locura se apodera de todos. Entonces aparecen las armas, de un lado y del otro.
Casi toda la película se dedica a mostrar como la encarnizada resistencia de Fuentes, atrincherado con algunos leales en el edificio de gobierno municipal, dispara las reacciones de todos los elementos políticos que hay en el pueblo o que llegan desde afuera del mismo. Aparecen los elementos de la extrema derecha y de la extrema izquierda, y a ninguno se le caen las armas de la mano. Personajes que se conocían de toda la vida se lanzan al ataque mutuo, destrozándose. El final de esta verdadera batalla es a la vez inesperado y obvio. Así como lo digo.
También es un final estrictamente histórico, porque la tragedia que se desata en ese pueblo es una copia en miniatura de la tragedia que vivió mi país, lanzándose munición cada vez más grande hasta llegar al hondo encono y la atroz conclusión de que nos matamos de a miles entre nosotros, y con tanta saña como no cabe en la imaginación.


Y en medio de todo eso, por todas partes, Perón. Su nombre es la bandera que ondea en las trincheras de todos los bandos: todos dicen luchar por él. Esto también responde a la realidad, cuando los peronistas de izquierda, de centro y de derecha creían ser los “auténticos peronistas”, mientras calificaban a los otros como “falsos peronistas”. Perón está ahí, en el aire de la película, como lo estuvo mientras vivió en su agonizante tercer mandato presidencial, sin entender y sin poder controlar a todos los que apretaban el gatillo “defendiéndolo”.
Y Perón murió el 1º de julio de 1974, apenas comenzado el invierno. Por eso se me antoja que la ubicación temporal dada al inicio (“otoño de 1974”, es decir, de marzo a junio) pretende dar el mensaje de que tanta locura no era necesaria y que además no solucionaba nada, porque el ícono, el motivo de la lucha, estaba viviendo sus últimos días. Pero las fuerzas desatadas mientras él vivió siguieron azotando al país e hicieron de antesala para el período más negro: la dictadura militar de 1976.
Como dije al principio, con esta película se puede entender un período histórico. O mejor dicho, no sé si “entender”: ¿cómo entender que la víctima y el verdugo gritan “¡Viva Perón!” al mismo tiempo? Por algo en inglés el título de la película es “Funny Dirty Little War”, algo así como “Divertida y sucia guerrita”: un acierto la titulación.
A mi mismo me cuesta entender esos fanatismos, pero lo cierto es que así fue en la historia real. En todo caso, más que ayudar a entender, la película puede ayudar dando una pintura sobre el escenario, los personajes y los porqués de esa etapa. Pero habrá que seguir leyendo y reflexionando para entender.
Habrá que ponerse a reflexionar, digo, y es lo que “ellos” deberían haber hecho antes de empuñar las armas y empujar al país hacia la oscuridad.

viernes, 24 de octubre de 2008

Lo mejor de la épica fantástica

“La Saga de los Confines”

