viernes, 2 de mayo de 2025

El jamón del sanguche

 Memorias de una adolescente


Querido Diario:

Mañana cumplo 15 años y ya recibí este diario. Empecé como ocho diarios íntimos en mi vida; a todos me los regalaron en distintos cumpleaños.

Así comienza "El jamón del sanguche", una entretenida historia narrada en primera persona por una adolescente como tantas y a la vez tan única: Cecilia.

Encontré este libro en una caja donde se amontonaban libros que algunas personas donan a las bibliotecas escolares. La caja estaba provisoriamente en la sala de profes, y llevado por mi debilidad hacia los libros me acerqué y revolví. Tomé este, le di una hojeada y me gustó, así que lo tomé prestado; lo leí y lo devolví, pero me gustó tanto que quise tenerlo en mi biblioteca personal. Por suerte, en un sitio de ventas oline de libros usados lo conseguí.

"El jamon del sanguche" en mis manos.

Graciela Bialet es la autora de esta simpática narración publicada por el Grupo Editorial Norma en la ciudad de Buenos Aires en el año 2008. Ella nació en Córdoba (Argentina) y se ha desempeñado como educadora en el nivel primario y terciario. Es autora de "Los sapos de la memoria", un libro (que no he leído aún) que indaga sobre la árte más horrible de la Historia Argentina reciente: la dictadura militar de 1976-1983 También ha participado de muchas maneras en espacios e instituciones que fomentan la lectura, y ha escrito mucho. Por lo tanto, Graciela Bialet es una persona que vale la pena leer, no sólo por su trayectoria profesional, sino porque sabe trabajar con las palabras. Esto, aunque parezca fácil, no lo es tanto.

Graciela Bialet (foto Editorial Norma)

La protagonista de esta historia es Cecilia, la quinceañera que recibe como regalo de cumpleaños un diario íntimo. Me recordó automáticamente a Ana Frank, quien recibió su "diario" de la misma forma.

Abro paréntesis. Pienso en cuánto marcó Ana Frank a la literatura en general y a este sub-género que es el diario personal. Pienso que su historia es ineludible cuando hablamos de escribir y expresar lo que sentimos. Cierro paréntesis.

Cecilia es hija adoptiva y no sólo eso: es hija única. Pero todo cambia cuando sus padres se separan y ella se llena de hermanos por parte de madre (y su nueva pareja) y por parte de padre (y su nueva pareja). Aquí es donde Cecilia, para escapar de ese agobio, se refugia en su diario personal, al que (como Ana Frank) bautiza con un nombre especial. A lo largo de las páginas que siguen vamos conociendo más y más de la vida cotidiana de Cecilia y también comenzamos a hacernos preguntas sobre ella y su pasado. Sin estridencias ni giros espectaculares la autora nos toma de la mano y nos hace caminar con Cecilia, a la que uno aprende a querer como esa hija que nunca tuvo.

Me gustó mucho la forma en que la autora escribe en primera persona, como si fuera la adolescente Cecilia. Es muy difícil ponerse en el lugar de otra persona para intentar expresarse sinceramente como si fuera esa persona, y aquí hablamos de una persona adulta (la autora) queriendo hablar como una adolescente (el personaje Cecilia): la barrera generacional nos muestra los límites de nuestras buenas intenciones, pues esto de "escribir como si fuésemos otros" me parece aún más complicado cuando los adultos queremos expresarnos en un lenguaje juvenil. No estoy seguro de que Graciela Bialet haya logrado imitar convincentemente el modo juvenil de expresarse, pero sí estoy seguro de que su prosa es fresca y Cecilia habla con una sinceridad y una soltura que le hacen cobrar vida: yo la sentía presente cuando leía sus palabras.

El libro tiene 222 páginas y está dividido en capítulos cortos, que siempre comienzan con Cecilia hablándole a su diario en una frase corta que resume su estado de ánimo. Las situaciones narradas son creíbles y el coro de personajes es bastante pintoresco. 

En resumen, creo que es un muy buen libro para adolescentes, que pueden sentirse identificados con Cecilia y las situaciones que le toca vivir. También es un buen libro para mamás y papás que buscan puentes hacia sus hijos, y en general para adultos que estén interesados en conocer la cultura juvenil y comprender a los jóvenes para ayudarlos a caminar por la vida. Soy profe de Nivel Medio y encontré este libro usado en una caja en la sala de profes de uno de los tres colegios en los que trabajo. Creo que no es casualidad.



lunes, 24 de febrero de 2025

Blade Runner (1982)

"Ciencia ficción" según Ridley Scott

Hoy vamos (después de una larga ausencia) a degustar ciencia ficción. Las películas de este género son tan antiguas como el cine mismo, y si no, ahí tenemos "Le Voyage dans la Lune" (Viaje a la Luna) del año 1902. Habían pasado sólo siete años desde que los hermanos Lumiere dieran nacimiento al cine con su breve película "Salida de los obreros de la fábrica".

La ciencia ficción es de por sí apasionante, con una abundante literatura y verdaderos maestros. El cine que bebe de esas fuentes amplifica su impacto porque (reconozcámoslo) la imagen en pantalla ha llegado a un público mucho más amplio que el texto escrito, aunque este último sea magistral.

Pero vayamos al grano. Blade Runner es una película estrenada en el año 1982 y basada en en un libro titulado "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", publicado en 1968. El autor de este libro es Philip K. Dick, un estadounidense conocido por los amantes del género. Dick era un escritor apasionado por la ciencia ficción y llevaba publicando novelas y cuentos desde que era un veinteañero, allá en la década de 1950; sin embargo, a nadie le había interesado adaptar sus obras a la pantalla grande, hasta que se filmó "Blade Runner". Parece que recién entonces los cineastas descubrieron su magnífica obra y comenzaron a recuperar el tiempo perdido, adaptando varios de sus libros. Dick se mostró muy entusiasmado con "Blade Runner" (quizá porque veía concretado el sueño de contemplar sus palabras plasmadas en imágenes) pero, tristemente, murió pocos meses antes de que esta película se estrenara. Con justicia, en los créditos al final de la película se menciona su nombre y el título de la novela escrita por él.

Portada del libro, edición de 1968

La "ciencia ficción" que vemos en esta película no es estimulante visualmente ni sirve como marco de referencia para aventuras espaciales o enfrentamientos entre fuerzas militares galácticas. El hecho de que el protagonista sea Harrison Ford, conocidísimo por su papel en las películas de la saga Star Wars, quizá haya confundido a algunos espectadores y los haya empujado a la sala de cine, esperando ver a un nuevo Han Solo disfrutando de sus andanzas por la galaxia. Me hubiera gustado ver las caras de esos espectadores a la salida de la función.

Harrison Ford es el "blade runner" al que alude el título de la película.

¿Por qué digo que no es "estimulante visualmente" la ciencia ficción que vemos en "Blade Runner"? Porque esta película nos muestra una sociedad tecnológicamente avanzada, pero con los mismos problemas que tenía la sociedad de 1982 y quizá la sociedad de hoy. La lluvia y la oscuridad son casi permanentes y transmiten una sensación de desaliento, hartazgo y resignación. No hay casi colores plateados luminosos que nos hagan pensar en tecnología futurista brillante, eficiente y sofisticada, sino edificios y calles entre grises y oscuros, atestados de gente que vive ahí, que va y viene. Las personas parecen cucarachas recorriendo tranquilamente sus malolientes escondrijos.

