viernes, 24 de octubre de 2008

Lo mejor de la épica fantástica

“La Saga de los Confines”

Esta colección de tres títulos llamada “La Saga de los Confines” es, a mi humilde entender, de lo mejor que se ha escrito sobre épica fantástica y no solo en castellano. Durante tres meses, a razón de un volumen por mes, compré y leí la Saga entera, y estaba apasionado: me leía cada libro en tiempo record, máximo seis días, tal era la forma en que me atrapó. Ahí fue cuando hice el solemne juramento de recomendarlo con alma y vida a todo el que se me cruzara por el camino.
Esta Saga es obra de una mujer, Liliana Bodoc (ver foto debajo), nacida en Santa Fe y radicada en Mendoza. En el año 2000, con los originales bajo el brazo, se presentó a un editor y este quedó muy convencido: así fue que Editorial Norma publicó “Los días del Venado” en la colección “Otros mundos”. De inmediato el público se enganchó y quedó abierto el camino para publicar el resto de la Saga. Yo me encontré con este material a través de un sitio de Internet llamado Imaginaria (http://www.imaginaria.com.ar/) y con lo poco que leí ahí quise leer todo. Así fue que en enero de 2006 me traje a casa “Los días del Venado”, con el consecuente atrapamiento que ya he relatado.
El género épico cuenta historias de héroes que afrontan peligros, luchan batallas y defienden el bien (es decir, la causa en la que creen); este género es amplio y podemos ubicar aquí desde la Ilíada de Homero a La Guerra Gaucha de Leopoldo Lugones, por decir algo. En su variante fantástica la acción tiene lugar en mundos imaginarios, donde se mezclan seres reales con otros fabulosos, y donde la magia y lo sobrenatural tiene gran peso. Al hablar de este subgénero hay que remitirse obligadamente a la obra de JRR Tolkien, creador de todo un universo fantástico donde hay batallas, héroes y malvados por doquier. Ahí está “El Señor de los Anillos” para muestra.
Pero la obra de Bodoc no es copia de nada, ya que se inspira en un tema que los autores del género (mayoritariamente anglosajones) no frecuentan: la conquista de América precolombina. Agazapado en la saga de Bodoc se encuentra un imaginario que remite a ese proceso histórico, y pueden encontrarse huellas diversas, que ya veremos.
La acción transcurre en un continente llamado “Las Tierras Fértiles”, cuyo extremo sur se llama “Los Confines” y está habitado, entre otros, por la tribu de los husihuilkes. Precisamente uno de los jefes husihuilkes, llamado Dulkancellin, es llamado a un consejo de todos los pueblos de las Tierras Fértiles, en la lejana ciudad de Beleram. ¿Qué motiva esa asamblea continental? Pues nada menos que los signos de la magia y el cielo, los cuales hablan de la inminente llegada del mal a estas tierras. Entonces Dulkancellin deberá sumarse a quienes planean cómo enfrentar ese destino que se les viene encima; empresa que asumirá junto a sus hijos.
Posiblemente vosotros ya hayáis captado el guiño, y recreado en vuestras mentes el año 1492. De todos modos, como dije antes, la obra es de épica fantástica, y aunque necesariamente tiene anclajes en la realidad y la historia, no pretende relatar un hecho histórico. Ya sabemos que los pueblos precolombinos nunca fueron un todo que se enfrentó unido a los españoles. De todos modos, la forma del continente recuerda difusamente al contorno de América (ver el dibujo que se incluye en el libro):
Como sea, así comienza la Saga, que nos va llevando a través de las Tierras Fértiles con una prosa ágil, llena de poesía (valga la paradoja) y emoción. El corazón se encoge cuando la trama queda arrinconada en las batallas, única posibilidad de esos pueblos de resistir al Mal. El final de “Los días del Venado” es capaz de llevarlo a uno al borde de las lágrimas, y da un pase perfecto para empezar con “Los días de la Sombra”, el segundo título de la Saga. La historia se hilvana sin ningún problema de continuidad, con los mismos personajes en general, aunque de a ratos surgen situaciones nuevas que explican la historia desde otro costado. La lucha de los pueblos de las Tierras Fértiles (el “venado” del primer título) adquiere muchos aspectos, y va desde lo estrictamente guerrero hasta lo íntimo del corazón de las personas; desde la magia hasta el odio; desde los Confines hasta las Tierras Antiguas (el suelo desde donde parten los invasores, que son llamados “sideresios”).
Bodoc logra combinar en perfecta armonía todos estos elementos para contar una historia de grandezas y humillaciones, de heroísmos y traiciones, de canciones y de batallas, de imperios y de amores. Las páginas finales de cada libro son leídas con un nudo en la garganta y la impotencia de ser solo un lector que no puede cambiar el destino de esos seres que uno empieza a querer desde el principio.
La Saga finaliza con “Los días del Fuego”, y de a poco se van resolviendo las tramas que corren paralelas. La sensación que a uno le queda es que se acaba un mundo que debería ser para siempre, y en medio del fuego de las luchas se asiste a uno de los finales más épicos que han contado los bardos de todas las épocas.
Creo que el entusiasmo me ha tomado prisionero, por lo cual pido disculpas a ustedes. Pero me atrevo una vez más a recomendar esta Saga: cómprenla, búsquenla en alguna biblioteca, pídanla prestada; me atrevo a asegurar que les gustará tanto como a mí.