Esta colección de tres títulos llamada “La Saga de los Confines” es, a mi humilde entender, de lo mejor que se ha escrito sobre épica fantástica y no solo en castellano. Durante tres meses, a razón de un volumen por mes, compré y leí la Saga entera, y estaba apasionado: me leía cada libro en tiempo record, máximo seis días, tal era la forma en que me atrapó. Ahí fue cuando hice el solemne juramento de recomendarlo con alma y vida a todo el que se me cruzara por el camino.
Esta Saga es obra de una mujer, Liliana Bodoc (ver foto debajo), nacida en Santa Fe y radicada en Mendoza. En el año 2000, con los originales bajo el brazo, se presentó a un editor y este quedó muy convencido: así fue que Editorial Norma publicó “Los días del Venado” en la colección “Otros mundos”. De inmediato el público se enganchó y quedó abierto el camino para publicar el resto de la Saga. Yo me encontré con este material a través de un sitio de Internet llamado Imaginaria (http://www.imaginaria.com.ar/) y con lo poco que leí ahí quise leer todo. Así fue que en enero de 2006 me traje a casa “Los días del Venado”, con el consecuente atrapamiento que ya he relatado.
El género épico cuenta historias de héroes que afrontan peligros, luchan batallas y defienden el bien (es decir, la causa en la que creen); este género es amplio y podemos ubicar aquí desde la Ilíada de Homero a La Guerra Gaucha de Leopoldo Lugones, por decir algo. En su variante fantástica la acción tiene lugar en mundos imaginarios, donde se mezclan seres reales con otros fabulosos, y donde la magia y lo sobrenatural tiene gran peso. Al hablar de este subgénero hay que remitirse obligadamente a la obra de JRR Tolkien, creador de todo un universo fantástico donde hay batallas, héroes y malvados por doquier. Ahí está “El Señor de los Anillos” para muestra.
Pero la obra de Bodoc no es copia de nada, ya que se inspira en un tema que los autores del género (mayoritariamente anglosajones) no frecuentan: la conquista de América precolombina. Agazapado en la saga de Bodoc se encuentra un imaginario que remite a ese proceso histórico, y pueden encontrarse huellas diversas, que ya veremos.
La acción transcurre en un continente llamado “Las Tierras Fértiles”, cuyo extremo sur se llama “Los Confines” y está habitado, entre otros, por la tribu de los husihuilkes. Precisamente uno de los jefes husihuilkes, llamado Dulkancellin, es llamado a un consejo de todos los pueblos de las Tierras Fértiles, en la lejana ciudad de Beleram. ¿Qué motiva esa asamblea continental? Pues nada menos que los signos de la magia y el cielo, los cuales hablan de la inminente llegada del mal a estas tierras. Entonces Dulkancellin deberá sumarse a quienes planean cómo enfrentar ese destino que se les viene encima; empresa que asumirá junto a sus hijos.
Posiblemente vosotros ya hayáis captado el guiño, y recreado en vuestras mentes el año 1492. De todos modos, como dije antes, la obra es de épica fantástica, y aunque necesariamente tiene anclajes en la realidad y la historia, no pretende relatar un hecho histórico. Ya sabemos que los pueblos precolombinos nunca fueron un todo que se enfrentó unido a los españoles. De todos modos, la forma del continente recuerda difusamente al contorno de América (ver el dibujo que se incluye en el libro):
Como sea, así comienza la Saga, que nos va llevando a través de las Tierras Fértiles con una prosa ágil, llena de poesía (valga la paradoja) y emoción. El corazón se encoge cuando la trama queda arrinconada en las batallas, única posibilidad de esos pueblos de resistir al Mal. El final de “Los días del Venado” es capaz de llevarlo a uno al borde de las lágrimas, y da un pase perfecto para empezar con “Los días de la Sombra”, el segundo título de la Saga. La historia se hilvana sin ningún problema de continuidad, con los mismos personajes en general, aunque de a ratos surgen situaciones nuevas que explican la historia desde otro costado. La lucha de los pueblos de las Tierras Fértiles (el “venado” del primer título) adquiere muchos aspectos, y va desde lo estrictamente guerrero hasta lo íntimo del corazón de las personas; desde la magia hasta el odio; desde los Confines hasta las Tierras Antiguas (el suelo desde donde parten los invasores, que son llamados “sideresios”).
Bodoc logra combinar en perfecta armonía todos estos elementos para contar una historia de grandezas y humillaciones, de heroísmos y traiciones, de canciones y de batallas, de imperios y de amores. Las páginas finales de cada libro son leídas con un nudo en la garganta y la impotencia de ser solo un lector que no puede cambiar el destino de esos seres que uno empieza a querer desde el principio.
La Saga finaliza con “Los días del Fuego”, y de a poco se van resolviendo las tramas que corren paralelas. La sensación que a uno le queda es que se acaba un mundo que debería ser para siempre, y en medio del fuego de las luchas se asiste a uno de los finales más épicos que han contado los bardos de todas las épocas.
Creo que el entusiasmo me ha tomado prisionero, por lo cual pido disculpas a ustedes. Pero me atrevo una vez más a recomendar esta Saga: cómprenla, búsquenla en alguna biblioteca, pídanla prestada; me atrevo a asegurar que les gustará tanto como a mí.

viernes, 17 de octubre de 2008

Los recuerdos de un presidiario francés

“Papillon” (1970)


Este es un libro que encontré fortuitamente: como sucede a veces, alguien donó a la parroquia un lote de libros que ya no necesitaba, generalmente muy viejos. Yo soy activo miembro de la parroquia y justo vi la caja con los libros caídos en desgracia, de modo que empecé a hurgar y me encontré con este “Papillón”, impreso por EMECÉ en 1970 (había salido en su idioma oficial en 1969). Se ve que tuvo gran éxito, pues en las primeras páginas se dice que la primera impresión fue en abril de 1970; la segunda impresión también en el mismo mes; y la tercera edición fue al mes siguiente.

Papillon” en idioma francés significa “Mariposa”, y alude a un tatuaje que tiene el protagonista; ese tatuaje con forma de mariposa ocasiona que a dicho protagonista se lo conozca también por el apodo de “Papillon”, aunque su nombre sea Henri Charriere.

Este es precisamente el nombre del autor: Charriere ha escrito un libro autobiográfico, colocándole como título su famoso apodo. Eso hace que el libro sea una pieza literaria única, por la minuciosidad con que están relatados hechos que sucedieron en la realidad.