La ciudad de "Blade Runner" luce mal iluminada, sucia, deprimente

En este entorno se mueve Deckard (Harrison Ford, 40 años al momento de estrenarse la película), que es un blade runner, es decir, un agente que se dedica a cazar "replicantes". ¿Y qué son los "replicantes"? Son androides fabricados por el ser humano para que hagan determinadas tareas, y que a partir de la serie Nexus-6 exteriormente son imposibles de distinguir de un ser humano verdadero. Bueno, sucede que a veces los "replicantes" toman conciencia de sí mismos y se rebelan, y para darles caza están los blade runners. En este caso un grupo de "replicantes" de la serie Nexus-6 se ha rebelado, protagonizando un motín con víctimas fatales, ha robado una nave y se ha infiltrado en el planeta Tierra, lluvioso y deprimente, como dijimos. Estos replicantes estaban en una de las colonias creadas por la Humanidad en el espacio, y eran usados como mano de obra barata.

Que la Tierra sea un lugar deprimente explica el hecho de que los seres humanos hayan preferido mudarse al espacio exterior y crear colonias; en la Tierra han quedado los que no pueden irse, o no quieren hacerlo. Los "replicantes" fugitivos tratan, pues, de pasar desapercibidos mezclándose con la muchedumbre apática, hundiéndose en el fango urbano. Pero no cuentan con la tenacidad de Deckard, un blade runner que de mala gana acepta hacer "un último trabajo" antes de retirarse.

El elenco es para alquilar balcones. Los replicantes amotinados están encarnados por Rutger Hauer, Daryl Hannah, Joanna Cassidy y Brion James. Hauer, nacido en los Países Bajos y estéticamente rubio de ojos azules (38 años al momento del estreno de la película), transmite una fuerza y voluntad que habría hecho las delicias de los dictadores racistas de la Europa del siglo XX. Nadie mejor que él para ponerse en la piel del replicante Roy Batty, quien a su vez sólo quiere ponerse en la piel de un humano común y corriente. Y no lo digo yo solamente, lo dijo el propio Philip K. Dick, quien alcanzó a ver algunos minutos de la película que se estaba filmando y describió al actor neerlandés como "perfecto" para el papel. Hauer venía de protagonizar varias películas en su país natal hasta que cruzó el océano y llego a los Estados Unidos. Allí interpretó al terrorista europeo Wulfgar, el villano que hizo temblar a Sylvester Stallone en la atrapante "Nighthawk" ("Halcones de la Noche", 1981). También interpretó a Albert Speer, el arquitecto de Hitler, en una de esas tantas interesantes películas europeas tan difíciles (o imposibles) de conseguir en la América Hispana ("Inside the Third Reich", 1982). Aunque siguió filmando en los Países Bajos, después de Blader Runner le llegaron jugosos contratos de Hollywood que él no desaprovechó.


Rutger Hauer ("Roy Batty") y Daryl Hannah ("Pris")

Daryl Hannah tenía 21-22 años cuando interpretó a la replicante Pris. La suya es una filmografía para ver sin juzgar, pues hay de todo. Yo sugiero verla interpretando a una sirena enamorada en "Splash" (1984) junto a ese todoterreno llamado Tom Hanks, y en "Kill Bill" 1 y 2 (2003-2004), en el papel de la asesina Elle Driver (tuerta pero fatal). Sigue en la lista Joanna Cassidy, actriz que apareció en papeles menores en series de TV como "Dallas" (1980), "Los Ángeles de Charlie" (1981) y "The Love Boat” (conocido como “Vacaciones en el mar” en España y “El crucero del amor” en Hispanoamérica, 1979) entre otros. Después de Blade Runner siguió filmando y se puede encontrar su nombre en muchísimas películas y series. El siguiente en la lista es Brion James, a quien conocí en esta película. Según lo que pude ver, ha sido un actor de reparto que ha trabajado en muchas series y películas, como "Little House in the Prairie" ("La Familia Ingalls"), "Chips", "Dinastía", "A-Team" ("Brigada A"), "Matlock" o "Miami Vice".

Párrafo aparte para la bella Sean Young (22-23 años durante la filmación de Blade Runner): no voy a decir nada más sobre su personaje. Aunque filmó muchas películas ahora elijo solamente mencionar "Fire birds" ("Águilas de fuego" o "Pájaros de fuego"), una película bélica-romántica al estilo Top-gun, estrenada en 1990 y que provocó debate en Argentina (mi país) porque estaba ambientada en el "desierto de Catamarca" gobernado por el "cartel de los Saadi". La polémica vino porque en Argentina hay una provincia llamada Catamarca, gobernada entonces por un clan de apellido Saadi. Y al final menciono a Edward James Olmos, famoso por interpretar a un apasionado profesor de matemáticas en "Stand & deliver" (traducido como "Lecciones inolvidables" en España y "Con ganas de triunfar" en Hispanoamérica, 1988). Pero para mí Edward James Olmos vivirá siempre en el papel del comandante Adama, en la muy recomendable "Battlestar Galáctica" (2003), nueva versión de un clásico de los años 1970. Ya que hablamos de ciencia ficción, hay que ver "Battlestar Galáctica" (2003) antes de morir, o todo habrá sido en vano. Bueno, quizás exagero, pero no mucho.

Volvamos a "Blade Runner" y hablemos del director: se trata de Ridley Scott, un inglés que por aquellos años (34 de edad) ya tenía a sus espaldas un éxito tremendo como "Alien" (1979). Sin embargo, tuvo muchos problemas al filmar Blade Runner, pues se enfrentó con prácticamente todo el personal involucrado en la filmación; al fin y al cabo, era un inglés dirigiendo a estadounidenses, con una forma de pensar y trabaja distinta a la suya. Hubo mucha tensión desde el primer día del rodaje, y había tanta ira flotando en el ambiente, que Harrison Fod, harto, estaba dispuesto a hacer hablar a sus puños apenas viera a Scott. Sea como fuere, Blade Runner fue un éxito y fue una importante razón para que Ridley Scott siguiera dirigiendo películas en Estados Unidos.

No puedo olvidarme de la banda sonora de esta película. Lo que quiero destacar es la pieza del final, correctamente titulada "End Titles" y compuesta por Vangelis, famoso compositor griego presente en muchas grandes producciones fílmicas del siglo XX. Como curiosidad debo decir que ese tema fue muy popular en Argentina, ya que un programa deportivo de la televisión estatal ("Futbol de Primera") lo usó como cortina a partir de 1988. Quizás esté proyectando, pero me parece que algo que no alcanzamos a apreciar en su justa medida en las películas es su banda sonora. Ustedes me dirán si es así o no.

Para concluir sólo quiero volver a referirme a esa sociedad reflejada en Blade Runner, pues al fin y al cabo la ciencia ficción no se trata de tecnología futurista sino de cómo las sociedades del futuro utilizan la tecnología a su alcance: la ciencia ficción gira siempre en torno a la Humanidad. Bueno, como sea, más allá de mostrarnos como Deckard intenta encontrar a los replicantes, esta película nos invita a mirarnos a nosotros mismos en esos transeúntes alienados, en esos ricachones en el fondo infelices, en esos replicantes a la búsqueda de sí mismos o de una solución que les permita escapar a sí mismos. Desde el año 1982 esta película, con su ciencia ficción penetrante, nos interroga.