viernes, 17 de octubre de 2008

Los recuerdos de un presidiario francés

“Papillon” (1970)


Este es un libro que encontré fortuitamente: como sucede a veces, alguien donó a la parroquia un lote de libros que ya no necesitaba, generalmente muy viejos. Yo soy activo miembro de la parroquia y justo vi la caja con los libros caídos en desgracia, de modo que empecé a hurgar y me encontré con este “Papillón”, impreso por EMECÉ en 1970 (había salido en su idioma oficial en 1969). Se ve que tuvo gran éxito, pues en las primeras páginas se dice que la primera impresión fue en abril de 1970; la segunda impresión también en el mismo mes; y la tercera edición fue al mes siguiente.

Papillon” en idioma francés significa “Mariposa”, y alude a un tatuaje que tiene el protagonista; ese tatuaje con forma de mariposa ocasiona que a dicho protagonista se lo conozca también por el apodo de “Papillon”, aunque su nombre sea Henri Charriere.

Este es precisamente el nombre del autor: Charriere ha escrito un libro autobiográfico, colocándole como título su famoso apodo. Eso hace que el libro sea una pieza literaria única, por la minuciosidad con que están relatados hechos que sucedieron en la realidad.

Charriere no cuenta su vida en general sino una parte, pero esa parte vale por el resto: desde los 25 años (1931 o 1932) hasta los 37 años (en 1945), etapa en la cual afrontó una condena por el asesinato de un “macró” (por lo que he podido averiguar es un proxeneta o algo así). Papillon era un hombre de la noche, un “dandy”, y aunque juraba ser inocente, lo mandaron a la Guayana Francesa, en la costa norte de Sudamerica (al norte de Brasil). En el Primer Mundo mandaban (o mandan) a sus indeseables lejos, a la periferia, a purgar sus condenas. Bueno, al fin y al cabo en Argentina se acostumbraba mandar a los “peores” a Tierra del Fuego, también lejos.

Papillon va contando con lujo de detalles todos los momentos que vive en “el camino de la podredumbre”, como él le llama. Lo han condenado a perpetua, pero llevado de su espíritu indómito (al fin y al cabo es un hombre de la noche, no habituado a las ataduras) piensa desde el principio en fugarse. Al comienzo lo mueve el deseo de venganza, como en esta escena:

Han pasado treinta años y sin embargo mi pluma corre para recordar lo que realmente pensé en aquellos momentos de mi vida, sin el menor esfuerzo de memoria.
No, lo les haré nada a los jurados. ¿Pero al fiscal? ¡Ah! A ese hay que escarmentarlo. Para él tengo una receta siempre lista, tomada de Alejandro Duma. Actuar exactamente como en “El conde de Montecristo” con la víctima que había encerrado en el sótano para que reventara de hambre.