Charriere no cuenta su vida en general sino una parte, pero esa parte vale por el resto: desde los 25 años (1931 o 1932) hasta los 37 años (en 1945), etapa en la cual afrontó una condena por el asesinato de un “macró” (por lo que he podido averiguar es un proxeneta o algo así). Papillon era un hombre de la noche, un “dandy”, y aunque juraba ser inocente, lo mandaron a la Guayana Francesa, en la costa norte de Sudamerica (al norte de Brasil). En el Primer Mundo mandaban (o mandan) a sus indeseables lejos, a la periferia, a purgar sus condenas. Bueno, al fin y al cabo en Argentina se acostumbraba mandar a los “peores” a Tierra del Fuego, también lejos.

Papillon va contando con lujo de detalles todos los momentos que vive en “el camino de la podredumbre”, como él le llama. Lo han condenado a perpetua, pero llevado de su espíritu indómito (al fin y al cabo es un hombre de la noche, no habituado a las ataduras) piensa desde el principio en fugarse. Al comienzo lo mueve el deseo de venganza, como en esta escena:

Han pasado treinta años y sin embargo mi pluma corre para recordar lo que realmente pensé en aquellos momentos de mi vida, sin el menor esfuerzo de memoria.
No, lo les haré nada a los jurados. ¿Pero al fiscal? ¡Ah! A ese hay que escarmentarlo. Para él tengo una receta siempre lista, tomada de Alejandro Duma. Actuar exactamente como en “El conde de Montecristo” con la víctima que había encerrado en el sótano para que reventara de hambre.


Y más adelante, cuando un cura viejo lo visita en su celda para asistirlo espiritualmente:

Sus ojos son tan dulces, su gruesa figura tiene tanta luminosa bondad, que tengo vergüenza de negarme (a rezar). Como él se ha arrodillado, lo imito. “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Se me caen las lágrimas, y el buen padre, que las ve, recoge sobre mi mejilla, con un dedo torcido, una gruesa lágrima, la lleva a los labios y la bebe.
- Tus lágrimas, hijo, son para mí la más grande recompensa que Dios podía enviarme hoy a través de ti. Gracias.- Se levanta y me besa en la frente.
Estamos de nuevo en la cama, uno al lado del otro.
- ¿Cuánto tiempo hacía que no llorabas?
- Catorce años.
- Catorce años ¿Por qué?
- El día de la muerte de mi madre.
Toma mi mano en la suya y me dice: “Perdona a los que te han hecho sufrir tanto.” Saco mi mano de la suya y, de un brinco, me encuentro sin quererlo en el medio de la celda.
- ¡Ah no, eso no! Jamás perdonaré. ¿Y quiere que le confíe una cosa, padre? Bueno, cada día, cada noche, cada hora, cada minuto, paso mi tiempo disponiendo cuándo, cómo, de qué modo podré hacer morir a los que me enviaron aquí.
- Dices y crees eso, hijo. Tú eres joven, muy joven. Cuando pase el tiempo renunciarás al castigo y a la venganza.
Treinta y cuatro años después pienso como él.


Papillon pasa su condena en el presidio de Cayena y en las islas cercanas a la Guayana Francesa, en medio de condiciones generalmente atroces. Pero el relato no por eso se hace lastimero, sino que Charriere narra todo con suma tranquilidad, como si las cosas que cuenta fueran algo habitual, algo de todos los días; y en realidad era habitual para los condenados. En ese sentido, el que escribe es un condenado, de modo que su visión de los hechos lejos está del espanto: ¿cómo va a espantarse de leer y escribir cosas que él ha vivido? Ya su capacidad de espantarse quedó atrás:

Además, el relato, queriéndolo o sin querer, resulta cómico; cómico por la naturalidad con que relata cosas que para nosotros son motivo de escándalo:

Matthieu Carbonieri, de acuerdo conmigo, había aceptado ser cocinero despensero en el sector de los jefes de guardianes. (…) El jefe de provisiones le da tres conejos para que los prepare para dos días después, el domingo. Carbonieri envía despellejados, afortunadamente, un conejo a su hermano que está en el muelle y dos a nosotros. Después mata tres gatos grandotes y con ellos hace un guiso con todas las de la ley.
Desgraciadamente para él, el doctor está invitado a esta comida y al paladear el conejo dice: “Señor Filidori, lo felicito por su menú: este gato está delicioso”.
- No se burle de mí, doctor, estamos comiendo tres hermosos conejos.
- No –dice el doctor, testarudo como una mula-. Es gato. ¿Ve las costillas que estoy comiendo? Son planas, y las de los conejos son redondas. Por lo tanto, no hay error posible: estamos comiendo gato.
- ¡Dios Santo, Cristacho! –Exclama el corso-. ¡Tengo un gato en la barriga! –Y sale corriendo hacia la cocina, le pone el revólver a Matthieu bajo la nariz y le dice:
- Pese a que eres tan napoleonista como yo, te voy a matar por hacerme comer gato.
Entre relatos de la vida cotidiana, fuga e intentos de fuga, desfilan docenas de personajes, al punto que cuesta memorizarlos. Charriere no se detiene mucho en cada uno, pero aún así lo poco que nos cuenta sobre ellos alcanza para darles a esos personajes una fuerza y protagonismos de primera línea. Resalta un cierto culto a la amistad: la lealtad a los amigos está presente constantemente, y vence al egoísmo. Es un código de presidiarios, pero muy válido, y demuestra a su manera que hay un sentido del honor incluso en personas que han sido desechadas por la sociedad.