Sean Young y Harrison Ford


domingo, 1 de noviembre de 2009

Personas en su habitat natural

“Historias de Diván” (2007)



Este libro se lo compré a un vendedor en silla de ruedas, de una feria de artesanos y laburantes que ofrecían sus mercancías en calle Obispo Trejo, frente a la Iglesia de la Compañía, en la ciudad de Córdoba. Esos vendedores no están más ahí, y no se dónde los habrá puesto el reordenamiento municipal.

Cuento esto porque para los ratones de biblioteca como yo a veces es muy importante la forma como nos encontramos con el texto. No es cuestión de comprar un libro solamente. A veces uno se enamora de un libro viejito, o con anotaciones al margen, si es usado; o por el olor a nuevo que desprende si es nuevo. Porque el libro pasa de mano en mano y uno se siente parte de una cadena humana unida por esas páginas. En este caso ese vendedor despertó mi simpatía: me gustó que vendiera libros, me gustó como los tenía acomodados, cómo los ofrecía. No era el chamuyo del vendedor solamente, es que conocía a esos libros. Quien conoce, recomienda de una forma distinta que el simple vendedor. Tal vez habría que ver “Tienes un e-mail” y prestar atención al personaje de Meg Ryan para entender esto un poco mejor.

Fue esta relación con el vendedor y su estantería improvisada lo que me decidió a comprar el libro. No soy muy amigo de los textos de autoayuda, meditación o psicología, lo confieso. “Historias de diván” es un libro sobre el psicoanálisis, precisamente.

El ejemplar que tengo en mis manos es de la segunda edición (junio 2007) impreso por Editorial Planeta. El autor, muy conocido aquí en Argentina (al menos en los grandes centros urbanos) es Gabriel Rolón. Este hombre, según cuenta en su propio libro, nació en la ciudad de Buenos Aires en 1961 y se graduó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Además de su labor como profesional, ha hecho una carrera en el ámbito mediático, participando como columnista en programas radiales y televisivos. Una gran urbe como Buenos Aires da para que la gente se sienta necesitada de ayuda psicológica, y da para que esa misma gente quiera ver en la tele a otros hacerse el psicoanálisis. Rolón ha tenido un programa de TV donde juega a psicoanalizar a famosos. Pero me parece que el salto cualitativo de Rolón estuvo en participar del programa radial “La venganza será terrible” del afamado Alejandro Dolina (a quien yo admiro). Allí Rolón se despegaba un tanto del rol de psicoanalista y pasaba a ser un cómico que sintonizaba muy bien con Dolina.



Pero vayamos al libro en sí. Como el título muy bien lo adelanta, el libro trata sobre casos reales que al autor le tocó trabajar en su consultorio, o despacho, o como le quieran llamar. Rolón aclara que en todos los casos pidió a los implicados la autorización para publicar sus historias. Pero en su extenso prólogo Rolón aclara que, al fin y al cabo, ha retocado el texto. Él lo dice así:

Sus protagonistas (se refiere a los pacientes) no son el fruto de un capricho literario, sino que los he visto desgarrarse, reír, llorar, frustrarse y enojarse en mi consultorio semana tras semana. He debido, eso sí, novelar en parte algunas de las situaciones para transmitir mejor, de un modo ordenado y en pocas páginas aquello que ha sido resultado de meses, cuando no de años, de un intenso trabajo”. Y luego dice “Este libro contiene fragmentos de diferentes casos clínicos que me ha tocado dirigir (…) en todos los casos se han cambiado los nombres, las edades y las situaciones personales. Todo ha sido cuidadosamente modificado para resguardar la identidad y la privacidad de los pacientes

Tras leer este prólogo uno piensa entonces cuánto de las historias que va a leer son estrictamente reales, y cuánto es parte de las habilidades literarias que el autor puede desplegar en el terreno de la ficción. Hay aquí una tensión en pos de hacer un texto que hable sobre el trabajo psicoanalítico sobre casos reales, y al mismo tiempo lograr que ese texto sea ameno, entretenido e interesante. Yo he tenido que leer en la universidad textos sobre psicología, y para quien no persigue el objetivo de conocer este ámbito de las ciencias, estas lecturas pueden ser aburridas. ¿Cómo hacer que el público en general elija leer un texto sobre psicoanálisis? Rolón elige esta manera, y es su derecho.

En el prólogo (insisto en que me parece demasiado extenso), el autor explica que este libro no es exclusivo para psicólogos sino “para toda persona sensible al dolor humano”. Creo que también lo encontrarán ameno aquellos que gustan de espiar vidas ajenas, de saber qué le pasó a ese otro. En el índice el lector puede elegir entre ocho historias, cada una de las cuales tiene el nombre de su protagonista (Laura, Mariano, Amalia, Cecilia, Majo, Darío, Natalia y Antonio). Cada historia es un capítulo y allí en el índice mismo podemos leer los grandes temas del psicoanálisis: historias que en el pasado quedaron irresueltas y que en la adultez le saltan a la cara a la persona. Hay historias de celos, de abandono, de homosexualidad reprimida, de dobles identidades.

El libro logra ser ameno. A veces las habilidades del autor para soldar las partes reales y las ficcionales de cada historia dejan algunas lagunas. Pero en general esas historias tienen una fuerza propia muy grande que les permite ponerse el libro al hombro y salir adelante, como decimos en Argentina. Me llamó la atención el capítulo “la historia de Antonio” en el que el autor atiende un caso (un sacerdote) y al mismo tiempo se coloca como paciente de otro profesional, el cual lo aconseja como llevar adelante el caso. Yo pensaba que la ética profesional impedía comentar con otras personas lo que el paciente compartía en la sesión, pero parece que no es así. El caso de Antonio es el de un sacerdote que acude a psicoanalizarse, y me llama la atención que el autor piense que si los otros curas se enteran se puede armar lío para el pobre cura. Aquí en la arquidiócesis de Córdoba la psicología es parte de las herramientas de discernimiento vocacional y no es ninguna herejía, como parece sugerirlo Rolón. Tambien me gustó “la historia de Mariana”: “Entre el amor y el deseo, la indecisión”.

Un libro interesante, fácil de leer y en ciertos momentos atrapante. Bueno para estudiantes de psicología que quieren asomarse a la realidad de trabajar con pacientes en el psicoanálisis, y bueno para quienes quieran contemplar cómo otras personas llevan sus vidas y enfrentar sus problemas y sus miedos. Como quien dice, personas que son interesantes en tanto personas. Nada más y nada menos.

jueves, 27 de agosto de 2009

Una adolescente embarazada

“Juno” (2007)


Esta es una película reciente que toca un tema espinoso: el embarazo de las adolescentes y las opciones que se les presentan. Dicho de otra manera: “¿qué hacer con el bebé que crece en mi panza?”

El guión pertenece a Diablo Cody; ustedes pensarán tal vez que es un nombre exótico, pero en realidad se llama Brook Busey, y es una mujer que ha producido y actuado. No hay mucho más para decir de ella, salvo que ganó un premio Oscar por el guión de esta película.

La historia se centra en Juno, una chica de 16 años que descubre con frustración que ha quedado embarazada. Ese es el resultado de un encuentro sexual con su amigo Paulie Bleeker, a quien ella frecuenta. A partir de allí se abre el momento de las decisiones, y la gran pregunta que figura en el primer párrafo de este post. Se trata de una situación inesperada y no precisamente pasajera, que puede cambiar su vida para siempre.

En varias ocasiones Juno aparece "fumando" una pipa vacía.