Y más adelante, cuando un cura viejo lo visita en su celda para asistirlo espiritualmente:

Sus ojos son tan dulces, su gruesa figura tiene tanta luminosa bondad, que tengo vergüenza de negarme (a rezar). Como él se ha arrodillado, lo imito. “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Se me caen las lágrimas, y el buen padre, que las ve, recoge sobre mi mejilla, con un dedo torcido, una gruesa lágrima, la lleva a los labios y la bebe.
- Tus lágrimas, hijo, son para mí la más grande recompensa que Dios podía enviarme hoy a través de ti. Gracias.- Se levanta y me besa en la frente.
Estamos de nuevo en la cama, uno al lado del otro.
- ¿Cuánto tiempo hacía que no llorabas?
- Catorce años.
- Catorce años ¿Por qué?
- El día de la muerte de mi madre.
Toma mi mano en la suya y me dice: “Perdona a los que te han hecho sufrir tanto.” Saco mi mano de la suya y, de un brinco, me encuentro sin quererlo en el medio de la celda.
- ¡Ah no, eso no! Jamás perdonaré. ¿Y quiere que le confíe una cosa, padre? Bueno, cada día, cada noche, cada hora, cada minuto, paso mi tiempo disponiendo cuándo, cómo, de qué modo podré hacer morir a los que me enviaron aquí.
- Dices y crees eso, hijo. Tú eres joven, muy joven. Cuando pase el tiempo renunciarás al castigo y a la venganza.
Treinta y cuatro años después pienso como él.


Papillon pasa su condena en el presidio de Cayena y en las islas cercanas a la Guayana Francesa, en medio de condiciones generalmente atroces. Pero el relato no por eso se hace lastimero, sino que Charriere narra todo con suma tranquilidad, como si las cosas que cuenta fueran algo habitual, algo de todos los días; y en realidad era habitual para los condenados. En ese sentido, el que escribe es un condenado, de modo que su visión de los hechos lejos está del espanto: ¿cómo va a espantarse de leer y escribir cosas que él ha vivido? Ya su capacidad de espantarse quedó atrás:

Además, el relato, queriéndolo o sin querer, resulta cómico; cómico por la naturalidad con que relata cosas que para nosotros son motivo de escándalo:

Matthieu Carbonieri, de acuerdo conmigo, había aceptado ser cocinero despensero en el sector de los jefes de guardianes. (…) El jefe de provisiones le da tres conejos para que los prepare para dos días después, el domingo. Carbonieri envía despellejados, afortunadamente, un conejo a su hermano que está en el muelle y dos a nosotros. Después mata tres gatos grandotes y con ellos hace un guiso con todas las de la ley.
Desgraciadamente para él, el doctor está invitado a esta comida y al paladear el conejo dice: “Señor Filidori, lo felicito por su menú: este gato está delicioso”.
- No se burle de mí, doctor, estamos comiendo tres hermosos conejos.
- No –dice el doctor, testarudo como una mula-. Es gato. ¿Ve las costillas que estoy comiendo? Son planas, y las de los conejos son redondas. Por lo tanto, no hay error posible: estamos comiendo gato.
- ¡Dios Santo, Cristacho! –Exclama el corso-. ¡Tengo un gato en la barriga! –Y sale corriendo hacia la cocina, le pone el revólver a Matthieu bajo la nariz y le dice:
- Pese a que eres tan napoleonista como yo, te voy a matar por hacerme comer gato.
Entre relatos de la vida cotidiana, fuga e intentos de fuga, desfilan docenas de personajes, al punto que cuesta memorizarlos. Charriere no se detiene mucho en cada uno, pero aún así lo poco que nos cuenta sobre ellos alcanza para darles a esos personajes una fuerza y protagonismos de primera línea. Resalta un cierto culto a la amistad: la lealtad a los amigos está presente constantemente, y vence al egoísmo. Es un código de presidiarios, pero muy válido, y demuestra a su manera que hay un sentido del honor incluso en personas que han sido desechadas por la sociedad.