Aunque tal vez muchos de ustedes ya conozcan cómo termina el libro, prefiero no contar más para dejar el deseo de leerlo. Es bastante grueso, pero vale la pena. No hay ritmo acelerado en el relato de las aventuras, sino mucho detalle y pintura, pero eso no quita emoción a la propuesta literaria de Charriere. Este libro fue adaptado al cine en 1973 (con el protagónico de Steve Moqueen), y Editorial Bruguera publicó una historieta en su ya legendaria revista “El Tony” en 1980.
Un recomendado.

viernes, 10 de octubre de 2008

La mujer y su satélite

“Un novio para mi mujer” (2008)



Esta es una película todavía en cartel al momento de escribir estas líneas, a diferencia de las que hemos comentado aquí hasta ahora.
Esta comedia romántica tiene muchos elementos a favor, aunque varios críticos de cine más expertos que yo le han señalado errores gruesos. De todos modos, creo que cumple con la función de entretener y contar una historia sin abusar de los clichés. Si usted busca ese cine argentino plagado de simbolismos y mensajes sociales ocultos en la trama (se me vienen a la memoria varios títulos de los 80, apenas recuperada la democracia), este no es el filme donde va a encontrarlo. Aquí estamos en presencia de una película con una narración simple, apuntada a un público amplio, y después de todo ¿por qué no? Si todo fuera cine simbólico esto sería muy aburrido: caviar todos los días cansa, y el gusto está en la variedad.

Adrian Suar es un hombre que ha recorrido un largo camino desde que interpretó a ese personaje querible (“Adrián”, justamente) en “La banda del Golden Rocket”. Metido en los negocios, convertido en empresario, cada tanto se da un tiempito para hacer de actor en alguna película. Aquí encarna a “El Tenso”, un tipo de barrio, que tiene un negocio (creo que una ferretería) y amigos cuarentones como él con los que se junta a jugar al futbol 5. Es un tipo apocado, y aquí viene el problema, cuando conocemos a su mujer: “La Tana”.

Resulta que “El Tenso” y “La Tana” se están por divorciar, y con ese cuadro arranca la película, que va intercalando escenas de la vida conyugal de ambos, con los momentos pasados en la terapia de pareja, cuando ya todo se lo ha llevado el diablo. En esos saltos se nos revela la trama que llevó a ambos a esa situación. Es que “La Tana” es una mujer insoportable: critica todo, está de constante malhumor, y obliga a su marido a oír todo el tiempo las razones por las cuales ella detesta al mundo y a la vida. Pero si “El Tenso” debe sufrirla, la platea goza con la catarata de blasfemias de esta mujer. Atrapada en una abulia constante, “La Tana” escapa de la depresión a través del mal humor, y Valeria Bertuccelli, la actriz que le da vida, consigue un personaje creíble y desbordante que atrapa al público. Creo que es ella la verdadera estrella del filme, haciendo que Suar sea un satélite que gira a su alrededor, lo mismo que la película entera.



El caso es que “El Tenso”, por su apocamiento, no consigue el valor para plantarse ante su esposa y pedirle el divorcio, de manera que concibe una idea singular: hacer que ella de ese paso. Con ese fin contrata a un misterioso personaje que debe enamorarla y llevarla a la infidelidad, hasta el punto de que ella desee abandonar a su marido. Ese personaje lo interpreta “el Puma” Gabriel Goity, en una interpretación tal vez muy breve para su estatura actoral.

La película resultará agradable para muchos de ustedes, por la simpleza de los personajes (inclusive las actuaciones secundarias) y por lugares o escenarios cotidianos con los cuales uno puede identificarse. El personaje de Bertuccelli se roba el filme, en lo agrio de su carácter y en los momentos de dulzura que el personaje inspira.