En el rol de Juno está Ellen Page, que tenía 20 años al momento de estrenarse la película. Es una de esas actrices que aparentan mucho menos edad, y se la ve perfecta en su papel de adolescente. Ha participado en muchos filmes desde que tenía 10 años, y no se ha limitado a un solo género; de hecho tal vez su participación más popular y reconocible por el público sea el personaje “Kitty Pride” que interpretó en “X-Men 3”, estrenada un año antes que “Juno”.

Ellen Page interpreta a una adolescente despreocupada y sin complejos, que parece tomarse la vida en forma muy relajada y con mucho humor. Tiene sus intereses y aficiones, que iremos descubriendo a lo largo del filme, pero la línea general que marca su conducta es el desenfado. Una situación de embarazo como la que a ella le toca vivir daría pie a un dramatismo muy intenso, con lágrimas y alocuciones llenas de histrionismo. Pero Juno lo toma como viene y en ningún momento se queda parada esperando que del cielo (o del infierno) venga la solución.

La primera acción es consultarlo con “el padre”, Paulie Bleeker, interpretado por Michael Cera. Cuando vemos a Bleeker en pantalla podemos llegar a sentir lástima por Juno, ya que el muchacho no tiene precisamente el aspecto del chico decidido y valiente que se hará cargo de la situación, protegiendo a su compañera en el trance. Bleeker es flaquito, con cara de vacilación, le gusta correr y tiene como vicio comer Tic Tacs: es un adolescente que vive su edad y no se le puede pedir que asuma el peso de la carga que lleva Juno y de la que ambos son responsables. De hecho, otros personajes se asombran de que él haya sido capaz de embarazar a una chica. Juno queda sola y decide no involucrar a Paulie en el asunto, pero no lo culpa.

Juno y su amigo Paulie Bleeker: ¿el amor es más fuerte?

La siguiente opción es el aborto. Busca en los clasificados y encuentra lugares donde hacérselo. En EEUU (no en todos lados) el aborto está legalizado y es como ir a sacarse un lunar; una solución simple para quienes entienden que el embarazo es un problema y que se puede matar a un bebé inocente, haciéndolo responsable de errores ajenos. Juno acude a un centro de abortos legales pero descubre, por motivos no tan altruistas como los que podría parecer, que finalmente quiere tener al bebé. Entonces aparece la opción de darlo en adopción, y este es el tema central de la película, porque aquí Juno conoce a la pareja que adoptará el niño por nacer.

Aunque el filme se centra en Juno y su embarazado, también dan vueltas otros temas, como su relación con Paulie Bleeker, con su padre (el de ella), y con los futuros padres adoptivos, Vanessa (Jennifer Garner) y Mark (Jason Bateman). Sobre estos últimos personajes diremos que son una pareja bien posicionada, joven y sin problemas económicos, pero que no han podido tener un hijo. Colocan un aviso en los clasificados, ofreciéndose para adoptar, y Juno los elige. Vanessa es obsesivamente prolija y atenta, mientras que Mark es más relajado e informal, y por estas razones Juno entabla un vínculo afectivo con él. La joven y exitosa pareja espera ansiosa un bebé, pero mientras crece la panza de Juno aparecerán otros desafíos para superar.

Vanessa y Mark deben lidiar con Juno y su embarazo, pero también con otros dilemas.

El filme me gustó por su desenfado, principalmente encarnado por Juno. Pero Bleeker no se queda atrás y también hay buenos roles secundarios, como Leah (Olivia Thirlby) la mejor amiga de Juno; también es convincente J.K. Simmons en el papel del padre de Juno. Cabe acotar que Simmons ha actuado en muchas películas y series, entre ellas podemos nombrar “ER”, “Nip/tuck”, “Law & Order” y todas las de Spider-Man, donde interpretó al irascible J. Jonah Jameson. Y como Brenda, su segunda esposa en “Juno” tenemos a Allison Janney, también cumpliendo muy bien su rol.

Quiero dedicar un párrafo para hablar del título de la peli, que es simplemente “Juno”. Pero al menos aquí en Argentina la han distribuido también como “La joven vida de Juno”. Pero hay ejemplos peores: en Perú la llamaron “Embarazada por accidente” y en México se pasaron, bautizándola “Juno: crecer, correr y tropezar” (¡¡¡!!!). Horribles nombres alternativos, todos ellos. Me pregunto quiénes y por qué sienten la necesidad de no respetar el título original de tantas películas. Me vienen a la memoria ahora varios ejemplos: ya que hablamos de embarazos no deseados, hay una comedia titulada “Knocked Up” (algo así como “Que golpe” o algo por el estilo) y que rebautizaron “Ligeramente embarazada”. O recordemos esa buena comedia con Tom Hanks y Meg Ryan, que titularon “Sinfonía de amor” cuando en realidad se llamaba “Sleepless in Seattle” (el insomne en Seattle); o el drama bélico “Flags of our Fathers” (las banderas de nuestros padres) al que renombraron “La conquista del honor”. Es decir, nada que ver. A “Million Dollar Baby” la titularon también “Golpes del destino”, pero al final el título original se impuso, por suerte. Es ridículo cambiar el nombre original de un filme, ya que los realizadores de este lo han nombrado así por algo. El nombre es parte importante del filme, y debería hacerse una traducción literal toda vez que sea posible. Por suerte “Hulk” y “300” se salvaron del re-bautizo: podrían haberlos llamado “Furia color verde” y “Morir por Esparta”, o alguna pavada por el estilo.

Bueno, ya hice catarsis. Recomiendo a vosotros la película “Juno” por su original planteo de un tema que ciertamente no es fácil. Buenas actuaciones, bastante humor cínico, una cuota de dramatismo y algunos momentos en que se toman decisiones personales importantes. Es un combo para aprovechar.

domingo, 2 de agosto de 2009

Oesterheld se hace “Montonero”

“El Eternauta II” (1976)


Hace unos meses hablábamos aquí de la historieta “El Eternauta” y la definíamos como la vaca sagrada del comic argentino. No es exagerada esa calificación, pues los argentinos tenemos muchas historietas para mostrarle al mundo, pero “El Eternauta” tiene una fuerte carga simbólica y, con un poco de esfuerzo, se la puede utilizar para realizar lecturas ideológicas y adoctrinar así a las masas. Lo cual no quita que para muchos lectores de este país “El Eternauta” sea una buena historieta de aventuras y ciencia ficción y nada más. Ahí está la diferencia entre quien lee un comic intentando encontrar sentidos más profundos y quien lee solamente para pasar un buen rato y olvidarse de los problemas cotidianos.

"German, el guionista", frente a la casa de Juan Salvo

El padre de la criatura, Héctor German Oesterheld (HGO), captó esto y decidió que “El Eternauta” debía servir para que el lector encontrara un sentido profundo. Decidió dar un mensaje concreto en pos de una ideología política, y así fue como su criatura predilecta se transformó en instrumento de propaganda, despojado de toda inocencia o ambigüedad original. Esto sucedió en el año 1976, el año en que se publicó “El Eternauta II”.

La familia Salvo: Elena, Juan y Martita.