Aunque tal vez muchos de ustedes ya conozcan cómo termina el libro, prefiero no contar más para dejar el deseo de leerlo. Es bastante grueso, pero vale la pena. No hay ritmo acelerado en el relato de las aventuras, sino mucho detalle y pintura, pero eso no quita emoción a la propuesta literaria de Charriere. Este libro fue adaptado al cine en 1973 (con el protagónico de Steve Moqueen), y Editorial Bruguera publicó una historieta en su ya legendaria revista “El Tony” en 1980.
Un recomendado.

viernes, 10 de octubre de 2008

La mujer y su satélite

“Un novio para mi mujer” (2008)



Esta es una película todavía en cartel al momento de escribir estas líneas, a diferencia de las que hemos comentado aquí hasta ahora.
Esta comedia romántica tiene muchos elementos a favor, aunque varios críticos de cine más expertos que yo le han señalado errores gruesos. De todos modos, creo que cumple con la función de entretener y contar una historia sin abusar de los clichés. Si usted busca ese cine argentino plagado de simbolismos y mensajes sociales ocultos en la trama (se me vienen a la memoria varios títulos de los 80, apenas recuperada la democracia), este no es el filme donde va a encontrarlo. Aquí estamos en presencia de una película con una narración simple, apuntada a un público amplio, y después de todo ¿por qué no? Si todo fuera cine simbólico esto sería muy aburrido: caviar todos los días cansa, y el gusto está en la variedad.

Adrian Suar es un hombre que ha recorrido un largo camino desde que interpretó a ese personaje querible (“Adrián”, justamente) en “La banda del Golden Rocket”. Metido en los negocios, convertido en empresario, cada tanto se da un tiempito para hacer de actor en alguna película. Aquí encarna a “El Tenso”, un tipo de barrio, que tiene un negocio (creo que una ferretería) y amigos cuarentones como él con los que se junta a jugar al futbol 5. Es un tipo apocado, y aquí viene el problema, cuando conocemos a su mujer: “La Tana”.

Resulta que “El Tenso” y “La Tana” se están por divorciar, y con ese cuadro arranca la película, que va intercalando escenas de la vida conyugal de ambos, con los momentos pasados en la terapia de pareja, cuando ya todo se lo ha llevado el diablo. En esos saltos se nos revela la trama que llevó a ambos a esa situación. Es que “La Tana” es una mujer insoportable: critica todo, está de constante malhumor, y obliga a su marido a oír todo el tiempo las razones por las cuales ella detesta al mundo y a la vida. Pero si “El Tenso” debe sufrirla, la platea goza con la catarata de blasfemias de esta mujer. Atrapada en una abulia constante, “La Tana” escapa de la depresión a través del mal humor, y Valeria Bertuccelli, la actriz que le da vida, consigue un personaje creíble y desbordante que atrapa al público. Creo que es ella la verdadera estrella del filme, haciendo que Suar sea un satélite que gira a su alrededor, lo mismo que la película entera.



El caso es que “El Tenso”, por su apocamiento, no consigue el valor para plantarse ante su esposa y pedirle el divorcio, de manera que concibe una idea singular: hacer que ella de ese paso. Con ese fin contrata a un misterioso personaje que debe enamorarla y llevarla a la infidelidad, hasta el punto de que ella desee abandonar a su marido. Ese personaje lo interpreta “el Puma” Gabriel Goity, en una interpretación tal vez muy breve para su estatura actoral.

La película resultará agradable para muchos de ustedes, por la simpleza de los personajes (inclusive las actuaciones secundarias) y por lugares o escenarios cotidianos con los cuales uno puede identificarse. El personaje de Bertuccelli se roba el filme, en lo agrio de su carácter y en los momentos de dulzura que el personaje inspira.