Para pasar un buen rato, y tal vez hacer un combo de películas de Suar, con este título y “Apariencias” (junto a Andrea del Boca).

viernes, 3 de octubre de 2008

Crónica de una historia al revés

"El conquistador" (2006)
¿Y que hubiera pasado si…?
Muchas preguntas suelen comenzar con este planteo hipotético. Esto suele servir como método para pintar situaciones imaginarias que sin embargo tienen un anclaje en la realidad; se trata de partir de una historia conocida para llegar a una historia posible.
Tal vez este sea el caso de este libro, al cual varios críticos literarios abordaron desde la hipótesis ¿Qué hubiera pasado si los indígenas precolombinos llegaban a Europa antes que Colón llegara a América? ¡Jugosa idea! Este planteo nace también del deseo de cambiar la historia tal como sucedió: el “descubrimiento” de América por Colón ha suscitado en este “Nuevo Mundo” muchos lamentos, y demasiados americanos han establecido que el 12 de octubre de 1492 fue el día que se inició la catástrofe y el sometimiento de estas tierras; catástrofe y sometimiento que continúan al día de hoy, dicen.


Sin entrar en planteos indigenistas o pseudo-progres, Federico Andahazi toma esa idea jugosa y construye con ella una historia, la de Quetza, un huérfano de dos años que va a ser sacrificado al dios de la guerra azteca. Con el sacrificio ritual se inicia el relato, que a mi criterio se divide en tres partes:
La primera, ambientada en Tenochtitlan, es abundante en descripciones, mientras que la acción lleva un ritmo lento. Andahazi nos lleva de la mano por la sociedad azteca de esa ciudad, introduciendo a cada tanto palabras en la lengua original de ese pueblo (aunque a veces abusa de la expresión “significa…tal”). Se ve que Andahazi ha leído bastante acerca de la sociedad y costumbres de la época en Tenochtitlan.
La segunda parte entra en el relato del viaje hacia Europa y la llegada a aquel continente. Hay razones para este viaje, que se encuentran obviamente en la primera parte del libro, aunque no son una verdadera sorpresa. Justamente me pareció que la primera parte se estiraba demasiado y que la segunda parte (la del viaje a Europa) tardaba demasiado en llegar. Y cuando llega las acciones se suceden más vertiginosamente, como si el autor se hubiera dado cuenta que “se le hacía tarde” y apuró el relato. Las descripciones de la Europa del siglo XV son muy buenas, y la inversión de roles entre “descubridor” e “indígenas” funciona muy bien.
En la tercera parte hay un viaje más, que no vamos a contar acá para no arruinar el final. Esta parte contiene una sucesión más vertiginosa aún que la anterior.
La sensación que me quedó fue la que ya comenté, que la primera parte se hacía demasiado larga, pues la parte “sabrosa” era la segunda, el viaje a Europa. Cuando uno lee en la portada del libro que se trata del viaje de los aztecas a Europa, compra la idea y empieza a leer para encontrar el nudo en esa parte. Pero Andahazi se demora. Incluso las conexiones entre los sucesos en Tenochtitlan y el viaje en sí son poco sólidos, solamente la vida de Quetza. Hay intrigas y maquinaciones, pero no alcanzan un ritmo que pueda atrapar. Por otra parte la minuciosidad en las descripciones es muy buena para quien quiera hacerse una idea de lo que fue Tenochtitlán antes de que se abriera su debacle; pero para el relato en sí no son tan necesarias. Si hubiera una historia que se desarrolla enteramente en esa ciudad, haciendo de cuenta que Europa no existe, estaría mejor.
La pregunta ¿Qué hubiera pasado si…? Implica que “eso”, esa posibilidad, no sucedió finalmente. Andahazi resuelve la aventura con un golpe de pluma, que cierra el círculo y deja a la Historia en condiciones de ser ella realmente como fue. Pero como ese golpe de pluma está al final, y se gastó demasiado libro en la primera parte, “el hecho” pasa rapidísimo ante nuestros ojos. Uno dice: “pero… ¿y así nomás?”. Y se acabó la historia.
Federico Andahazi ganó el premio Planeta 2006 a la mejor novela, y sus méritos tiene para gustar al jurado que le concedió el laurel. Pero cada lector es un jurado, de modo que habréis de juzgarlo y decidir si revalida el premio. A mi me dejó esperando por más.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Las rubias tontas también tienen corazón

“Legalmente rubia” (2001)