Para entender cómo la historia de Juan Salvo venía a dar un giro tan dramático con esta segunda parte hay que recapitular un poco. Recordemos que Salvo era un hombre de clase media de Buenos Aires (Arg) que una noche de 1957 veía abatirse una invasión extraterrestre. Enrolado en las milicias de defensa junto con sus amigos sobrevivientes, lucha bravamente contra las distintas razas que componen las fuerzas invasoras, solo para descubrir que todas ellas en realidad son simples peones de algo o alguien: “Ellos”, a quienes no se presenta nunca y que son los verdaderos jefes de la invasión. Salvo termina cayendo en otra dimensión espaciotemporal, y se convierte así en un viajero de la Eternidad (el “Eternauta”), un pobre hombre que viaja por el espacio y el tiempo buscando a su esposa Elena y su hija Martita. Toda esta historia Salvo se la narra a un guionista de historietas, alter ego de Oesterheld, una noche de 1959. Hasta aquí “El Eternauta” original.

El éxito comercial de este comic llevó a Oesterheld a fundar su propia editorial, la cual quebró cuando concluyeron las aventuras ilustradas de Salvo. Pese a eso, HGO Siguió explotando a su criatura, primero con una versión novelada y luego con una remake de la historieta original, esta vez ilustrada por Alberto Breccia. Ambos proyectos no lograron la aceptación del original. Paralelamente, la agitación política argentina de esos años movió a HGO a adherir a los movimientos armados que se inspiraban (entre otros) en el Che Guevara y que proponían la guerra de guerrillas como método válido de acceder al poder. Ya hemos hablado de la película “Che” en este blog, y podemos también recomendar “No habrá más penas ni olvido” (también comentada en este blog) para acercarnos al contexto de aquellos “años locos”.

El caso es que, durante la década del sesenta y del setenta diversos grupos armados llevaron a cabo atentados y acciones guerrilleras contra objetivos del gobierno argentino y de la sociedad civil: ataques a cuarteles militares y estaciones de policía, secuestro y asesinato de empresarios, sindicalistas y políticos acusados de “vendepatrias”, etc, etc. El gobierno respondió incrementando las acciones represivas legales y también las ilegales: en este contexto grupos parapoliciales y luego de las fuerzas del orden llevaron a cabo secuestros, detenciones ilegales, torturas y asesinatos, a los que camuflaban de “enfrentamientos”. Convencidos que el gobierno democrático no podía manejar la situación, los militares argentinos tomaron el poder en marzo de 1976, incrementando la represión contra la guerrilla hasta la derrota total de esta. Y en el proceso se dispararon las violaciones a los derechos humanos.

Esta tragedia entre argentinos golpeó a la familia Oesterheld. Las hijas de HGO, enroladas en los grupos armados extremistas, fueron secuestradas y “desaparecidas”, y el propio Oesterheld pasó a la clandestinidad. En esa condición escribió el guión de “El Eternauta II”, al cual Solano López le puso dibujos. El tinte ideológico que HGO le daba a la historieta lo alejaba radicalmente de la concepción original, y Solano López sospechó que fuera otro y no HGO quien hacía los guiones desde la clandestinidad.

En “El Eternauta” el tiempo es una variable que se modifica de golpe: en la Primera Parte Juan Salvo se aparece a “el guionista” en 1957… y al final del comic ya están en 1959 a pesar de que sólo ha pasado un día y una noche. Cuando comienza la Segunda Parte el tiempo salta de nuevo a 1976, y de ahí saltará de nuevo a otro tiempo sin fecha, y así sucesivamente. Si las películas yankis de la saga “Volver al Futuro” a veces retorcían el concepto de “tiempo”, en los guiones de HGO se lo retuerce mucho más.

"German", atrapado en los enriedos temporales de su propia historia.

En la Parte Uno Salvo relataba sus aventuras a “el guionista”, quien no tenía nombre pero que todos identificamos con HGO. En esta Parte Dos “el guionista” ya asume plenamente la identidad de HGO y se presenta como “Germán”. En un fragmento delicioso, Gérman teme quedar preso de la locura que supone el enriedo con el tiempo, ya que Salvo no recuerda nada de lo que ha vivido; entonces German cuenta que publicó las aventuras de Salvo en forma de historieta y que las llamó “El Eternauta”. Es un juego muy inteligente donde se confunden las ficciones y las realidades, porque German siente que está frente a un personaje de comic hecho carne y hueso.

El argumento parte de ahí, de ese enriedo de no saber exactamente quién, qué ni cuándo. De pronto Juan Salvo, su familia y German aparecen en otra línea temporal, donde Buenos Aires ha sido destruida y donde muchos sobrevivientes viven en cuevas, apenas cubiertos con taparrabos y utilizando lanzas como armas. Estos sobrevivientes, pomposamente bautizados como “El Pueblo de las Cuevas” (poca imaginación ahí) son extorsionados por los “Manos” para que los ayuden a construir una nave espacial que les permita abandonar el planeta. Aunque hay extorsión, el pacto no deja de tener sus beneficios, ya que el Pueblo de las Cuevas quedará libre, pero entonces Salvo se opone y propone comenzar la lucha armada contra los invasores que en realidad quieren irse. Los “Ellos”, sus lugartenientes los “Manos” y sus primitivas tropas se guarecen en un Fuerte que Salvo planea conquistar, y así se lleva a cabo la lucha del Pueblo de las Cuevas, liderado por Salvo, contra los invasores parapetados en el Fuerte. Este es el argumento con el que simbólicamente HGO quiso ensalzar la lucha de los guerrilleros de la facción “Montoneros” contra el gobierno argentino. He ahí, sencillamente, la propaganda ideológica hecha comic.

"El Pueblo de las Cuevas" al ataque: así también se aproximaban a su objetivo los guerrilleros "Montoneros" en quienes se inspiró Oesterheld.

Quienes han leído “El Eternauta” original no podrán dejar de percibir los cambios que HGO hizo para adecuar a su criatura dentro de los moldes requeridos por la propaganda. Si en la Parte Uno Juan Salvo era un hombre de clase media preocupado antes que nada por su esposa y su hija, ahora su obsesión es tomar el Fuerte; si antes Salvo se preocupaba por los milicianos que luchaban a su lado contra los invasores, ahora no vacila en sacrificar vidas en pos de sus planes; si antes había un “héroe grupal”, como dijimos al comentar la Parte Uno, ahora eso desaparece de un plumazo, pues Salvo se transforma en un ser raro, con poderes paranormales que le hacen ver y saber cosas que nadie más comprende. Este quizás sea el golpe más duro que Oesterheld le encaja su propia criatura. Del “héroe colectivo” pasa al verticalismo mas duro sin un pestañeo.

No hay mucho más para decir sobre el tema. No contaremos el final del comic, pero tiene algo de acartonado que lo acerca, paradójicamente, a las narraciones de acción típicas de Hollywood, en las que cuando todo parece perdido aparece la caballería y da vuelta la situación. Los sueños que HGO pone en boca del Pueblo de las Cuevas también son cursis, como decir “vamos a vivir en una casa, como la que vi en un libro”, o “la primera casa que hagamos será la escuela, lo suficientemente grande para que sea también colegio y universidad”. Son reflejos de ese discurso plagado de lugares comunes que proponen siempre las ideologías demagógicas y que ahora han cobrado vigencia nuevamente en Argentina. Creo que en esta Parte Dos, pese a todo el dramatismo que se despliega, falta la madurez que se veía en la Parte Uno. Pero comprometerse con ciertas ideologías acarrea eso: perder de vista los detalles y adoptar los trazos gruesos, que simplifican el retrato.