Para pasar un buen rato, y tal vez hacer un combo de películas de Suar, con este título y “Apariencias” (junto a Andrea del Boca).

viernes, 3 de octubre de 2008

Crónica de una historia al revés

"El conquistador" (2006)
¿Y que hubiera pasado si…?
Muchas preguntas suelen comenzar con este planteo hipotético. Esto suele servir como método para pintar situaciones imaginarias que sin embargo tienen un anclaje en la realidad; se trata de partir de una historia conocida para llegar a una historia posible.
Tal vez este sea el caso de este libro, al cual varios críticos literarios abordaron desde la hipótesis ¿Qué hubiera pasado si los indígenas precolombinos llegaban a Europa antes que Colón llegara a América? ¡Jugosa idea! Este planteo nace también del deseo de cambiar la historia tal como sucedió: el “descubrimiento” de América por Colón ha suscitado en este “Nuevo Mundo” muchos lamentos, y demasiados americanos han establecido que el 12 de octubre de 1492 fue el día que se inició la catástrofe y el sometimiento de estas tierras; catástrofe y sometimiento que continúan al día de hoy, dicen.


Sin entrar en planteos indigenistas o pseudo-progres, Federico Andahazi toma esa idea jugosa y construye con ella una historia, la de Quetza, un huérfano de dos años que va a ser sacrificado al dios de la guerra azteca. Con el sacrificio ritual se inicia el relato, que a mi criterio se divide en tres partes:
La primera, ambientada en Tenochtitlan, es abundante en descripciones, mientras que la acción lleva un ritmo lento. Andahazi nos lleva de la mano por la sociedad azteca de esa ciudad, introduciendo a cada tanto palabras en la lengua original de ese pueblo (aunque a veces abusa de la expresión “significa…tal”). Se ve que Andahazi ha leído bastante acerca de la sociedad y costumbres de la época en Tenochtitlan.
La segunda parte entra en el relato del viaje hacia Europa y la llegada a aquel continente. Hay razones para este viaje, que se encuentran obviamente en la primera parte del libro, aunque no son una verdadera sorpresa. Justamente me pareció que la primera parte se estiraba demasiado y que la segunda parte (la del viaje a Europa) tardaba demasiado en llegar. Y cuando llega las acciones se suceden más vertiginosamente, como si el autor se hubiera dado cuenta que “se le hacía tarde” y apuró el relato. Las descripciones de la Europa del siglo XV son muy buenas, y la inversión de roles entre “descubridor” e “indígenas” funciona muy bien.
En la tercera parte hay un viaje más, que no vamos a contar acá para no arruinar el final. Esta parte contiene una sucesión más vertiginosa aún que la anterior.
La sensación que me quedó fue la que ya comenté, que la primera parte se hacía demasiado larga, pues la parte “sabrosa” era la segunda, el viaje a Europa. Cuando uno lee en la portada del libro que se trata del viaje de los aztecas a Europa, compra la idea y empieza a leer para encontrar el nudo en esa parte. Pero Andahazi se demora. Incluso las conexiones entre los sucesos en Tenochtitlan y el viaje en sí son poco sólidos, solamente la vida de Quetza. Hay intrigas y maquinaciones, pero no alcanzan un ritmo que pueda atrapar. Por otra parte la minuciosidad en las descripciones es muy buena para quien quiera hacerse una idea de lo que fue Tenochtitlán antes de que se abriera su debacle; pero para el relato en sí no son tan necesarias. Si hubiera una historia que se desarrolla enteramente en esa ciudad, haciendo de cuenta que Europa no existe, estaría mejor.
La pregunta ¿Qué hubiera pasado si…? Implica que “eso”, esa posibilidad, no sucedió finalmente. Andahazi resuelve la aventura con un golpe de pluma, que cierra el círculo y deja a la Historia en condiciones de ser ella realmente como fue. Pero como ese golpe de pluma está al final, y se gastó demasiado libro en la primera parte, “el hecho” pasa rapidísimo ante nuestros ojos. Uno dice: “pero… ¿y así nomás?”. Y se acabó la historia.
Federico Andahazi ganó el premio Planeta 2006 a la mejor novela, y sus méritos tiene para gustar al jurado que le concedió el laurel. Pero cada lector es un jurado, de modo que habréis de juzgarlo y decidir si revalida el premio. A mi me dejó esperando por más.