No sé cómo será en otros países, pero aquí en Argentina solemos definir a las modelos como “huecas”, es decir, sin mucha materia gris. Y eso se hace extensivo a las “conchetas”, a las pibas superficiales que se preocupan mucho de la apariencia, de verse bien. Y mientras más bonitas se vean, más pensamos que son huecas, primera impresión que solemos mantener a pesar que evidencias posteriores contradigan esa afirmación inicial. Entre todas ellas las rubias son íconos: “rubia tarada”, cantaba Luca Prodan en Sumo, décadas atrás. La canción reprochaba no sólo que fuera “tarada”, sino que además de eso, fuera “rubia”. Doble falta.
Por eso cuando vi esta película, pensé en la rubia tarada de Luca Prodan. La chica de apellido difícil (Reese Witherspoon) pone el cuerpo al personaje de Elle Woods, una típica rubia de preparatoria preocupada por todo lo que signifique las apariencias. Ella decide inscribirse en Harvard para así recuperar a su novio que estudia allí, el cual la ha dejado porque no está a su altura (él es de una aristocrática familia dedicada a las leyes).
Elle logra ser admitida gracias a un video en traje de baño que dejó muy impresionados a los ancianos dirigentes de Harvard. A partir de allí, Elle lucha en un ambiente que la considera una “rubia tarada”, incapaz de usar su sesera en algo productivo.
La película cuenta las desventuras de Elle en tono de comedia, confrontando a los espectadores con las actitudes “huecas” de la heroína; en más de una situación el público puede sentir la tentación de murmurar “que rubia tan tonta”, y en cierto modo a veces parece que no queda remedio.
Pero Elle tiene buen corazón. Hace todo eso por amor, y generalmente se resiste a devolver mal con mal. Es rubia y es tonta, pero no es mala. A su manera es una buena persona de buenas intenciones, y eso es lo que rescato como mensaje de la película.
Acompañan a la rubia tonta, Luke Wilson, que interpreta a Emmet, un potencial nuevo candidato para Elle. El sujeto es ideal para este tipo de papeles, por la cara que tiene; y si no, comparemos sus papeles en “Home Fries” (“Todo queda en casa”, 1998) “Los Ángeles de Charly” “Mi súper ex novia” (2006); moviéndose entre el protagonismo y el segundo plano, generalmente supeditado a un personaje femenino central.
También está Selma Blair, en el rol de Vivian, la nueva novia del ex novio de Elle, y por tanto, la anti-heroína; pero en la vida real es muy amiga de Witherspoon. Blair se lució después de esta película en otros títulos como “La cosa más dulce” (The Sweetest Thing, 2002) y “Cosa de hombres” (en España “Cosa de tíos”) (A Guy Thing, 2003), en papeles de frigidez que ella sabe explotar muy bien. Hasta participó en “Friends”, donde encaraba a Chandler en Tulsa, durante la Navidad.
También destaca Jennifer Coolidge en el rol de Paulette, una cuarentona venida a menos y enamorada platónicamente del cartero. Seguramente muchos la recordarán por su ya legendario papel de “Stifler's Mom” en “Américan Pie” (1999). Bueno, Paulette es todo lo contrario de “Stifler's Mom”.
Completan el reparto, Matthew Davis como Warner (el novio que Elle quiere reconquistar); Victor Garber como el Profesor Callahan (abogado que también da clases y para el cual Elle trabaja); Ali Larter como Brooke Taylor Windham (una rubia bomba acusada de asesinato que Elle deberá defender); y Jessica Cauffiel y Alanna Ubach, en los roles de Margot y Serena, las amigas de Elle y de igual tontudez que ella.
Para divertirse un rato, pues se trata de una película pochoclera. A no perderse la escena de Reese en bikini porque es breve, pero seguro la disfrutareis tanto como los directivos de Harvard, que así permitieron que Elle entrara en sus vidas. El final es el que puede esperarse en este tipo de películas y en el cine norteamericano en general, pero ojo que mientras tanto, el mensaje subliminal está corriendo: “las rubias tontas también tienen corazón".

jueves, 18 de septiembre de 2008

Memorias de un inglés en el Ejército Libertador

“Memorias del general Miller”

He leído este libro a comienzos del presente año. Se trata de una edición de Emecé, en la colección “memoria argentina” (Buenos Aires, 1997). El subtítulo dice “escritas por John Miller”, lo cual causa cierta confusión, como le pasó a un amigo mío, que dijo “y más vale que las escribió John Miller, si son las memorias del general Miller”. Pero no, son las memorias de William Miller, aunque (cosa un poco rara) no las escribió él mismo sino su hermano. Eso permite con más comodidad el uso de la tercera persona en vez de la primera, y contribuye a dar un tono más ecuánime e imparcial al relato.
William Miller fue uno de tantos guerreros que quedaron sin trabajo en Europa cuando Napoleón fue abatido; entonces pensó en viajar a América, tal como cuentan sus memorias:

Los años 1816 y 1817 los pasó casi enteramente en el continente europeo. Durante su residencia en él, tuvo la oportunidad de asociarse a una casa de comercio francesa; pero después de un pequeño ensayo abandonó la intención de adelantar su fortuna por aquel medio. Cuando regresó a Inglaterra se cansó pronto de una vida ociosa, y fijando su atención sobre el estado de la lucha entre la América Española y la metrópoli, consideró que el Río de la Plata era el punto más a propósito a que podía dirigirse; puesto que pocos o ningunos ingleses ansiosos de gloria militar habían marchado a aquel país, por cuya razón Mr. Miller lo prefirió a Colombia, cansada de aventureros de todas especies.