En el relato hay una transformación del personaje German, que quizás quiera reflejar la trasformación ideológica de Oesterheld. Si en la Parte Uno era Salvo en primera persona quien nos narraba todo, aquí es German quien lo hace. Se pinta a sí mismo como un ser solitario, nostálgico, y se toma el pelo. German está muy interesado en la opinión que de él pueda tener María, una adolescente del Pueblo de las Cuevas; no parece que sea un interés de hombre a mujer sino de padre a hija, y aquí recordamos que las hijas de HGO sufrieron en carne propia la violencia política de ese tiempo. En 1977 Oesterheld seguiría el mismo trágico destino, al ser secuestrado y “desaparecido”.

"German", alter ego de HGO, al comienzo y al final de esta segunda parte.

Este es “El Eternauta II, 1976”, que yo leí en una edición de 2007 (la primera, según dice) impresa por Doedyeditores, los mismos que publicaron el Eternauta original. Ellos se preocupan mucho de aclarar que es la “única edición legal autorizada por los autores”, así que vamos a anotar eso también. Solano Lopez vive aún, y los familiares deudos de HGO (su viuda) completan el colectivo que tiene los derechos de “El Eternauta”.

Interesante historieta para leer como parte de la saga de “El Eternauta” y para analizar en busca de huellas que den cuenta de la ideología del autor y su interpretación de la lucha armada de aquellos años. Los fanáticos del concepto de “héroe colectivo”, abstenerse.

martes, 7 de julio de 2009

Las naciones sean unidas

“Mi mejor enemigo” (2005)


Ese año fue difícil, en mi barrio había desconfianza, temor, hubo amigos que dejaron de hablarse, otros fueron detenidos y no los vimos mas. Exilio, la palabra comenzó a rodar, en medio de todo eso estaba yo, un pelado conscripto.”

Así comienza, con un relato en off, la película “Mi mejor enemigo”, un filme interesante por animarse a plantear un tema que (por lo que sé) no había sido abordado por el cine de los países involucrados: me refiero al conflicto limítrofe de 1978 que casi llevó a Argentina y Chile a la guerra. En efecto, el tema figura de pasada en los textos educativos y es poco lo que hay en materia audiovisual, aunque recientemente en Argentina se lanzó a la venta la “Trilogía de la Memoria”. Se trata de una serie de documentales que aborda el período 1973-1983, centrándose en el gobierno de la última dictadura de Argentina; la segunda entrega se titula “Operativo Soberanía” y trata el tema del conflicto de 1978. Es el material más completo que existe en Argentina sobre el tema, aunque debo advertir que muchas imágenes son “impostoras”: por ejemplo, cuando hablan de la flota argentina que navega hacia el Estrecho de Magallanes muestran ¡imágenes de la flota británica en operaciones durante la guerra de Malvinas en 1982! Lo mismo podemos decir de la mayoría de las imágenes que muestran soldados y armamento: no son imágenes originales de la época.

A pesar de este yerro (comprensible, por otra parte, pues quizás no tuvieron acceso al material original) es un documental recomendable. Completan la trilogía el volumen 1 (“El golpe”) y el volumen 3 (“Malvinas: la retirada”). En Argentina se consiguen todavía en kioskos de diarios y revistas, a $24,90 cada uno, y los he visto en los locales Musimundo a $60 el pack completo. Estos documentales están presentados/narrados por Gastón Pauls y fueron emitidos en el canal History Channel hace unos años.


Pero volvamos a “Mi mejor enemigo”. La historia de la realización de esta película comienza en el año 2000, cuando el chileno Alex Bowen elaboró el guión y lo tituló en un principio “hombres de diciembre”. La productora de Bowen (Alce Producciones) se alió con su homóloga argentina Matanza Cine, y entre ambas consiguieron sumar a la española Wanda, para distribuir la película en Europa. La propuesta de Bowen logró financimiento del gobierno Chileno a través del Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura

Bowen conversó con “veteranos” chilenos de la casi-guerra de 1978 y pudo recrear más fielmente las condiciones en que estuvieron los soldados movilizados en aquella oportunidad. Y aunque su idea era contar una historia más intimista, sin grandes masas de soldados en pantalla, necesitaba apoyo castrense para su proyecto. Con paciencia logró que el Ejército de Chile y las otras fuerzas armadas se involucraran, lo que significó el aporte de extras, equipamiento, uniformes y armas. Además, el ejército instruyó a los actores para que actuaran como verdaderos soldados.

Hablemos ahora de la trama del filme. En diciembre de 1978 la guerra está a las puertas y el soldado conscripto Rojas (Nicolás Saavedra) es enviado a Punta Arenas, donde se concentran efectivos militares chilenos a la espera de una ofensiva argentina sobre el Estrecho de Magallanes y el Canal de Beagle. Desde allí es enviado en una patrulla hacia la borrosa frontera para realizar un reconocimiento y regresar “sin novedad” a su base. Dicha patrulla está mandada por el sargento Ferrer (Erto Pantoja) y la integran, además de Rojas, los reclutas Salazar (Pablo Valledor), Almonacid (Andrés Olea Rebolledo), Mancilla (Juan Pablo Miranda) y el soldado, aparentemente voluntario, Orozco (Víctor Montero). Tras acampar en una desolada estancia y encontrar allí una perra abandonada, la patrulla se extravía en medio de la pampa; con su brújula rota y el riesgo de dar vueltas sin encontrar rumbo, Ferrer y sus hombres reciben la orden de establecer una posición y esperar a que los rescaten.


Cuando están allí descubren que una patrulla argentina también ha establecido una posición a pocos metros. La alarma y tensión que ocasiona este descubrimiento dejan poco a poco paso a otras sensaciones. Los hombres de Ferrer no están seguros de dónde se encuentran, si en territorio de Chile o de Argentina, y en tiempos como los que se viven, un pequeñísimo incidente puede precipitar la guerra. Pero junto a estos cálculos militares, los chilenos descubren que los de la patrulla argentina atrincherada frente a ellos son los únicos seres humanos en decenas de kilómetros a la redonda: son los únicos vecinos que tienen. Allí comienza el intercambio de productos típicos de la vida del soldado: sal, cigarrillos, un póster de una mujer desnuda, penicilina para un herido chileno que se ha accidentado torpemente. Al principio el contacto se establece a través de la perra que acompaña a los chilenos, pero cuando esta se empaca en una de sus misiones de correo de trinchera a trinchera, Rojas se anima a ir hacia los argentinos. Eso da el puntapié para que los hombres se mezclen a pesar de sus uniformes.

La película es contada siempre desde la perspectiva del soldado recluta Rojas, así que la mirada que se hace es desde el punto de vista chileno; pero esto no significa que el filme caiga en el chauvinismo nacionalista ni que pretenda justificar la postura chilena en el conflicto. Por el contrario, se hacen varias referencias a la inutilidad de la disputa por la soberanía en el Beagle y se marca que los soldados enviados al frente son en su mayoría de las regiones centro y norte de Chile, que nada saben del territorio que se está disputando. Asimismo, las anécdotas sobre el país enemigo (Argentina) demuestran a los chilenos que tienen pocas razones para ir a la guerra contra gente con la que comparten el trabajo, el clima y las costumbres.



