jueves, 11 de septiembre de 2008

El pistolero y el samurai

"Letters from Iwo Jima" (2006)

Clint Eastwood se hizo famoso, entre otras cosas, por sus rudos personajes de pistolero. Con una pasmosa habilidad sacaba el “Colt” y dejaba tendidos a los forajidos en el polvo del desierto, allá en el Lejano Oeste.

Ahora Eastwood tiene muchos más años encima; y dicen que con los años viene la sabiduría. Tal vez esa sea una de las razones que explica como justamente él vino a hacer una de las mejores (sino la mejor) películas sobre la batalla de Iwo Jima de la Segunda Guerra Mundial.
Vamos, siendo un “duro” y simpatizando con el Partido Republicano, uno esperaría que Clint estuviera poco inclinado a confraternizar con el enemigo o darle aunque sea una pizca de razón. Pero lo hizo, y de qué modo.

Eastwood estaba embarcado en el proyecto de filmar “Flags of our Fathers”, sobre la controversia en torno a la famosa foto de los marines norteamericanos clavando su bandera en la cima del monte Suribachi. La historia de esa foto bien valía una película, y Clint se propuso filmarla. En el camino surgió la posibilidad de contar la batalla desde la perspectiva de los japoneses, y Clint puso manos a la obra. Filmando en tiempo record tuvo las dos películas listas, y las estrenó con un mes de diferencia a comienzos de 2006.

La película está hablada en japonés (excepto unas cuantas frases sueltas que dicen unos soldados norteamericanos) y cuenta la desesperada defensa de la isla de Iwo Jima en 1945. Comienza cuando científicos japoneses excavando el Suribachi encuentran un saco con cartas; de allí la narración salta a los días previos a la batalla, cuando el comandante Kuribayashi se hace cargo de la defensa de la isla. Este oficial conoce EUU y a los estadounidenses, así que sabe que contra ellos no funcionarán las tácticas de “ataque banzai” (atacar a pecho descubierto buscando la victoria o la muerte con honor). Propone en cambio una defensa palmo a palmo, cuidando las vidas de los soldados lo más posible, aunque no se hace ilusiones reales con una victoria. Su objetivo en realidad es retrasar lo más posible la ocupación de la isla, y tiene una muy buena razón: si los norteamericanos conquistan Iwo Jima la convertirán en base desde donde bombardear las ciudades japonesas. La escena donde Kuribayashi arenga a sus soldados diciéndoles que “cada día que podamos luchar aquí es un día menos de sufrimiento para nuestro pueblo”, pone la piel de gallina.


Aunque hay algunos lugares comunes, como el típico oficial que maltrata a los soldados y el típico oficial que los protege, la película no es complaciente en ningún momento. Muestra los sacrificios que impone la guerra y el costo que esta trae para la humanidad, más allá de pueblos y culturas. Sin proclamas innecesarias, la peli difunde un claro mensaje antibelicista. Para ello muestra encarnizadas escenas de batallas (muy bien logradas) pero también, a través de imágenes en flashbacks, retratos de la crueldad y el patriotismo barato en la retaguardia civil.

Del elenco, el único conocido en Occidente es Ken Watabanabe, ya famoso por su papel en “El Úlimo Samurai”; aquí encarna al general Kuribayashi, en cierto modo un samurai del siglo XX. El joven Kazunari Ninomiya (23 años en 2006) interpreta a Saigo, un ex panadero que continuamente escribe cartas a su esposa Hanako (Nae) y que es protagonista central junto con Kuribayashi. Ryo Kase es Shimizu, un ex policía militar degradado a simple soldado de infantería por no ser lo suficientemente “duro”. Tsuyoshi Ihara compone al barón Nishi, un carismático y querible oficial que va a Iwo Jima con su caballo (fue campeón olímpico). Todos ellos son actores con carreras sólidas a sus espaldas en Japón.

Esta es la primera película que veo donde la guerra se ve desde la mirada de los japoneses, y me pareció excelente. Hacía falta esta película, para romper con los moldes de las películas simplistas estilo John Wayne; que dicho sea de paso filmó su propia versión de esta batalla, allá por 1949: “Sands of Iwo Jima”. Obviamente, ni a los talones del filme que estamos comentando.Fue una suerte que el pistolero Clint se decidiera a filmar sobre esos toscos samurais de Iwo Jima. Una suerte.

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