El libro se ocupa en narrar primero, desde el punto de vista del autor obviamente, las razones de la lucha; él las ubica en el defectuoso sistema colonial español, que había empujado a América a buscar su libertad. Eso abarca el capítulo 1; en el capítulo 2 pinta la escena en América durante los primeros convulsionados años del siglo XIX, hasta llegar al año cero: 1810.
En el capítulo 3 narra las operaciones militares entre patriotas y realistas en el territorio del virreinato del Río de la Plata, desde 1810 hasta 1816 aproximadamente. Esto da pie para narrar, en el capítulo 4, la preparación del Ejército de los Andes en Cuyo y el cruce de la cordillera. Allí, Miller retrocede en el tiempo y en el capítulo 5 explica la situación de Chile en el período de la “Patria Vieja”, y durante la reconquista realista, antes de narrar la campaña de San Martín en Chile hasta el fallido asalto a Talcahuano (diciembre de 1817). Recién en el capítulo 6 comienza el relato de la travesía de Miller llegando a Buenos Aires; y recién en el capítulo 7 lo vemos incorporarse al Ejército de los Andes argentino-chileno, a tiempo de participar en las batallas de Cancharrayada y Maipú.
Miller narra así los primeros días en el ejército patriota:

El primer pequeño incidente que ocurrió, fue el paso del río Maypo (…) su único puente está construido de un modo que puede llamarse de cables de cuero: lo necesario para que pase un carruage. (…). La infantería lo pasó (…) sin la menor dificultad (…) pero cuando llegó la artillería, principiaron las dudas de si podría o no verificarlo. Con obgeto de ver desfilar sus tropas y presenciar el paso del río, se había colocado el general (San Martín) en una alturita desde donde podía verlo todo, y al nacer estas dificultades, tuvo una especie de consulta co los gefes de ramo e inteligentes, sobre la posibilidad del paso de la artillería: en las dudas se ofreció el capitán Miller a conducir el primer cañón. (…) El carruage tomó tal velocidad, que los dos artilleros que lo sostenían, ayudados por el capitán Miller, perdieron el equilibrio y el cañón se disparó. La cureña se enredó en la balaustrada de cuero (…), el piso del puente adquirió una inclinación casi perpendicular, de forma que cuantos estaban en él, tuvieron que agarrarse a algo para quedar colgando, y no precipitarse en el torrente (…). Pero como no cedió ninguno de los apoyos del puente, se disminuyó poco a poco el susto (…) y se aventuraron dos o tres hombres a entrar en el puente a darles asistencia. Desmontaron con gran dificultad el cañón y la cureña, y lo condujeron todo en piezas separadas a la otra orilla. El resto de la artillería fue a pasar el río por un bado (sic), cuatro o cinco leguas mas abajo. El capitán Miller no perdió nada de su buen crédito por este accidente (…), antes al contrario le hizo conocer como un hombre que sabía despreciar su vida, al mismo tiempo que atrajo sobre sí la vista de su general, al principio mismo de su carrera.

Como puede verse en este texto, la narración entra en detalles muy sabrosos, que sólo se pueden conseguir en un testimonio de primera mano. A partir de aquí Miller no relata nada de oídas, sino lo que ha visto y vivido. A partir de aquí cuenta las acciones de guerra en que le tocó participar, en Chile y en Perú. Sirvió bajo el mando de su compatriota Cochrane, fuerte enemigo de San Martín aunque ambos luchaban contra los realistas. Cochrane ha dejado venenosos párrafos dedicados a San Martín, de donde se nutren algunos ultraderechistas chilenos para denigrar al Libertador. Afortunadamente, el pueblo de Chile en general no cae en estas trampas.
Es de imaginar lo difícil que sería para Miller estar entre dos jefes enfrentados mutuamente. A ambos les dedica palabras elogiosas, y procura mantener una distancia neutral al opinar. Así relata como se zanjó la disputa entre Cochrane y San Martín, protector del Perú:

El 26 del mismo mes (septiembre de 1821) transmitió el protector a lord Cochrane una copia de aquella parte de las instrucciones privadas que había recibido del gobierno de Chile, que le autorizaban como general en gefe de la expedición libertadora, para disponer del todo o parte de la escuadra, según lo considerase conveniente; y en virtud de estos poderes mandó al almirante y a los buques bajo su mando, salieran de las costas del Perú. Poco después el lord Cochrane dio la vela para California.