Por el lado de los argentinos, la patrulla está dirigida por el sargento primero Enrique Ocampo, encarnado por Miguel Dedovich, un actor argentino de larga trayectoria: solo citaremos su exquisita interpretación del francés devenido en rey de la Araucania y la Patagonia, Antoine de Tounens en “La película del Rey” (1986). Secundándolo al mando de la patrulla está el cabo Alberti, interpretado por Jorge Román, a quien vimos en la pantalla grande interpretando a un policía en “El bonaerense” (año 2000). En general, los argentinos aparecen como fanfarrones, y predomina en ellos la tonada porteña (de la ciudad de Buenos Aires). Lamentándolo mucho, los argentinos tenemos fama de arrogantes, así que no podemos quejarnos del retrato que nos hacen en esta película. Y debo decir que lo que se ve en la pantalla se parece bastante a la realidad, en mi opinión.

La película transcurre entre esas dos trincheras perdidas en medio de la pampa; el espectador nunca puede saber de qué lado de la frontera están ambas patrullas: los protagonistas chilenos no lo saben, y no se dice si los soldados argentinos lo saben. En ese espacio abierto y vacío se van sucediendo episodios de color: el intercambio de productos, el humor, el fútbol, un asado, las canciones. En ambos bandos hay soldados que se niegan al encuentro: entre los chilenos es Orozco, y entre los argentinos es el cabo Alberti; pero de a poco la guerra posible se hace lejana para esos hombres. No obstante, hay comunicaciones por radio y parece que finalmente las fuerzas armadas de Argentina van a atacar para conquistar la soberanía que las negociaciones le han negado.

La película tiene un ritmo lento y dos cosas crecen juntas en la trama narrativa: la amistad entre las patrullas extraviadas, y la sensación latente de una guerra que se aproxima. El contrapunto entre ambas funciona bien, aunque los espectadores de Chile y Argentina ya sabemos que no hubo guerra. El final del conflicto entre las naciones lo conocemos, pero lo que sucedió con esos soldados enemigos que se hicieron amigos solo podremos saberlo viendo la película. En ese sentido fue un acierto contar la historia de soldados anónimos: se asegura la novedad en la trama de los hechos.



Al final se escucha una canción muy conocida en Argentina y difundida también en Aérica Latina: “Solo le pido a Dios”, de Leon Gieco, aunque en esta ocasión la interpreta un grupo pop chileno, “Javiera Parra y Los Imposibles”. No entiendo de música, así que no voy a opinar.

Solo me resta decir que la peli se filmó en Punta Arenas (hay escenas) y parece que el Ejército de Chile prestó unos campos para muchas escenas. Aunque la mayor parte de la película muestra el particular “frente de trincheras” donde conviven ambas patrullas, otras escenas nos llevan a la retaguardia chilena, donde se hacen preparativos para resistir el ataque argentino. Hay blindados M113, un tanque M-60, y cazas A-37 rodando en la pista, y los soldados chilenos rezan y se encomiendan a la Virgen del Carmen ante la inminencia de una ofensiva militar de su enemigo. En esta retaguardia hay un personaje más, no menos importante: el teniente Riquelme, interpretado por Felipe Braun, un actor de fama en Chile. Y un párrafo le dedicamos a la bella Fernanda Urrejola, la chica de barrio de la que el soldado Rojas está enamorado y a la cual recuerda todos los días.


Mi mejor enemigo” es una película de reconciliación entre dos pueblos que han tenido momentos de extrema tensión en su historia a raíz de problemas limítrofes. El filme hace honor a la realidad cuando muestra que argentinos y chilenos tenemos muchas cosas en común, y que no vale la pena sacrificar eso en una guerra, si se puede solucionar dialogando.

viernes, 22 de mayo de 2009

La vaca sagrada del comic argentino

“El Eternauta” (1957)


Dicen que la historieta (comic, tebeo, quadrinho, como gusten llamarlo) es el noveno arte. Es tal la variedad de mensajes que puede transmitirse a través de este medio, que no vacilo en colocarlo en los primeros lugares en cuanto a llegada a las masas. Desde las historietas simples que alegran las páginas de los diarios, hasta los elaboradísimos comics estadounidenses, pasando por los “fanzines” hechos por aficionados, hay públicos para todo.

En la República Argentina parece existir un consenso en cuanto a que el referente máximo de la historieta es “El Eternauta”. Así parece ser por la convocatoria que tuvo cuando se publicó y por los rastros imborrables que ha dejado en el imaginario cultural colectivo. Pero pienso que tampoco debe descartarse el peso que tiene el autor de la obra y su trágica suerte. En efecto, Héctor German Oesterheld, el guionista y co-creador de “El Eternauta”, se adhirió a la lucha ideológica de los años 70 y fue secuestrado, permaneciendo hasta el día de hoy como “desaparecido”. Los destinos trágicos o muertes violentas ejercen atracción sobre muchos públicos: sea James Dean, Carlos Gardel, el Che Guevara o Lady Di, una muerte prematura aporta un plus al carisma que esa persona ejerció en vida. Tal vez eso pase con Oesterheld y su obra.

Héctor German Oesterheld (en adelante, HGO, como también se le conoce) había comenzado su trabajo como guionista en la década de 1950, y sus trabajos le permitieron fundar su propia empresa: Editorial Frontera, la cual lanzaba a la venta revistas de historietas como “Hora Cero” y “Frontera”. Allí HGO llevó el peso principal en cuanto a los guiones, y dio vida (en compañía de muy buenos dibujantes) a personajes luego célebres en el mundo de la historieta. Y en 1957, con dibujos del paraguayo Francisco Solano López, creó a su personaje más renombrado: “El Eternauta”.


Frente a frente, "el guionista" (izquierda) y Juan Salvo, "el Eternauta" (derecha).

Yo leí la edición “2007, 50 años”, publicada por Doedytores en formato 26x20 y de excelente calidad, con 352 páginas que recopilan todos los capítulos publicados en “Hora Cero”. La tapa aclara “Única edición legal autorizada por los autores”, ya que Solano Lopez aún vive, y los familiares de HGO también tienen parte en las ganancias de la franquicia. Hubo algunos líos legales, con ediciones apócrifas de “El Eternauta”, que quisieron ganar dinero aprovechando la popularidad siempre vigente del personaje, razón que ha llevado a la aclaración que les digo que figura en tapa.

Serializada en las páginas de la revista “Hora Cero”, la historia de “El Eternauta” fue muy bien recibida por el público gracias a lo novedoso de la trama, a la calidad del relato y los dibujos y también gracias a que abundaban referencias geográficas sobre lugares de la ciudad de Buenos Aires, donde sucedía la acción. Las entregas periódicas de “Hora Cero” se vendían como Pan Caliente gracias a “El Eternauta”, y cuando en 1959 HGO concluyó las aventuras del mítico personaje, las ventas cayeron a tal punto que dos años después Editorial Frontera quebró.