Las memorias de Miller llegan hasta la memorable batalla de Ayacucho (1824), aunque la edición que yo leí sólo narra las acciones en Perú hasta la renuncia de San Martín, después de entrevistarse en Guayaquil con Bolívar. Esto está bien aclarado en la primera página por parte de los editores.
Para quien guste de la historia y pueda disfrutar de libros testimoniales, encontrará en esta obra una fuente de buenos momentos. Hasta la próxima.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El pistolero y el samurai

"Letters from Iwo Jima" (2006)

Clint Eastwood se hizo famoso, entre otras cosas, por sus rudos personajes de pistolero. Con una pasmosa habilidad sacaba el “Colt” y dejaba tendidos a los forajidos en el polvo del desierto, allá en el Lejano Oeste.

Ahora Eastwood tiene muchos más años encima; y dicen que con los años viene la sabiduría. Tal vez esa sea una de las razones que explica como justamente él vino a hacer una de las mejores (sino la mejor) películas sobre la batalla de Iwo Jima de la Segunda Guerra Mundial.
Vamos, siendo un “duro” y simpatizando con el Partido Republicano, uno esperaría que Clint estuviera poco inclinado a confraternizar con el enemigo o darle aunque sea una pizca de razón. Pero lo hizo, y de qué modo.

Eastwood estaba embarcado en el proyecto de filmar “Flags of our Fathers”, sobre la controversia en torno a la famosa foto de los marines norteamericanos clavando su bandera en la cima del monte Suribachi. La historia de esa foto bien valía una película, y Clint se propuso filmarla. En el camino surgió la posibilidad de contar la batalla desde la perspectiva de los japoneses, y Clint puso manos a la obra. Filmando en tiempo record tuvo las dos películas listas, y las estrenó con un mes de diferencia a comienzos de 2006.

La película está hablada en japonés (excepto unas cuantas frases sueltas que dicen unos soldados norteamericanos) y cuenta la desesperada defensa de la isla de Iwo Jima en 1945. Comienza cuando científicos japoneses excavando el Suribachi encuentran un saco con cartas; de allí la narración salta a los días previos a la batalla, cuando el comandante Kuribayashi se hace cargo de la defensa de la isla. Este oficial conoce EUU y a los estadounidenses, así que sabe que contra ellos no funcionarán las tácticas de “ataque banzai” (atacar a pecho descubierto buscando la victoria o la muerte con honor). Propone en cambio una defensa palmo a palmo, cuidando las vidas de los soldados lo más posible, aunque no se hace ilusiones reales con una victoria. Su objetivo en realidad es retrasar lo más posible la ocupación de la isla, y tiene una muy buena razón: si los norteamericanos conquistan Iwo Jima la convertirán en base desde donde bombardear las ciudades japonesas. La escena donde Kuribayashi arenga a sus soldados diciéndoles que “cada día que podamos luchar aquí es un día menos de sufrimiento para nuestro pueblo”, pone la piel de gallina.


Aunque hay algunos lugares comunes, como el típico oficial que maltrata a los soldados y el típico oficial que los protege, la película no es complaciente en ningún momento. Muestra los sacrificios que impone la guerra y el costo que esta trae para la humanidad, más allá de pueblos y culturas. Sin proclamas innecesarias, la peli difunde un claro mensaje antibelicista. Para ello muestra encarnizadas escenas de batallas (muy bien logradas) pero también, a través de imágenes en flashbacks, retratos de la crueldad y el patriotismo barato en la retaguardia civil.

Del elenco, el único conocido en Occidente es Ken Watabanabe, ya famoso por su papel en “El Úlimo Samurai”; aquí encarna al general Kuribayashi, en cierto modo un samurai del siglo XX. El joven Kazunari Ninomiya (23 años en 2006) interpreta a Saigo, un ex panadero que continuamente escribe cartas a su esposa Hanako (Nae) y que es protagonista central junto con Kuribayashi. Ryo Kase es Shimizu, un ex policía militar degradado a simple soldado de infantería por no ser lo suficientemente “duro”. Tsuyoshi Ihara compone al barón Nishi, un carismático y querible oficial que va a Iwo Jima con su caballo (fue campeón olímpico). Todos ellos son actores con carreras sólidas a sus espaldas en Japón.

Esta es la primera película que veo donde la guerra se ve desde la mirada de los japoneses, y me pareció excelente. Hacía falta esta película, para romper con los moldes de las películas simplistas estilo John Wayne; que dicho sea de paso filmó su propia versión de esta batalla, allá por 1949: “Sands of Iwo Jima”. Obviamente, ni a los talones del filme que estamos comentando.Fue una suerte que el pistolero Clint se decidiera a filmar sobre esos toscos samurais de Iwo Jima. Una suerte.