La historia de “El Eternauta” comienza cuando en 1957 (el año en que se publica la historieta) un viajero del tiempo se materializa frente a un guionista de historietas: exacto, se trata de HGO, aunque nunca se lo nombra como tal. El viajero del tiempo dice llamarse Juan Salvo pero también revela que se lo conoce como “El Eternauta”, es decir, “viajero de la eternidad”. Ese particular apodo se debe a que viaja de universo en universo a través del tiempo, envuelto en una búsqueda agonizante que le desgarra el alma: busca a su esposa Elena y a su hija Martita. ¿Cómo es que ha llegado a esa triste situación? Entonces Juan Salvo comienza su relato y a través de un “flashback” asistimos al inicio de su historia. Aquí viene lo que al público le resultó novedoso y excitante: una nevada mortal caía sobre la ciudad de Buenos Aires, y al parecer sobre otras partes del planeta, matando con el simple contacto. Juan Salvo, su familia y sus amigos, que se encuentran jugando al “truco” (el juego de naipes argentino por excelencia) van de a poco descubriendo lo que pasa: se trata del primer paso de una invasión extraterrestre. Luego aparecen los militares, quienes organizan a los sobrevivientes y tratan de llegar al centro de la ciudad, enfrentándose en rudas batallas con enemigos impensados: gigantescos insectoides (los “cascarudos”), humanos convertidos en zombies (los “hombres-robot”), majestuosos humanoides con infinidad de dedos (los “manos”), temibles bestias de gran tamaño (los “gurbos”), y todavía otros enemigos, los más temibles.

Paso a paso y sin apresurar el relato, se van narrando los combates que tienen lugar entre esos sobrevivientes y los invasores que he mencionado. Abundan las referencias a lugares de Buenos Aires, lo que sin duda contribuía a atrapar al lector, ayudándole a situar la acción en los mismos espacios físicos en que este se movía. Así como los estadounidenses sitúan siempre a sus ciudades como escenario de hipotéticas catástrofes, así HGO convirtió a Buenos Aires en campo de batalla donde se decidía el destino de la humanidad (así, con ese tono grandilocuente, lo explica “Favalli”, uno de los personajes). Esta referencia a lugares creo que tenía ese objetivo, brindar proximidad al lector y ayudarlo a construir la fantasía. Pero sucede que muchos estudiosos, lectores de la obra, han tomado por otro lado: para ellos HGO colocó esas referencias por alguna razón, y la historia no es sino la representación simbólica de la realidad argentina. Si los militares en “El Eternauta” fallan en expulsar a los invasores, es porque en la vida real han fallado en gobernar el país; si son incapaces de coordinar la tarea de los sobrevivientes, es un preanuncio de la derrota en la Guerra de las Malvinas, 30 años después; si aparece un protagonista que es obrero, es porque la clase trabajadora tomaba protagonismo en la política; si los invasores montan su base en la Plaza de los Dos Congresos, es porque el gobierno argentino es visto como opresor, y así sucesivamente, estos estudiosos van haciendo interpretaciones simbólicas. Uno de los editores del libro que leí, comenta la viñeta en que el ejército de sobrevivientes pasa frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, lugar donde en los años 70 se llevarían a cabo las detenciones y torturas de los opositores al gobierno militar. En 1957 HGO no podía imaginar lo que iba a pasar allí, ni tampoco que él mismo iba a ser un “desaparecido”. Pero para este editor que les comento, el hecho de que HGO mencionara la ESMA encierra una “recodificación”: “¿puede seguir leyéndosela de la misma manera, conociendo los hechos que acaecieron después, tanto a la Argentina como a Oesterheld?”. Creo que aquí está el mayor problema de “El Eternauta”: que muchos quieren (como a la Biblia) hacerle decir lo que a ellos les parece. Entonces se han esforzado en entronizar a Juan Salvo como el símbolo de la resistencia. Porque siempre estamos resistiendo contra algo, aquí en el Cono Sur, incluso contra nosotros mismos.

El ejército de sobrevivientes a punto de atacar el estadio de River Plate.

Creo que “El Eternauta” es una publicación muy buena que explotó temas en boga en la década del 50: el miedo a los ataques nucleares; el misterio que generaba el universo en torno a nuestro planeta (todavía los terrícolas no habían llegado siquiera a la Luna); el respeto por los rápidos avances de la ciencia; la excitación de una posible invasión alienígena. En este comic se combinaron todos esos elementos, logrando enganchar al lector, y hay que reconocer el acierto de los autores en emplear este coctel. Pero debemos reflexionar acerca de la novedad de la idea de una invasión alienígena sobre nuestros propios hogares: medio siglo antes el inglés Herbert George Wells había publicado “La Guerra de los Mundos” (ambientada en su propia patria, evidentemente), y a partir de ahí, conciente o inconcientemente, muchos abrevaron de esa fuente. No podemos descartar a “El Eternauta” de esta relación. De todos modos, según cuenta Solano López en el prólogo a una secuela titulada “El Eternauta, Odio Cósmico”, la idea original de él y HGO era contar la invasión a la Tierra, que finalizaba cuando Juan Salvo saltaba a otra dimensión espacio-temporal; y debía venir una segunda parte donde se narraba la búsqueda de Salvo en pos de su hija y su esposa, a través de diversos mundos. De hecho, cuando Salvo se materializa frente a “el guionista”, le cuenta de su incesante búsqueda; pero esa segunda parte nunca se realizó tal cual fue pensada.

Lo lindo de “El Eternauta” es que estaba ambientada en la Argentina (mejor dicho, en la ciudad de Buenos Aires), siendo este tal vez su mayor atractivo. La primera batalla contra los invasores se lleva a cabo en la Avenida 9 de Julio, luego se lucha encarnizadamente por el control del estadio de futbol de River Plate, en Plaza Italia y la Plaza de los Dos Congresos, como dijimos. Todo esto es narrado en primera persona por Juan Salvo, quien le cuenta la historia al “guionista”. Como era común en las historietas argentinas de la época, los globos de texto ocupaban casi la mitad de la viñeta, y había “cartuchos” o recuadros de texto intercalados con los dibujos. Confieso que a veces se me hacía pesado, pues había mucho texto, siendo los dibujos meros complementos en muchas ocasiones. Pero no es un error de los autores, ese era el estilo.

De izquierda a derecha, vestidos de civil: Favalli, Pablo, Mosca y Franco.

Junto a Salvo estaban otros protagonistas: Elena y Martita, como dijimos, pero también Pablo (el chico que encuentran en la ferretería), Franco (el obrero), Mosca (el miliciano dedicado a historiador) y Favalli. Este último es profesor de física y amigo de Salvo, y es quien representa a “la ciencia”. Salvo tiene un respeto casi enfermizo por sus opiniones, y HGO pone en boca de Favalli largos discursos acerca de los invasores, sus motivaciones, la inutilidad de enfrentarlos (porque Favalli es un escéptico, aunque lucha hasta el final), etcétera. Entre todos forman “el héroe colectivo”, es decir, que luchan juntos. Aunque Salvo es “El Eternauta” y por lo tanto protagonista central, no es un superhéroe al estilo norteamericano, y su protagonismo no excluye a los demás. Franco es igual de valiente, Favalli es más inteligente, y Pablo es también temerario: son un grupo de sobrevivientes que luchan unidos, para salvarse o morir juntos. Ese es también un gran aporte de “El Eternauta”, y muchos fanáticos de esta historieta hacen hincapié en eso.

Este es “El Eternauta”, la vaca sagrada del comic argentino. Su vigencia ha llevado a que muchos idolatren al personaje, al autor y a su obra. Aunque no comparto esto, pienso que se trata de una historieta muy buena, hecha al mejor estilo que se podía pedir en la época, y con una mística que sobrevivió al paso de décadas enteras. En Buenos Aires, el campo de batalla imaginario, hay murales y pintadas de “El Eternauta” en varios lugares. También se han publicado secuelas, legales e ilegales, de la obra; e incluso HGO guionó una segunda parte en 1976, antes de ser detenido por las fuerzas represoras del gobierno, y es de esa segunda parte que nos vamos a ocupar más adelante, si Dios quiere.

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